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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 20 de Mayo de 2023

Falacia del Nirvana

[Img #193203]De utopía a falacia. De un ‘lo mejor es enemigo de lo bueno’ le hablaba la semana pasada y le decía que su significado no lo empecé a comprender hasta mi juventud, cuando asumí que la realidad siempre es parcial, precaria y está manchada, de modo que lo mejor, entendido como luminosa y lumínica utopía, no existe. Algo que no tiene buena pinta, y lo peor está aún por llegar dado que, al no ser capaces de alcanzarlo por utópico, hay veces que terminamos estancados, sin avanzar, ¿cuántas veces por querer que algo sea perfecto, terminamos por no finalizarlo? Se trata de un efecto perverso sin duda, y al tratarse de una alternativa que no nos hace mejorar ni avanzar la debemos cambiar, permutando lo “mejor” por lo “bueno”, los siempre deseados y deseables intentos grandes por otros más pequeños, pero no por ello menos afanosos.

 

Mi abuela María, ante mi juvenil impaciencia me solía repetir un conocido refrán, ‘grano no hace granero, pero ayuda al compañero’, con el que enfatizaba la importancia de lo pequeño, de lo más elemental, como la base y comienzo de algo más grande; y los posteriores tiempos de estudiante me enseñaron que en lo más pequeño bien puede comenzar el mundo, en algo tan elemental como el átomo o mucho menor como las partículas elementales. Sí, sin duda y a menudo la búsqueda de lo extraordinario, de lo mejor, de lo grande, impide que prestemos la atención debida a lo ordinario, a lo bueno, a lo pequeño.

 

Falacia del Nirvana. No se lo dije entonces pero el aforismo de Voltaire de 1770 cuenta con un antecedente literario shakesperiano en el Rey Lear (1605), cuando el bardo pone en boca del duque de Albany aquello de “Agitándonos para alcanzar lo mejor, maleamos a menudo lo bueno”. Lo cual no solo es cierto, cómo no lo va a ser viniendo de quien viene, sino que le podemos adjuntar un añadido, el de que un exceso de perfeccionismo conlleva además un desgaste de recursos y energía que podríamos invertir en ser más eficientes; sí, más vale lograr una solución alternativa que sea sólo buena, imperfecta, pero real y por ende plausible. Pero no fue hasta el pasado siglo XX, en 1969, cuando el economista estadounidense Harold Demsetz asoció esta falacia (engaño) con el estado del nirvana (extinción, apagado) al escribir:

 

La opinión que ahora invade la gran economía política pública implícita es la opción correspondiente en las relaciones entre una norma ideal y un arreglo institucional existente "imperfecto". Este enfoque nirvana difiere considerablemente del enfoque comparativo en el que la elección relevante es entre otros mecanismos de enfoques institucionales reales’. Y como tal propone, ante un problema real, una solución aparentemente óptima, aunque irreal o irrealizable, además de contraponerla a otras posibles soluciones que, aunque buenas, siempre serán ninguneadas u obviadas ya que prevalece la mejor. En definitiva, la falacia del Nirvana compara lo real con lo irreal o idealizado y de ahí lo que de falaz tiene por la imposibilidad de su aplicación.

 

Un falso dilema. O lo que es lo mismo una trampa lógica consistente en rechazar una acción o una idea con el sucio truco de compararlas con lo mejor, con eso tan “mejor” que resulta inabarcable o imposible. Es decir, estamos ante una falsa dicotomía que presenta una opción evidentemente ventajosa, pero que al mismo tiempo es completamente inverosímil de modo que la elección no tiene lugar entre soluciones del mismo mundo al ser una real y la otra irreal, aunque eso sí mejor. Ahí está el secreto oculto del error lógico. Y lo malo de todo esto es que personas bienintencionadas, usando la falacia del Nirvana, pueden atacar cualquier idea solo porque es, inevitablemente, imperfecta como todas, y además hacerlo sin ser conscientes de la trampa del argumento y del grave error que cometen.

 

Grave porque se trata de una posición doblemente gratificante, intelectual y moral: tienen que pensar poco, muy poco, y hacer menos, menos aún; y además les hace sentir que son el rey del mambo y creerse estupendos cuando sueltan la falacia por sus bocas; es evidente que en ese momento se ven como los únicos, los puros, y van por la vida dando lecciones, seguro que sabe de más de uno pues abundan. No en vano se la conoce también como la falacia de la solución perfecta y es la mejor manera de engañarse a uno mismo y a los que tenemos delante. Por otro lado, esta falacia como tantas otras se aviene muy bien con los prejuicios al ser ambos productos mentales que huyen precisamente de la reflexión, lo que quiera que no, es intelectualmente cómodo para no pocos. Miel sobre hojuela. Le dejo con otro aforismo volteriano, que en mi prescindible opinión es una gran verdad, ‘La gran creadora de la verdad es la mentira’.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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