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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 22 de Febrero de 2025

Amor bioquímico: Oxitocina y serotonina

[Img #248033](Continuación) Oxitocina. O del apego emocional. Producida en el hipotálamo y liberada por la hipófisis posterior, esta hormona se genera en grandes cantidades durante el contacto físico -en especial en situaciones de intimidad, como abrazos, besos y otras propias de las relaciones sexuales- y se une directamente a receptores tanto en la amígdala como en el núcleo accumbens. Es dicha unión la causa por la que una persona experimenta sentimientos relacionados con el apego y la confianza o bien la reducción del miedo, el estrés o la ansiedad. Estudios relativamente recientes con roedores monógamos apuntan a que los niveles altos de oxitocina promueven la exclusividad y fidelidad en las relaciones; habrá que ver como marchan las cosas entre humanos, animales al fin y al cabo.

 

Ya de la que va, y para que no quede por hormonas, sepa que la oxitocina está estrechamente relacionada con otra, la vasopresina de la que, para los intereses que nos traen solo diremos que es la encargada de generar sentimientos relacionados con el refuerzo de los lazos de pareja y la aparición de conductas de protección y compromiso a largo plazo. Trato de decirle que, sin oxitocina, el amor romántico perdería por completo su estabilidad, o dicho de otra forma, si la dopamina es la causa de la atracción inicial, la oxitocina es la responsable de la vinculación emocional y física en la pareja, más allá de la dopamínica atracción inicial. Dicho en palabras del escritor torteño, ‘El amor es una amistad con momentos eróticos’. Siento romper la serie de anteriores reconocimientos callejeros roteños, la iniciada con el nobel y el filósofo, pero el fecundo y exitoso polímata de ahora no cuenta con ninguno en la villa. Quién lo diría de un pueblo con mar.

 

Serotonina. O del equilibrio emocional. Estamos con que existe una hormona, la dopamina, que nos impulsa a buscar el placer y otra, la oxitocina, que refuerza el compromiso en la pareja, pues bien, no hay dos sin tres y existe una tercera hormona, la serotonina, que juega un papel clave en la regulación de nuestro estado de ánimo. Sintetizada a partir del triptófano, un aminoácido que se encuentra en ciertos alimentos, se produce principalmente en las neuronas del núcleo del rafe, desde donde se distribuye al resto de las regiones cerebrales. Una hormona que, en la primera fase del enamoramiento, se mantiene en niveles significativamente bajos, pero, mientras la relación se estabiliza y avanza, segunda fase, estos tienden a ir subiendo de manera progresiva, lo que tiene su aquel pues nos permite recuperar el equilibrio emocional. Me gusta el italiano Pitigrilli cuando nos define así el amor ‘Un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, cinco besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso’. Maravilloso.

 

¿Cuáles son las consecuencias de estos vaivenes hormonales de subida y bajada? Esa primera reducción genera un comportamiento similar al observado en personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), lo que explica por qué en esta fase del amor pensamos constantemente en la persona amada, sentimos una gran necesidad de contacto o, incluso, llegamos a experimentar ansiedad cuando no estamos cerca de ella. Pero tranquilo con el trastorno, al igual que las otras dos hormonas esta tampoco se mantiene inmutable y tiende a aumentar a lo largo que la relación avanza, permitiéndonos recuperar el equilibrio emocional. Es entonces cuando el amor deja de ser una obsesión: la dopamina baja, la oxitocina sube y la serotonina se estabiliza, esas son las claves químicas de una relación estable y madura. Espero no haberle agriado el sentimiento amoroso con estas flechas bioquímicas, no olvidemos que el gran Quevedo categorizó ‘El amor es fe y no ciencia’.

 

Otros animales y partes humanas. Lepidópteros y porción del sistema digestivo, “mariposas en el estómago”, no son la única pareja asociada con la respuesta fisiológica a las emociones humanas; no hace mucho, y siguiendo con los insectos, pero cambiando de ubicación corporal, le escribí cómo nuestro otro nobel en medicina, Ramón y Cajal, denominaba a un tipo particular de neuronas que descubrió en áreas cerebrales muy definidas, con somas de forma triangular, “las mariposas del alma”. Poesía en movimiento y misterio porque: ¿existe el alma?, ¿en qué parte del cuerpo está?, ¿por qué el petillés no tiene ni un reconocimiento en la villa? Y no queda ahí la cosa de las parejas, pasando de insecto a mamífero carnívoro y volviendo al órgano digestivo, nos encontramos con una expresión bastante más coloquial, aunque recogida en el Diccionario de la Lengua Española DLE. Me refiero a la frase “tener gatos en la barriga” sinónima de “tener siete gatos en la barriga” o “tener cristalitos en la barriga”, usadas cuando alguien está enfadado, resentido por conflictos íntimos, y actúa de forma impulsiva con mala intención; decimos de esa persona que tiene “gatos en la barriga”. Le dejo con Campoamor, ‘En el mundo traidor nada hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira’.

 

CONTACTO: carlosroquesanchez@gmail.com 

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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