1911. Kafka, Einstein y ‘Café Louvre’
(Continuación) Y dentro del kafkiano año de este primer centenario de su fallecimiento, donde es más que probable quepa de todo -estas cosas suelen suceder, no en vano el “papel” lo soporta todo- pondré mi granito de arena digital sobre un asunto quizás no muy conocido. El año del Señor de 1911, cuando científico y escritor se conocieron en la ciudad natal de éste, Praga. De un lado el físico relativista judío alemán Albert Einstein (1879-1955), quien con treinta y dos años vino a ocupar la cátedra de física teórica en la Universidad de Praga, y hacía tan solo seis años que había publicado su Teoría de la Relatividad Especial, TRE, 1905; ya era por tanto una figura conocida y reconocida de la nueva física moderna. Y del otro, el abogado judío checo Franz Kafka (1883-1924), que de día trabajaba en una compañía de seguros (como Einstein lo había hecho en una oficina de patentes en Berna), y por la noche escribía relatos en alemán; él, a diferencia del físico, aún no había escrito La Metamorfosis 1915 y solo era conocido y reconocido en ciertos ambientes.
El praguense ‘Café Louvre’. Pasaba por ser el centro intelectual de la ciudad y en él tenían lugar numerosas tertulias y charlas -literarias, filosóficas, científicas, religiosas (el Islam)- y se escuchaba también música en directo, vamos de casi todo lo que se pueda imaginar. Fundado en 1902 por la checa Berta Fanta (1865-1918), una figura judía literaria e intelectual de Praga, a él fue invitado naturalmente Einstein, que por cierto tocaría su violín allí, a dúo con la pianista Ottilie Nagel (1861-1943). Para que se haga una idea del bullir diario, les apunto algunas de las personalidades habituales a ese salón, la mayoría judíos. El filósofo y psicólogo austriaco Christian von Ehrenfels (1859-1932), uno de los fundadores y precursores de la psicología de la Gestalt; entre sus escritos científicos-sexuales y políticos-culturales, destacan los que escribió contra la nocividad cultural de la monogamia. El hombre era de la opinión que ésta obstaculizaba la reproducción lógica darwinista y, por ende, la selección natural de la procreación; lo que sin duda tenía un devastador efecto en la sociedad, cultural y biológico, razón por la que la monogamia debía ser combatida ¿Qué me dice?
Otros salonistas del ‘Louvre’. El matemático austriaco Georg Pick (1859-1942), muerto en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y a quien debemos el Teorema de Pick, 1899, cuya elegante fórmula matemática permite determinar el área de polígonos de vértices situados sobre puntos de una retícula regular. El austríaco ocultista, esoterista y autodenominado clarividente entre otras actividades pseudocientíficas, Rudolf Steiner (1861-1925), quien a primeros del siglo XX fundó la antroposofía, un suspecto movimiento espiritual esotérico con raíces en la teosofía, otra que tal anda; ya le dije que en el salón había de casi todo lo que se pudiera imaginar. El filósofo y jurista checo Oskar Kraus (1872-1942) que, por hilvanar con la temática que nos trae, fue conocido por su crítica a la einsteniana Teoría de la relatividad restringida; según él, no era más que una acumulación de “absurdos”, entre ellos la constancia de la velocidad de la luz (c), y de “ficciones matemáticas”, como los nuevos operadores relativistas. Ya sabe que el antirrelativista andaba algo, bastante, descaminado.
El filósofo israelí nacido en Praga, Hugo Bergmann (1883-1975), uno de los asistentes más activos del café que terminó casándose con Else hija de Berta. Las reuniones en el mismo cesaron con el inicio de la Primera Guerra Mundial y cuando Hugo fue llamado a filas; con posterioridad se trasladó a Palestina, donde fue el primer director de la Biblioteca Nacional. El íntimo y leal amigo de Kafka, el escritor, compositor y periodista checoslovaco Max Brod (1884-1968), quien por cierto utilizó la personalidad real de Einstein para pergeñar la ficticia Kepler, en su novela ´La redención de Tycho Brahe' de 1916. El escritor expresionista praguense Franz Werfel (1890-1945), casado con la compositora y editora musical austríaca Alma Mahler-Werfel (1879-1945), quien anteriormente fue esposa del compositor y director de orquesta austro-bohemio Gustav Mahler y del arquitecto Walter Gropius, fundador de la Bauhaus. Cierro esta presentación de conocidos y reconocibles en Praga con la inclusión de un no judío, el escritor checo Karel Capek (1890-1938) del que solo le recuerdo una pincelada científico-técnica: acuñó el nuevo término y el moderno concepto de robot.
Kafka y Einstein. Cuando se vieron en ese salón literario de Fanta, ¿qué se dijeron los dos hombres? ¿de qué conversaron? ¿Qué sabían el uno del otro? ¿llegaron a influirse mutuamente? ¿cómo se cayeron? Les dejo estas preguntas en el aire porque, en las correspondencias de estos dos símbolos, iconos populares de nuestra era, no existe el menor rastro, ni la menor mención de este encuentro. Ni de Einstein en la del autor de El proceso ni de éste en la del genio relativista. De lo más sorprendente. ‘Soy libre y es por eso que estoy perdido’. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia
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