El Palacio Ideal’. Realidad y ficción artísticas
(Continuación) Un supuesto tonto nuestro cartero artista, le decía, cuya obra arquitectónica captó el interés de importantes figuras de renombre del mundo del arte y la cultura, fascinados por su palacio de fantasía. Para ellos, lejos de la peyorativa opinión sobre su persona por parte de sus conciudadanos y del negativo posicionamiento de las autoridades acerca de su obra (la veían una construcción aberrante y sin valor artístico), nada más lejos de la realidad. Cheval era mucho más que un excéntrico constructor autodidacta, lo consideraban precursor de un nuevo tipo de arte que surgía de la imaginación y la necesidad de expresar, sin los límites impuestos por la academia o las corrientes artísticas establecidas. Un desafío a las convenciones de su tiempo cuya visión artística -al combinar diferentes influencias culturales y estar impulsada no por un conocimiento técnico, sino por una creatividad innata y un ideal personal- anticipaba en muchos aspectos el desarrollo del “arte bruto” y el nacimiento del movimiento surrealista. Una novedosa anticipación que arranca en una fecha, con apenas un mes de diferencia y a unos ochocientos kilómetros, de la del nacimiento en Ulm (Alemania) del físico Albert Einstein (1879-1955), quizás el hombre más decisivo en la historia de la humanidad. Casualidad temporal.
‘Art brut’. Nuestro perseverante cartero de Hauterives, que empleó las dos primeras décadas en levantar los muros exteriores de su palacio, se vio sin duda influenciado por las cartas y exóticas postales que, desde los rincones más lejanos del mundo, enviaban aventureros y exploradores; lugares como Indochina, Argelia o las islas del Pacífico Sur, no olvidemos que Francia se encontraba a finales del siglo XIX en plena expansión colonial. Y de todos ellos proviene la cuidadosa colocación de cada piedra y la decoración de la superficie de las paredes, con relieves y esculturas, que dotan a su palacio de una identidad única y onírica. Una mezcla, esta opinión es mía y por ende prescindible, de estilos con inspiraciones bíblicas, algo de decoración del Pabellón Real de Brighton (Inglaterra), algunos aspectos de mitología hindú o, por qué no, retazos de la Sagrada Familia de Antoni Gaudí, y todo eso sin haber viajado nunca. Su obra no tiene nada que ver con ninguna corriente artística ni técnica arquitectónica, y sin embargo es una referencia mundial del “arte bruto”; como él mismo inscribió en uno de los muros, toda una declaración de intenciones y quizás su frase más emblemática: ‘1879-1912. 10000 días, 93 000 horas, 33 años de lucha. Que lo intenten los que crean que pueden hacerlo mejor’.
Autobiografía. A principios del siglo XX, autor y obra comienzan a ser objeto de curiosidad entre artistas y escritores, y en 1904 el joven poeta Emile Roux Parassac visita la construcción todavía inconclusa, que le inspira su poema ‘Ton idéal, ton palais’. Al año siguiente Cheval publica su autobiografía ‘Le Palais Idéal d´Auterives et son architecte’ y tras su aparición en la revista La Vie Ilustrée, se empiezan a editar las primeras postales con las que se da publicidad a su obra y figura. Su fama empieza a ser tal que en 1907 tiene que contratar a una encargada para atender a los numerosos visitantes y eso que la obra no acabaría hasta cinco años después, en 1912. Muy poco antes de su muerte, Cheval recibió también el reconocimiento de Bernard Buffet, Niki de Saint Phalle o Robert Doisneau, además de los ya reseñados con anterioridad. Abro un inciso, 1905, es el mismo año en el que se publica la teoría einsteniana de la relatividad especial o restringida (TRE) según la cual cualquier experimento realizado en un sistema de referencia inercial sucederá de manera idéntica siempre, cierro inciso. Coincidencia temporal.
Algunos reconocimientos. Y a partir de su muerte en 1924 comienza el descubrimiento del palacio y el cartero por parte de los surrealistas. En 1928 lo visita el poeta y cineasta Jacques-Bernard Brunius, quien al año siguiente publica el artículo ‘Ferdinand Cheval, facteur, constructeur du Palais de l'Idéal’ en la revista Varietés, junto a unas fotografías y otras de sus frases, ‘Todas mis ideas me vienen durante el sueño, y cuando trabajo, tengo siempre presente mis sueños en el espíritu’. Y tras él se suceden las visitas de Valentine Hugo, que en 1932 realiza su ‘Retrato del Cartero Cheval’, el mismo año en el que Max Ernst lleva a cabo su famoso collage o colaje. Y de Paul Éluard, Alejo Carpentier o André Bretón quien lo visita en septiembre de 1931 y un año más tarde publica su poema ‘Cartero Cheval’ acompañado de una fotografía. El fundador del surrealismo lo vuelve a visitar en 1949 calificando la construcción como precursora de la arquitectura surrealista y la inmortaliza en un nuevo poema.
Tal es la admiración que despierta y la talla de los artistas que la expresan que el novelista y político André Malraux, como ministro de cultura, lo declaró monumento histórico perteneciente al arte naíf en 1969, y eso que no fueron pocas las reticencias y manifestaciones contrarias que consideraban la obra carente de interés cultural y ser poco menos que una “aberración estética”. Por cierto, es muy probable que, como lector atento y avisado que es, haya caído en el nuevo detalle cronológico, sí, 1969 es el año del primer hollamiento lunar por parte del ser humano, “un pequeño paso para...”. Azar temporal.
L'incroyable histoire du facteur Cheval. O de la realidad a la ficción cinematográfica, pues es el título original (“La increíble historia del cartero Cheval” o “El palacio ideal”) de la película biográfica de 2018 dirigida por Nils Tavernier y protagonizada Jacques Gamblin y Laetitia Casta. Una recreación de la vida y obra de Cheval durante medio siglo de su vida, desde que tiene 37 años hasta su muerte con 89. Recomendable. ‘Éxtasis de un hermoso sueño y premio del esfuerzo’.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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