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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 14 de Mayo de 2022

Brindis taurinos: Jaime Ostos

[Img #167840](Continuación) Son muchos los brindis famosos que en el mundo de la tauromaquia han sido y de ellos hoy le traigo uno protagonizado, como brindador, por un matador de toros de arrolladora personalidad dentro y fuera del coso, que nunca dejó indiferente a nadie por su valor ante el astado y su proverbial locuacidad. Me refiero al astigitano Jaime Ostos (1931-2022) y al brindis que tuvo lugar en la plaza de Marbella en 1968, a punto de que empezara lo que algunos llamaron el tardofranquismo. El brindis del valentísimo torero de Écija (‘Corazón de León’, Carvajal dixit) fue dedicado a un renombrado periodista taurino de la época y ha pasado al anecdotario taurino como “el brindis sobrecogedor”, lo de sobrecogedor entendido en la segunda acepción del Diccionario de la Lengua Española (DEL) de “recaudador”, no en la primera de “que sobrecoge”, es decir como sustantivo común y no como adjetivo calificativo.

 

¿Y qué era ‘el sobre’? Se trataba de la cantidad de dinero que, supuestamente, el matador daba a los cronistas de ciertos medios para que destacasen lo bien que había estado en la plaza, independientemente de que hubiera sido así o no. Una especie de mordida de distinto valor según la categoría del matador, la importancia de la corrida y los escrúpulos del periodista, con la que el primero templaba los juicios críticos del segundo y así ambos salían ganando. Una práctica corrupta y habitual en los años 60, que tomó su nombre del hecho de que la cuantía económica era entregada dentro de un sobre, un eufemismo “sobrecogedor” que arrancaba los mediodías de corrida cuando uno, con la cantidad de dinero concertado como precio adelantado, llegaba a manos del económicamente necesitado ‘plumilla’.

 

Un tal Lozano Sevilla. Pero no era éste el caso de nuestro renombrado brindado, nada menos que Manuel Lozano Sevilla, taquígrafo personal del mismísimo dictador Francisco Franco, cronista y director de varias revistas taurinas de la época e informador taurino en Radio Televisión Española. Es decir que cobraba un buen sueldo del ente público, percibía de numerosas colaboraciones con otros medios de comunicación y, sin embargo, se ve que no era suficiente ya que recaudaba también al estilo sobrecogedor.

 

Y de manera sobrecogedora pues al parecer era un dineral el que exigía, y no paraba de aumentar temporada tras temporada, de ahí que un día Jaime Ostos, decidiera acabar con la práctica del sobre y con Lozano Sevilla. Un influyente hombre del régimen que campaba a sus anchas por el mundo del periodismo taurino, con todo lo que ello significaba a nivel de componendas que de todo tipo usted se pueda imaginar. Pues bien, a ese hombre de la plumilla lo puso verde en su brindis desde las tablas el hombre del estoque al acusarle directamente, sin tapujos y ante toda España de una de estas componendas, un mal por aquellos tiempos de parte del periodismo y la tauromaquia: ‘el sobre’.

 

“El brindis sobrecogedor”. No le he dicho que la corrida fue televisada de modo que, a pesar de las limitaciones técnicas de aquellas retransmisiones (el locutor comentaba la corrida en solitario y solo contaba con un micrófono en el callejón para reproducir los brindis de los espadas, que él sin embargo no podía oír), en todos los hogares españoles se oyó buena parte del mismo. Y como suele suceder del célebre brindis hay distintas versiones, la más difundida dice: “Tengo el gusto de brindar la muerte de este toro a don Manuel Lozano Sevilla que es el trincón más grande y más sinvergüenza que ha habido nunca en la crítica taurinaSi quiere el dinero de los toreros póngase el vestido de torear y deje de robarnos…”. No se pudo oír más. Pero la verdad es que tampoco haga falta, en cualquiera de los casos poco importa pues, con semejante brindis, el maestro acabó con el sobre y de paso con el sobrecogedor de referencia.

 

Años después el valiente, pundonoroso y locuaz y matador, en una entrevista explicaba a su manera el porqué de este polémico brindis: “A Lozano Sevilla le pagábamos los toreros del momento dos millones de pesetas por temporada, para que nos pusieran bien. Pero por lo visto al señor le parecía poco y un día apareció el niño, su hijo, que era un chico muy guapo que se pasaba las horas muertas jugando en el casino, y me dijo que su padre quería más dinero. Bueno, dije, a la vuelta de América hablamos. Pero mira por dónde a mi regreso me entero de que la información que había dado de mi temporada americana nada tenía que ver con lo sucedido. A veces incluso ni me nombraba después de cortar las orejas. Así que le hice saber que ni un duro más. Y empezó a darme leña. Esa tarde de la que hablamos, aprovechando que estaban las cámaras de TVE, le dije que si quería dinero de los toreros se pusiera el vestido de torear y que dejara de robarnos. ¡Nos exigía cuatro millones a los de primera fila! Franco lo apartó de inmediato. Lozano Sevilla me puso una querella pero como tenía pruebas gané el juicio”.

 

En fin, nada nuevo bajo el sol, que citó el clásico, yo me despido con una orteguiana: ‘Llamar al toro desde la barrera, eso, lo hace cualquiera’. (Continuará)

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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