Calle Charco, con Antonio Franco
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A LO MEJOR SÓLO HAY QUE CAMBIAR EL ESCUDO
Cuando veo por televisión a los jóvenes españoles animando a la selección española de fútbol, con sus caras pintadas con los colores de la bandera de España, no se me ocurre tacharlos de “fachas”. Por cierto, la palabra facha es una derivación del italiano “faschistas”, que es como se denominaban a los fascistas en aquel país. Distinto es ver a un individuo luciendo la roja, gualda y roja en los tirantes de sus pantalones, luciendo un cinturón con los colores de la insignia, lo mismo en una muñequera o en la funda de su teléfono móvil. Esos personajes tampoco deben ser tachados de fachas a bote pronto. Pero, desde luego, lo que vienen a significar es que son de ideología de derecha. Pocas veces un militante de izquierda va de esa guisa. No digo que nunca ni todos. Bueno, a lo que íbamos. Vamos a ver, el dictador Francisco Franco Bahamonde no inventó España. No hay que ser franquista, por lo tanto, para estar satisfecho de ser español y mostrar una bandera.
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La rojigualda tiene una Historia muy anterior al régimen fascistas de Franco. Fue Carlos III quién la designó como insignia nacional.
Lo que pasa es que la Segunda República española cambió los colores de la bandera, añadiendo una franja morada y eliminando la última franja roja. Esta franja morada también tiene su significado histórico, claro. Pero no es cuestión de aburrir al personal. Cuando el general Franco se levanta en armas contra el régimen democrático de la República, elige para su ejército la antigua bandera monárquica. Sólo cambia el escudo cuando finalmente acaba la guerra.
Ya se sabe, el águila de San Miguel, para los más fervientes seguidores, o el pollo, para una parte de la oposición democrática.
Con la vuelta al régimen democrático, después de cuarenta años de atraso social, económico, cultural... de cuarenta años de dictadura, la rojigualda vuelve a ser designada como la bandera de España, pero cambiando, eso sí, el aguilucho por el escudo de la dinastía borbónica-anjou.
Además, si se fijan en los escudos republicanos y monárquicos, existen pocas diferencias entre ambos. Pero esas diferencias, claro está, son las que precisamente existen entre un régimen monárquico y otro republicano.
En ambos escudos están representados los diferentes reinos de España. Esto es: el reino de Castillo, el de León, el de Aragón, el de Navarra y el de Granada situado en la punta. En el escudo de la Segunda República, un castillo dorado con tres almenas y cuatro torres se sitúa en la parte superior, mientras que en el monárquico, se trata de una corona. La particularidad en el escudo de la monarquía es que en el centro se sitúa tres lises de oro (símbolo de la dinastía borbónica). Ambos escudos están flanqueados por sendas columnas de Hércules con la leyenda Plus Ultra escrita en una cinta entrelazada. En el escudo monárquico las columnas tienen por capitel sendas coronas reales, mientras que en el republicano éstas no están.
Por eso, a lo mejor sólo se trata de cambiar el escudo, que es el que marca el régimen político. Así, nuestros jóvenes no se confunden. Si la rojigualda nos une a todos, a lo mejor lo que hay que cambiar es la Monarquía por la República. Que, por otra parte, cumple con la tercera “pata” de lo que viene a significar la Democracia: la Igualdad.
Como esta idea que se me ha ocurrido no creo que vaya a tener demasiado éxito en ningún bando, entre monárquicos y republicanos, y como la rojigualda vendrá a ser, no sólo la bandera de mi país, sino la bandera que simboliza a la monarquía, seguiré ostentando la tricolor.
Pero no estaría mal, llegada la Tercera República, que se pudiera mantener la bandera actual, cambiando sólo el escudo. Una bandera con los mismos colores para todos. La misma bandera, distintos escudos.
Llegada la Tercera República, a lo mejor Felipe de Borbón llega a ser Jefe del Estado, esto es, Presidente de la República. Ello significaría que contaría con el apoyo de la mayoría del pueblo español, pero por un período determinado. Ello significaría que sería un ciudadano español que tiene derecho a ser elegido Jefe del Estado y no que lo es por derechos históricos y dinásticos.
La misma bandera, distintos escudos. Tal vez, llegado el momento, todos presumamos de lucir los mismos colores. Será difícil identificar la ideología por la fachada. Ya nadie llamará facha a aquel que luzca un polito Lacoste con un ribete rojigualdo. Ya nadie sabrá si aquel señor del pelo engominado y bigote recortadito es de izquierdas o de derechas. O tal vez sí se siga observando la diferencia. En todo caso, llegada la Tercera República, habrá que fijarse, sobre todo, en el escudo.
Salud.












Uno | Viernes, 27 de Septiembre de 2013 a las 16:07:32 horas
Con lo que le gusta hablar de los escudos Sr.Franco(por cierto, el apellido no le hace ningún favor),podría haber hecho un apunte en su artículo aclarando que ahora en Rota, muchos suspiran por un escudo que ilusamente creen que resolverá parte de sus actuales problemas económicos:el escudo antimisiles.
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