Balsa Cirrito
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CONTRA LOS REPUBLICANOS (VINIERON DE OTRO TIEMPO)
Reconozco que el fervor republicano que se ha desatado entre numerosos compatriotas me tiene no poco confundido. Especialmente cuando contemplo manifestaciones a favor de la III República. Gente saliendo a la calle, que se reúne en una plaza, que profiere gritos antiborbónicos y que saca banderas tricolores a la calle. Por mucho que lo intente, no concibo manifestaciones más inútiles, al menos en un sentido: no se me ocurre (y, créanme, soy persona larga de imaginación) en qué puede mejorar la vida de los españoles el hecho de que haya o no haya república. En todo caso, como veremos más adelante, sólo puede empeorarla.
Los republicanos españoles son, entiendo, gente con el reloj histórico trastocado. Hace cien años yo también habría sido republicano, porque entonces la república significaba libertad, democracia y cierto grado de justicia. Hace cien años. Ahora no sé dónde está la diferencia. Y donde más se observa el desajuste histórico de los republicanos es en uno de sus argumentos favoritos: “¡A Juan Carlos lo puso Franco!”. Nos ha fastidiado. Pues claro que lo puso Franco y precisamente esa es la gracia, que viniendo del franquismo lo desmontara desde dentro (que no era fácil), sin necesidad de una divertida contienda nacional. No sé, tal vez algunos hubieran preferido que el franquismo hubiera caído por medio de una gloriosa revolución, con varios miles de mártires en unas heroicas barricadas, o, aún peor, con otra guerra civil, esta vez ganada por los republicanos. Yo no.
Puede que a muchos no les guste esta forma de llegar a la democracia, pero no debe ser tan mala cuando la práctica totalidad de las dictaduras del mundo que se han convertido en democracia han tenido como ejemplo e ideal el proceso que desarrollamos en España. Lo voy a repetir por si no queda claro: la práctica totalidad de las dictaduras del mundo que se han convertido en democracia han tenido como ejemplo e ideal el proceso que desarrollamos en España.
Con frecuencia se dice que es preferible un jefe de estado que sea elegido por los ciudadanos. ¿Piensan de verdad que sería mejor? No hace falta mirar muy lejos para ver lo torpes que podemos llegar a ser los ciudadanos cuando emitimos nuestro voto, pero, recuerden, estamos hablando de un jefe del estado, no de un presidente del gobierno. El jefe del estado, cuanto más alejado se encuentre de las discusiones partidistas, mejor. Cuanto más aislado se halle de las disputas comineras de las formaciones políticas, más mejor. Y cuanto más independiente, más más mejor. La gracia del rey es precisamente esa, que no se elige. Que no puede ser cualquiera. Razón por la que no debe nada a nadie, ni a los bancos que no le han tenido que prestar dinero para la campaña electoral, ni a los barones de su partido a los que tiene que contentar. El poder simbólico de un rey es inmensamente superior al de un presidente, su capacidad de unir a los ciudadanos a su alrededor arrolladoramente más grande.
Muchos opinan, y no es un argumento despreciable, que, en ante la ley todos debemos ser iguales. Muy cierto. Pero – y no trato de recrearme en una paradoja – precisamente el rey nos recuerda que no todos somos iguales. Los americanos se contentan con esa famosa frase de que “cualquiera puede ser presidente”. La repiten muchas veces y la mayoría de ellos termina creyéndolo, cuando en realidad se trata de un eslogan más falso que Yoko Ono. En España, precisamente le presencia del rey tendría que aclararnos que todos los demás deberíamos ser iguales. Vivimos en la patria de la prevaricación, del nepotismo, del enchufismo y del compadreo. Precisamente que haya rey nos recuerda que deberíamos acabar con todo eso y que Del rey abajo, ninguno.
(Esta corriente de republicanismo masivo, además, ha sido acogida, sobre todo por la izquierda, con mucho cariño, principalmente porque la ingenuidad de la izquierda no tiene límites, ya que quienes han iniciado la campaña han sido pensadores, políticos y, sobre todo, periodistas de extrema derecha. El ver como parte de la izquierda le hace el caldo a la extrema derecha no es nuevo, aunque siempre me produce sarpullidos).
Pero, sobre todo, tengo la sensación (mejor dicho, la certeza) de que la mayoría de los republicanos no conocen cuál es el trabajo de un jefe del estado. El jefe del estado debe representar a una nación, debe ser su imagen ante el mundo, debe abrir caminos que no pueden abrir los políticos. Un par de ejemplos (podría poner, no exagero, docenas).
Primer ejemplo: las cumbres iberoamericanas. En estas reuniones de jefes del estado y presidentes de gobierno, el rey de España siempre está en el centro de la foto. A algunos puede que les parezca una tontería, pero, evidentemente, no lo es. Un presidente español elegido sería puesto, tal vez, en un rincón cuando todos posan; el rey de España, por naturaleza, debe encontrarse en el centro, como si presidiera, lanzando un mensaje subliminal muy satisfactorio para el prestigio, orgullo y (por qué no decirlo) la economía de España.
Segundo ejemplo (y como este hay muchos muy parecidos). Durante el primer año de gobierno de Zapatero las relaciones de España con los EEUU alcanzaron el punto más tenso casi desde la guerra de Cuba. Quien más contribuyó a limar asperezas fue precisamente el rey Juan Carlos. Pidió al padre del presidente americano, el también expresidente Bush, que le facilitara una reunión con su hijo, a la sazón presidente Bush. Bush padre estableció el contacto, y Bush hijo, que se negaba a reunirse con Zapatero, sí accedió a hacerlo con el rey de España, además de forma muy cordial.
Este tipo de cosas no pueden hacerlas los presidentes, porque los reyes, se quiera o no, poseen un halo diferente, un rescoldo de cuando se los consideraba de origen divino, una grandeza que trasciende de ellos mismos. Un rey puede ser un imbécil (de hecho, muchos lo han sido), pero sigue siendo grande, al menos tan grande como la gloria que lleve aparejada su corona. Y, recuerden, no hay corona más gloriosa que la de España.












republicano | Sábado, 15 de Noviembre de 2014 a las 14:17:50 horas
Constato de que ó no entendió ó manipula lo leido, prefiero inclinarme por lo primero. Todos deberian tener las mismas oportunidades, luego yá dependerá de cada cual aprovecharlas ó no. Evidentemente si es un cuentista, él mismo perderá opciones. Claro que mientras que no lo descubran, como le ha viniendo pasando a Juan Carlos de Borbón, pues lo mismo podría seguir engañando a mucha gente durante mucho tiempo.
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