Brindis taurinos: "Alvaradito y "Cúchares"
Una costumbre antiquísima. Tanto, que no son pocos los taurómacos que retrotraen este gesto nada menos que a la época romana, vinculándolo con el saludo inicial de los gladiadores, ya sabe, el latinajo ‘Ave, Caesar, morituri te salutant’ o “Salve, César, los que van a morir te saludan”, y que literariamente aparece en la obra Vidas de los doce césares del biógrafo romano Suetonio. Desde el punto de vista histórico sabemos que fue pronunciada en el año 52 por los criminales que iban a morir en un espectáculo en el lago Fucino, donde se simulaban encuentros navales ante la presencia del emperador romano Claudio. Un brindis, el romano, entendido más bien como saludo o permiso y que no está en la línea del taurino que nos trae.
Un gesto con el que el matador de toros ofrece la faena que va realizar, bien al público presente en la plaza o bien a una persona en particular. En el primer caso, tras pedir permiso a la Presidencia, el diestro se coloca en el centro del ruedo, saluda a todos los espectadores y arroja la montera al albero de manera airosa. En el segundo, desde la barrera, el maestro le dedica unas palabras a la persona a la que ofrece la faena y, de espaldas, le lanza la montera para que ésta la recoja. (Veinte mil corazones / laten en un silencio / claro y caliente. Brindis). Es de estos brindis de los que le quiero hablar y, en particular, de alguna que otra divertida anécdota protagonizada por el torero o su dedicatoria.
“¿Tú crees que el novillo está para brindárselo al público?”. Alejandro Alvarado “Alvaradito”, fue un trianero que pronto abandonó el trabajo de ceramista por el de torero. El 14 de octubre de 1894 hacía su presentación en Sevilla y tras ella desarrolló una digna carrera como matador y sobresaliente banderillero en las que, por razones obvias, no entraremos. No obstante y para los intereses de esta anécdota, le destacaré un rasgo anatómico suyo, tenía una cabeza bastante voluminosa, así que su montera era de un tamaño considerable. Pues bien, una tarde que toreaba en la Maestranza le salió un novillo que prometía, había sido bueno en los dos primeros tercios, por lo que le preguntó a “Arandita”, su peón de confianza, “¿Tú crees que el novillo está para brindárselo al público?”, y éste, con más retranca que otra cosa, le contestó guasón: “Sí, debes brindarlo al público, pero no dejes la montera en el albero que no vas a tener sitio ‘pa’ torear”.
“¿Parlez-vous français?” Esta anécdota tuvo lugar unos años antes que la anterior, a más mil quinientos kilómetros de Sevilla y la protagonizó quien con su apodo terminó personalizando la tauromaquia, ‘el arte de Cúchares’. Me refiero a “Curro Cúchares”, torero hecho en Sevilla, pero fue nada menos que en París donde tuvo lugar la anécdota de marras, ésta sí asociada a un brindis que hizo en una corrida organizada por la emperatriz Eugenia de Montijo, buena aficionada e impulsora de la Fiesta en Francia al estar casada con Napoléon III, y a quien el lidiador brindó el primer toro: “Brindo por vu, por la señora de vu y por to’s los vus de Francia”. La intrahistoria de la dedicatoria tiene su origen en el “usted” francés, el “vous” que el espada no dejaba de oír en las conversaciones y que a él le sonaba “Bu”, con b alta. De forma que, una vez que le aclararon el significado y su correcta pronunciación con uve baja “Vu”, pergeñó el brindis anterior o esta otra variante: “A Bu, a la señora de Bu y al Busito chico”. O eso dicen.
‘Hacer un brindis al sol’. Todos conocemos la frase y la connotación negativa de su significado, con ella se explicita que alguien ha dicho algo sólo de cara a la galería, a sabiendas de que no lo va a cumplir, pues busca únicamente el efecto de lo dicho. Una promesa sobre algo muy difícil o prácticamente imposible de cumplir, con tal de obtener los favores consiguientes. Seguro que le suena en el mundo de la política, donde abundan las falsas promesas a fin de contentar al electorado. Así que tras la locución solo hay atrevimiento y fanfarronería, demagogia y efectismo, algo sabido. Lo que es probable que algunos no sepan, es el origen de esta expresión que, ya se lo habrá imaginado, es taurino y proviene de cuando el torero dedica la faena a los espectadores que están sentados en las localidades del tendido de sol. Una zona de la plaza ocupada por aficionados de menor poder adquisitivo, público de paso y turistas varios que, supuestamente, entienden menos por lo que son más condescendientes con la faena y más generosos en la concesión de trofeos. Algo que el matador no ignora y razón por la que le brinda la lidia y muerte del toro. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia
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