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Sábado, 12 de Enero de 2013

Balsa Cirrito

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ESTUDIOS, ENCUESTAS, MENTIRAS




   
  
Recuerdo de hace unos años la encuesta de una revista británica realizada entre historiadores de aquel simpático país. La encuesta o estudio o como lo queramos llamar, trataba de designar a los 100 mayores genios militares de la historia. En esa larga enumeración, entre los 100, había treinta y tantos militares ingleses. Ni más ni menos. Lo divertido es que el referido ranking generó bastante polémica en Gran Bretaña, porque había dejado – o eso decían – a importantes guerreros de la nación british fuera del elenco. Por lo visto, un treinta y tantos por ciento de genios de toda la historia universal les parecía poco. Para que luego digan que el chauvinismo es un invento francés.

Periódicamente vemos en la prensa listas como Las 100 mejores universidades del mundo. El resultado suele ser que de las 100, ochenta son americanas, una docena inglesas, y el resto – siendo generosos – se lo reparte el resto del planeta.  Siempre he pensado que es imposible o muy difícil saber en qué consiste que una universidad sea buena o mala, y mucho más si lo valoramos de forma global, incluyendo todas las facultades universitarias a la vez. Quiero decir que el valor real o científico u objetivo de tales listados oscila entre cero y nada. Más cerca de nada que de cero. Por supuesto, el estudio que dice que entre las cien mejores hay ochenta americanas lo realiza otra universidad yanqui que, casualmente, ocupa un lugar destacado de la lista. Nada anormal. O, bueno, sí. Lo anormal es que el resto del mundo le hagamos la ola a esa propaganda y escuchemos embobados sus dictámenes. De hecho, después de cada publicación de alguna de esas listas vemos o escuchamos como el asunto se aborda en alguna tertulia radiofónica o televisiva, normalmente lamentando el bajo papel de las universidades españolas, que bien pudiera ser real, pero no desde luego por lo que se inventen las universidades guiris (un dato objetivo que me gusta utilizar y éste evidentemente científico y cuantificable es que las universidades españolas son, con mucha diferencia, las preferidas por los estudiantes europeos del programa Erasmus). (Vale, puede que sea por la vida nocturna, pero la vida nocturna, obviamente, también es parte de la cultura universitaria).
   
Esto se acrecienta en esas investigaciones que vemos todos los años sobre la educación en el mundo. Estudios como el famoso Informe PISA. Normalmente, y casi a cada edición del citado informe, nos rasgamos las vestiduras y nos mesamos los cabellos a causa de los habitualmente medianos resultados españoles. Puede que sea verdad, y que la educación en España sea tan mediocre como la política, pero ese tipo de informes tiene trampa. Y gorda. Todo depende de lo que se pida.

Con frecuencia me encuentro en el instituto en el que doy clases algunos alumnos extranjeros. En la materia que yo imparto, esto es Lengua Española, suelen encontrarse muy por debajo de los españoles en varios aspectos (no relacionados, por supuesto, con el conocimiento del idioma), particularmente en los sintácticos. Si hablo de complemento directo, la mayoría de los alumnos extranjeros piensan que se trata de algún tipo de vitaminas para culturistas; y si escribo las siglas en la pizarra, por supuesto, resulta que CD son las iniciales de compact disc. Luego, sin embargo, en el informe PISA nos dicen que los alumnos españoles andan regular en la cuestión lingüística. Tal vez, pero, ya digo, todo depende de a lo que le demos importancia.

Con detalles como éste se termina uno convirtiendo en un incrédulo.

La mayoría de los estudios y rankings y estadísticas que vemos, leemos u oímos son falaces, y casi siempre obedecen a determinados intereses. En mi caso, he llegado a tal grado de escepticismo que cada vez que leo alguno pienso que la realidad es justamente la contraria de lo que se afirma.

Se me viene a la cabeza una conocida anécdota que es posible que algunos de ustedes conozcan. Cuando se legisló en Holanda la obligatoriedad de usar casco para los ciclistas, los fabricantes de cascos se mostraron muy complacidos. Al año, una marca de estos artilugios publicó en la prensa un anuncio en el que se congratulaban de que el número de víctimas mortales hubiera descendido un veinticinco por ciento desde la obligatoriedad casquetera. Sin embargo, a las pocas semanas, en un periódico holandés aparecía un artículo en el que se decía que sí, que las víctimas habían descendido un veinticinco por ciento, pero que la razón principal era que los desplazamientos en bicicleta también habían disminuido en idéntica cifra. De lo cual podríamos deducir que los cascos, en realidad, no sirven para nada. Pero voy más lejos, voy a hacer de escéptico del escepticismo y voy a avanzar un paso en la senda de la suspicacia. ¿Cómo puñetas calculan los desplazamientos que se hacen en bicicleta? ¿Cómo saben si hay más o menos gente? ¿Preguntan a los ciclistas? ¿Preguntan a las bicicletas? ¿Hacen encuestas? ¿Los cuentan en carretera? Cualquiera de las respuestas me parece muy insatisfactoria.

Y es que, francamente, ya no creo nada de nada. Si declaran a un tipo inocente, pienso que es culpable. Si un individuo gana un premio, supongo que ha sobornado al jurado. Si alguien jura que es honrado, seguro que se trata de un canalla. Si el gobierno dice que no van a subir los impuestos, imagino que tienen previsto subirlos. Si el Fondo Monetario Internacional lanza unas predicciones económicas, entiendo que la realidad será exactamente la opuesta.

¿Y adónde quiero llegar con tanta retórica? ¿A qué obedece esta indignación? Pues muy sencillo: Messi no se merecía el balón de oro.


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  • Hermano Lobo

    Hermano Lobo | Sábado, 12 de Enero de 2013 a las 11:43:17 horas

    Las estadísticas derivadas de las encuestas no son de fiar para nada, Balsa. Está visto que el 67,38% son falsas.

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