Doyle versus Holmes
Doyle versus Holmes
(Continuación) “Muerte y resurrección del detective”. Autor frente a personaje o realidad pospuesta por la ficción, que también, una más que discreta realidad médica eclipsada por la extraordinaria popularidad del que termina convirtiéndose en todo un icono cultural mundial. Una asimetría considerativa que condujo a Arthur a mantener una intensa e insana relación de amor y odio con Sherlock, hasta el punto de acabar literariamente con él en 1893; sencillamente no lo soportaba más. Matar al detective. Al parecer se quejaba de que le robaba tiempo para otros proyectos, lo que pudiera ser, si bien no es menos cierto que sólo alrededor de un veinte por ciento de sus esfuerzos literarios fueron dedicados al célebre detective, pero bueno si él lo dice. Y así estuvo nuestro doctor dos lustros, sin escribir una sola palabra sobre él, hasta que no tuvo más remedio que dar su brazo a torcer ante las protestas de miles de lectores, incluidas también varias amenazas físicas, que pedían la vuelta del detective como fuera; llegaron incluso a llevar crespones negros en el sombrero en señal de luto, no le digo más. El caso es que Sherlock Holmes reaparecía en ‘La casa vacía’ de El regreso de Sherlock Holmes, 1903, explicando en parte los motivos de su ausencia. Claro que también tuvo que influir lo suyo, y eso no lo explicó, el hecho de que su editor le hiciera una oferta económica astronómica para la época, casi irreal. Resucitar al detective. ‘Le haré una oferta que no podrá rechazar’.
Lógica frente a credulidad. De nuevo se cruzaban sus caminos y el autor tuvo que alternar las aventuras del detective con sus otras obras literarias hasta la gran debacle de la Primera Guerra Mundial (PGM), que marcaría definitivamente los últimos años del escritor, el principio del fin. Unos años en los que, curiosamente, llegó a ejercer como detective real pues colaboró en la resolución de algunos de los crímenes más sonados de su tiempo gracias a sus conocimientos médicos; así alcanzó el estatus de personaje público como su amigo Harry Houdini, H. G. Wells, o el mismo Oscar Wilde. Una cruenta guerra le decía en la que perdió doce familiares, entre ellos a su hermano y a su hijo, lo que le llevó a abandonar todo, incluso su carrera literaria, para invertir todo su tiempo y dinero en la investigación del mundo espiritista. Quería comunicarse con sus seres queridos. Estamos ante un crédulo Doyle, interesado por el esoterismo y los temas ocultos, antítesis del racional Holmes, que hasta cierto punto y medida ha eclipsado en el tiempo buena parte de su obra. ‘Es un error capital teorizar antes de tener datos’.
Creyó firmemente en las “hadas de Cottingley” y se casó con la médium Jean Elizabeth Leckie en 1907, tras enviudar un año antes de Louise Hawkins, su primera mujer. Un comportamiento muy radical que le convirtió en la gran voz del espiritismo mundial y le hizo enfrentarse con amigos como Houdini y buena parte de la sociedad que no veían bien su actitud. Volviendo a su obra y en sus propias palabras, dejando las del inquilino del 221B de Baker Street, el autor hace este recuento final del montante de su bibliografía: “Entre veinte y treinta obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos libelos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía” ¿Cuántas veces te he dicho que cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad?
Un legado quizás no deseado y triste. Vaya por delante que se trata de mi más que prescindible opinión, pero quizás el legado que ha trascendido del oculista devenido en escritor, no sea el que él hubiera querido (recuerde que deseaba convertirse en otro Walter Scott). Lo digo porque, aunque fallecería como una figura muy reconocida, a nivel literario no lo fue por lo que deseaba sino por todo lo contrario, su nombre solo es hoy recordado por el sagaz detective. Para más inri en Edimburgo, frente a la misma casa de Doyle se halla una estatua dedicada a... Sherlock Holmes, quien además ostenta el récord Guinness de personaje de ficción más veces adaptado al cine, el séptimo arte, desde que debutó a finales del siglo XIX, en 1900. O sea. Por cierto, en la capital escocesa está el mayor monumento dedicado a un escritor, creo, y sí, está levantado en honor de Walter Scott. O sea que. En opinión de algunos exégetas Doyle, que quería ser Walter Scott o Charles Dickens, en realidad está más cerca de ser J.K. Rowling, la creadora de Harry Potter, algo que podría ser, al fin y al cabo, no es nada fácil convertirse en un clásico. Pero tengo para mí que no se le puede negar, y también esto está al alcance solo de muy pocos, el gran mérito de haber motivado a la juventud a leer a través de las aventuras de Holmes y Watson. Son muchas las generaciones ganadas para la lectura. Gracias. ‘Ya conoce usted mi método. Se basa en la observación de minucias’.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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