Juan Montes
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MARÍA "LA PESCAERA"
Adentrado en las entrevistas locales, nos vemos inmersos en llevaros a través de estas páginas a una suculenta conversación llevada a cabo en la barriada San Antonio a través de la señora María. Jamás pudimos entrever que esta conversación tuviera tintes emotivos y llenos de mucha familiaridad vinculada al mundo del mar y a la pesca de almadrabas. Ella es una mujer jovial, sencilla y buena persona, de esas de "al pan, pan y al vino, vino" pero enamorada de su pueblo y de sus gentes.
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María nació en la villa de Rota el día 28 de julio del año 1933 en la almadraba en el barracón que existía en los aledaños de la fábrica existente receptora de toda clase de tunidos siendo su hogar uno de los más cualificados de la época en dicho recinto; lugar que es a día de hoy el Hotel Playa de la Luz .
Nació fruto del matrimonio entre Manuel (natural del Puerto de Santa María) y Mercedes (portuguesa, natural de Lisboa) a la cual conoció cuando era contratada en Rota para todo aquello que fuera elaboración del producto del mar como eran las caballas y los atunes en general... todo ello en épocas de pesquería.
Tras su nacimiento, se desplazó a la Villa onubense de Isla Cristina viviendo allí durante sus primeros tres años de vida, y falleciendo su madre dejándola huérfana regentando su tutoria su abuela materna María Rosa, volvieron primero a Cádiz en un Laúd y más tarde, llegaron a Rota cuando tenía tan sólo nueve años.
La vida le iba a deparar momentos emotivos y llenos de tristeza por aquello de carecer de lo más importante que tienen las personas, una madre con la cual crecer día a día y poder compartir con ella sus momentos más importantes del crecimiento. Lloraba muy a menudo cuando la nostalgia le invadía su cuerpo y a veces, se enfadaba con las niñas de su época porque pensaba ella que al no tener madre nadie podía tenerla... cosas de la chiquillería.
Su perseverancia, su manera de concebir la vida, le llevó a luchar por sí misma vendiendo pescado puerta a puerta con las fatalidad de ser a veces, perseguida y acosada por los policías locales de la época. No obstante, concretaba su trabajo para crecer laboralmente y poder sustentarse con esas escuetas ventas de pescados. Es digno de reseñar una de sus visitas vendiendo pescados cuando entre sus brazos llevaba una canasta que albergaba una urta roteña y cuando pasaba por los alrededores de la casa de Azuquita era requerida por éste para realizarle una pintura; cuadro que existe en la actualidad de una belleza contrastada y digna de tener en cuenta.
No podíamos dejar fuera del tintero sus opciones estudiantiles ya que se apuntó en el colegio con Doña Lola, escuela que estaba frente al Castillo de Luna y donde tan solo se dedicada a acarrear cubos de agua porque nadie le echaba cuenta y no podía avanzar en cuanto a conocimientos de lectura y escritura.
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Más tarde conoció a su esposo del cual tiene una añoranza que a veces le tiene sumida en una crisis de ansiedad ante la falta de su pareja de siempre, José Tamayo. Al vivir en el casco antiguo donde todos se conocen, encontró su media naranja muy cerquita de su casa casándose en la Parroquia de la O con los únicos testigos presenciales que estaban disfrutando de la homilía y llamados por el cura de entonces, Cristóbal Escribano Oliva, el cual les hizo visitar la parroquia veinte veces al encontrarse María en estado de gestación... ¡Cuánto ha pasado el tiempo y cuántos cambios de mentalidad! Nada fue fácil para ella pero nos comentaba con orgullo que con su padre Manuel nunca les faltó que llevarse a la boca.
Un marinero entregado al cien por cien y digno de la época en que se vivía. Eran momentos de inicio de la guerra del 36 encontrándose ella en Isla Cristina cuando estalló el movimiento. Fruto de su matrimonio tuvieron cinco hijos de los cuales viven cuatro: Antonio, Mercedes, Ana María, María Rosa y José Manuel. Todos sus hijos nacieron en las dependencias hospitalarias del Castillo de Luna y fue parteada por Mercedita “la comadre”.
La familia más tarde fue ampliándose y de la misma nacieron 13 nietos y 4 bisnietos llenando de felicidad el hogar de María. Su vida ha estado centrada en participar en actividades enmarcadas en el mundo del Carnaval donde siempre se disfrazó y participó con compañeros y compañeras amén de disfrutar del grupo "Brisas de Rota" organizado por el malogrado Francisco Corrales del cual guarda cientos y cientos de recuerdos, solicitando en contadas ocasiones que no se perdiera esta actividad tan emblemática para con los mayores de la Villa.
La nostalgia le invade. No obstante, sus visitas a la piscina, sus baños, sus actividades puntuales le hace completar ratos de ocio en una vida llena de matices que narrar al completo sería inviable pero estas pinceladas nos dan muestra inequívoca de su talante conciliador, de su amor a Rota y de su más que ganado descanso después de toda una vida de entrega a los suyos.
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María “la pescaera”, María Patino Dore, ocupa un lugar de privilegio en esta sección del periódico Rotaaldia.com porque así lo hemos querido pero porque su trayectoria es digna de ser escrita y reseñada a través de toda una mujer digna del mejor de los elogios.
La entrevista tocaba a su fin en su coqueta vivienda ubicada en la barriada San Antonio, un saloncito bien organizado con un aspecto estético lindo, pelo blanco de nieve, semblante alegre y a veces, menos alegre pero con la gracia que a ella le acredita y con el agradecimiento por habernos abierto sus puertas de par en par para narrar y escribir su pequeña biografia llena de matices y mucha lucha diaria. Eres merecedora de todo lo mejor. Por ello, te agradecemos este ratito de convivencia en este barrio antiguo pero lleno de gente sana.
Van por ti estas frases y el apoyo de cuantos te queremos... Cantaba Carlos Cano en su tema dedicado a María la Portuguesa algo que nos hacía recordar a tu progenitora llamada Mercedes, la referencia a una tierra hermana donde, tú, al llamarte María podrías ser la protagonista de ese tema tan escuchado lleno de pinceladas de amor y entrega a los demás.
Mondel












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