Brindis taurinos: "El Pana"
(Continuación) Por si no es aficionado del mundo del toro o ahora no cae, “El Pana”, fue el apodo del matador de toros mexicano Rodolfo Rodríguez (1952-2016), quien desde su infancia tuvo que ayudar a la economía familiar y en su juventud trabajó como sepulturero, vendedor de gelatinas y panadero, oficio que dio origen a su alias en la fiesta brava. Como buena parte de su trayectoria personal y toda la taurina, está ya escrita y bien, no entraré en ellas salvo para destacar algunos detalles que vengan al caso. A pesar de carecer casi de estudios, Rodolfo recibió poco más de los primarios, llegó a hablar inglés, portugués y francés, y con su voluntad, curiosidad, valentía y espíritu de superación se hizo un sitio destacado en el arte de Cúchares.
En el ocaso de su carrera. En este mundo profesional desarrolló una respetable trayectoria, a la que la ironía y agudeza de sus palabras añadieron el protagonismo de numerosas y divertidas anécdotas y, por desgracia, también salpicaron de algún que otro altercado verbal con no pocos empresarios y figuras del toreo. Era muy fina e hiriente su ironía y muy larga y afilada su lengua para que no sucediera así. Genio y figura dentro y fuera de los ruedos, se puede decir que su vida fue de todo menos fácil.
Por eso se mostró agradecido con quien se mostró, en el brindis que le hizo famoso en todo el mundo y que paso a contarles. Pero antes le sitúo. A días de cumplir los 55 años, “El Pana” estaba anunciado en la Monumental de México para la tarde del 7 de enero de 2007, un festejo que supondría su regreso y supuesta despedida, y en el que compartía cartel junto a Raúl Rivera y Serafín Marín, quien confirmaba su alternativa con él de padrino. Los astados, tengo para mí, que eran de la ganadería mexicana de Garfias.
El brindis a las prostitutas. Y entre esas anécdotas está la del brindis que pronunció en dicha corrida, en principio un brindis más al micrófono del callejón, hasta que se oyó decir: “Quiero brindar este toro, el último de mi vida de torero en esta plaza, a todas las daifas, mesalinas, meretrices, prostitutas, suripantas, buñis, putas, a todas aquellas que saciaron mi hambre y motivaron mi sed cuando “El Pana" no era nadie, y me dieron protección y abrigo en sus pechos, en sus muslos, base de mis soledades. Que Dios las bendiga por haber amado tanto ¡Va por ustedes!”. No me negarán que es maravilloso, toda una oda a la improvisación en forma de brindis dedicado a las prostitutas, no es de extrañar fuera conocido también como “El último romántico del toreo”.
Así que nada que añadir a las palabras del maestro salvo comentarles que, aunque sería su última faena en la Monumental, el gran triunfo que obtuvo esa tarde, unido a la notoriedad pública que adquirió su brindis, le hicieron reconsiderar su retirada de los ruedos. Estas cosas pasan. Fue tal el éxito de esa tarde que se dice que, el mismo presidente de México Felipe Calderón, se lamentó públicamente de no haber asistido a aquel festejo. Lo que puede ser. Lo que sí fue es que, al año siguiente, “El Pana” vino a España para torear un mano a mano con Morante de la Puebla en el Palacio Vistalegre. Estas cosas pasan también ¡Ah!, era frecuente que “El Pana” toreara con un puro en la boca, pero esas son anécdotas que tendrán que ser contadas en otro momento.
A propósito de “suripantas”. De toda la retahíla de sinónimos del literario brindis, me ha llamado la atención el de suripanta y, naturalmente, he tirado del DLE para saber algo más. Incorporada en 1925 presenta dos acepciones: una despectiva, ‘mujer ruin, moralmente despreciable’, y otra en desuso, ‘mujer que actuaba de corista o de comparsa en el teatro’. Es en ésta donde podemos encontrar su origen histórico, que no etimológico, no hay que remontarse a los clásicos, ya que es una voz inventada. Su historia empieza en 1866 y está ligada al estreno madrileño de una opereta musical llamada “El joven Telémaco”, con la que inicia en España el conocido género bufo y de la que es autor el zaragozano Eusebio Soler.
En una de las escenas un coro de señoritas, ligeras de ropa, canta una canción en un suspecto griego antiguo con este estribillo: ‘Suri panta la suri panta, / macatruqui de somatén; / sun fáribun, sun fáriben, / maca trúpiten sangarinén’. Aunque carente de todo significado, la cancioncilla hizo fortuna, la gente se la sabía de memoria, la canturreaba a todas horas y, más bien pronto que tarde, las chicas del coro fueron conocidas como las “suripantas”. De ahí el término pasó al diccionario hasta que, pasado el tiempo, tanto el género teatral como el sentido original del término cayeron en desuso y quedó solo el significado de mujer ruin, tan alejado del de “prostituta”. El mismo que utilizó hace solo quince años el maestro mexicano en su maravilloso brindis, un significado de suripanta que por cierto no recoge el diccionario, como tampoco lo hace con la palabra “macatruqui”, supuestamente, lo que se hace con las suripantas…
Creo que me estoy metiendo en un jardín que no conozco bien, así que mejor salgo de él dejándole con un estribillo que seguro le suena: ‘Aserejé ja de jé de jebe tu de jebere / sebiunouva majabi an de bugui an de buididipi’.
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FUENTE: Enroque de ciencia
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