¿Humanizar o cuidar adecuadamente a las mascotas?
(Continuación) Con este dilema le dejaba la semana pasada, confiándole mis temores sobre los peligros que pudieran entrañar para el animal el hecho de extralimitar la primera de las acciones de la cabecera, la de antropomorfizar su trato. Esa tendencia cada vez más aceptada en nuestra sociedad de tratar a un perro, un gato, un loro, una tortuga o una cobaya como si fuera una persona, y que me hacía preguntarme, hasta qué punto es esto bueno para ellas como animales que son ¿Qué inconvenientes y riesgos les puede traer el hecho de ignorar su propia naturaleza y las consiguientes necesidades físicas, instintivas, emocionales o sociales reales de su especie, muchas de ellas tan diferentes a las humanas? Un asunto de calado y no menor pues ni faltan estudios que apuntan en ese sentido ni son pocos los profesionales que advierten de las consecuencias negativas que para las mascotas, entrañan una humanización excesiva por nuestra parte; empezando y sin ir más lejos, cuando les atribuyen nuestros propios y humanos rasgos, emociones o intenciones. Pongamos que hablo de la “sonrisa” de los perros.
Una interpretación de su comportamiento desde la perspectiva humana que puede llevar a indeseados e indeseables malentendidos, a pesar del afecto con el que sin duda la realizamos. Es bien sabido que cuando un perro muestra los dientes puede hacerlo como una señal de calma, de sumisión, de estrés, de advertencia agresiva o de miedo, todas ellas fruto de su propio lenguaje corporal pero nunca de felicidad o de alegría, éstas lo son de los humanos; le recuerdo que la estridente “sonrisa” del chimpancé es en realidad una mueca de pánico, o que la visual “sonrisa” del delfín es anatómica, simplemente la forma de su mandíbula. De ahí que debamos ser especialmente cuidadosos a la hora de interpretar su comportamiento, no antropomorfizando sus gestos y cayendo en acciones que les pueda perjudicar. Lo digo porque podría suceder que, en lugar de tratar de reconocer, validar y apaciguar sus emociones, motivaciones e intenciones reales, lo que estemos haciendo es satisfacer la necesidad humana de un cierto tipo de relación que, de manera unilateral, hayamos establecido con el animal.
A principios de esta tercera década del siglo XXI la revista PMD PubMed Central publicaba en un ejemplar de noviembre de 2021 el estudio realizado por equipos de diversas universidades sobre los efectos de la antropomorfización en las mascotas, donde ponían especial énfasis en las consecuencias adversas que puede tener en su salud física y mental. Entre otros riesgos señalan problemas de socialización y comportamiento, generación de ansiedad, frustración, estrés o inseguridad, conductas destructivas, resistencia a la autoridad, problemas de salud o, incluso, interferencias en el cuidado veterinario. Unos aspectos negativos originados por causas tan diferentes como: estar sobreprotegidos y aislados; limitados en su comportamiento natural, ponen como ejemplo revolcarse en el barro o jugar con objetos; no haber aprendido las reglas de comportamiento de su propia especie; falta de ejercicio físico, con consecuencias de obesidad; uso excesivo de productos de higiene que podrían afectar a su olfato; o el hecho de que algunos de sus dueños tengan cierta dificultad en aceptar que sus mascotas no son humanas y por tanto sus enfermedades y tratamientos puedan/tengan que ser diferentes, no cumpliéndose sus expectativas de cuidado. Como ven de todo un poco y nada bueno para ellos.
Sí, pudiera ser que las personas que tienden a humanizar a sus animales de compañía, a pesar de sus buenas intenciones, estén reduciendo su bienestar o incluso causándole daño al desdeñar sus propias formas de comunicación, organización social y reglas de convivencia. Es importante entender y comprender que los animales tienen sus propios ritmos, necesidades y formas de comunicarse y es nuestro deber aprender cuáles son para proporcionarles las condiciones necesarias y suficientes para que las satisfagan. Nunca debemos olvidar que aunque formen parte de nuestra vida ellos no son humanos, y nuestra obligación es la de respetar su naturaleza animal asegurando su bienestar, la debida atención de sus necesidades y no exigirles en ningún momento, comportamientos que no son propios de su especie. Hay que procurar mantener un equilibrio en el que nuestra percepción de las cosas no haga que perdamos de vista la de la mascota, y el amor por los animales -por otro lado, una de las formas más sinceras de conexión emocional en la vida moderna- no nos lleve a situaciones como, es solo un ejemplo, la de la celebración de su cumpleaños del que ni decirlo tengo, el animal no es obviamente consciente. Ellos no aprecian la ocasión en sí sino las recompensas materiales o emocionales que les damos, de ahí que si queremos celebrar su efeméride no haya necesariamente que hacerlo del mismo modo que lo haríamos para un humano. (¿Continuará?)
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FUENTE: Enroque de ciencia












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