Religión y Educación para la ciudadanía
No cabíamos en casa y parió abuela. El extravagante ministro de Educación, tal vez con la buena intención de alegrarnos las pajarillas librándonos por algún tiempo de la congoja que el desempleo, las huelgas, los diversos recortes y hasta la prima de riesgo nos producen, ha lanzado al viento un anteproyecto de Ley de Educación (tras el revuelo formado parece que se ha quedado en borrador) con, entre otras, tres innovaciones: respecto al sistema de Inmersión Lingüística en Cataluña, la asignatura de Educación para la Ciudadanía y la asignatura de Religión.
Si lo que pretendía era distraernos de otros problemas, lo ha conseguido. Pero a costa de haber crispado los ánimos de bastante gente que ha llegado casi a proclamar la insumisión si es aprobada la ley. Provocar esta crispación era innecesario cuando, en más o menos medida, los tres asuntos que en un principio fueron problemáticos, habían perdido sus aristas y habían alcanzado soluciones aceptables para la gran mayoría, aunque no fueran satisfactorias al cien por cien para algunos grupos minoritarios.
Aunque lo que más ruido mediático ha provocado sea el estudio del español y en español en Cataluña (lo conocido como Ley de Inmersión Lingüística) voy a limitarme a las otras dos innovaciones que, según ha trascendido, el ministro ha hecho tras discretas consultas con la Jerarquía de la Iglesia Católica.
LA ASIGNATURA DE RELIGIÓN
El problema de si en un estado no confesional la enseñanza de una determinada religión debía formar parte del ciclo educativo en las escuelas tenía ya una solución: habrá clase de religión para quienes lo deseen. No se violenta a nadie. A quienes creen en un estado no confesional esta solución no les convence, pero la aceptan en pro de la convivencia pacífica.
Pero la Jerarquía de la Iglesia Católica (y remarco lo de la Jerarquía) jamás se ha conformado. Sospechando lo que finalmente está ocurriendo, o sea, que el sentimiento religioso o al menos el de pertenencia a una iglesia, podría ir desapareciendo en gran parte de la población y que los alumnos que elegían la asignatura de religión fueran disminuyendo, siempre ha querido que la religión fuera una asignatura para todos y que su calificación tuviera el mismo valor que el de las demás asignaturas. Si no se podía conseguir tal cosa, exigía que los que no eligieran religión como asignatura tuvieran otra asignatura alternativa, de la que tendrían también que examinarse, lo que evitaría la fuga de alumnos de la asignatura de la religión.
Esto último es lo que quiere concederles el nuevo ministro de Educación en la nueva ley, coartando la libertad de los alumnos por exigencias de la Jerarquía Católica, lo que ha provocado la indignación de otras confesiones religiosas que se ven discriminadas y de las personas, religiosas o no, que desean un estado moderno no confesional, como establece nuestra Constitución. Entre los que se oponen a esta ley se encuentra el partido socialista que no ha sabido, cuando ha podido hacerlo, implantar una verdadera separación de la Iglesia Católica y el Estado. Bienvenido sea.
De ninguna manera la separación de Iglesia y Estado significa hostilidad del Estado hacia la Iglesia. El Estado moderno no confesional respeta el sentimiento religioso, jamás pone trabas a su ejercicio y manifestaciones y respeta las leyes eclesiásticas, siempre que no pretendan anular los derechos de los ciudadanos y las leyes civiles que los defienden. Incluso el Estado reconoce la positiva labor asistencial de la Iglesia a los más débiles y su aportación a la educación y cultura de muchos ciudadanos, ayudando económicamente a las instituciones eclesiásticas que trabajan en estos campos.
SUPRESIÓN DE EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA
También la Jerarquía ha sido siempre contraria a la asignatura Educación para la Ciudadanía, que tiene como finalidad mostrar los valores contenidos en una moral laica o ciudadana, fundamento de la convivencia social.
Para la Jerarquía de cualquier religión (piénsese en el judaísmo ortodoxo y en el Islam) no hay más moral que la que imponen sus propias creencias religiosas, lo que dio lugar durante muchos siglos a un sistema político conocido como cesaro-papismo, que pervivió entre nosotros como nacional-catolicismo en tiempos de la última dictadura. En dicho sistema el poder civil y la jerarquía eclesiástica van del brazo; el poder civil beneficiaba y reconocía como verdadera a una sola religión, con todo el cúmulo de privilegios que eso conllevaba, mientras que el poder religioso apoyaba sin reservas en todos los órdenes al poder civil, mirando para otra parte si era necesario cuando sus desmanes sobrepasaban toda medida. Se podría resumir el nacional-catolicismo en una frase: no hay boda si la Iglesia no la bendice, ni Obispo si el dictador no lo aprueba. Los escasos españoles supervivientes de la guerra civil, en la que la Jerarquía tomó parte y bendijo al bando vencedor, y muchos españoles que vivieron la posguerra y sus desmanes, comprenden lo que digo.
Al luchar contra Educación para la Ciudadanía la Jerarquía pretende monopolizar la enseñanza moral de la juventud, a quien no se le puede decir, por ejemplo, que hay diversos tipos de matrimonio o de familia o diversas formas de vivir la sexualidad; o que todas las religiones tienen los mismos derechos y deberes en la sociedad, etc., etc.
No atreviéndose a intentar conseguir de los jueces que declarasen inconstitucional la asignatura, intentó la Jerarquía conseguir de ellos que los padres de los alumnos pudiesen declararse objetores de conciencia contra la misma y no permitir que sus hijos asistiesen a las clases. Y aunque algunos jueces, por convencimiento o por otros motivos, se prestaron a ello, el Tribunal Supremo sentenció a principios de 2009 que la objeción a esta materia no cabía en la Constitución.
No obstante, una de las salas del Tribunal Supremo de la Junta de Andalucía, que se ha mostrado especialmente aliada de la Jerarquía, haciendo un alarde de “ingeniería jurídica” sentenció por tres votos a dos que un determinado alumno de un pueblo de Huelva podía dejar de asistir a la asignatura porque el método empleado en su centro “era adoctrinador” o proselitista.
La respuesta del Tribunal Supremo se ha hecho pública en estos días. Una sentencia que critica con dureza al T.S.J.A. y que se puede resumir en pocas palabras: Señores Jueces de T.S.J.A., dejen de mear fuera del tiesto, porque el sectarismo suele acabar en el ridículo.
Y en estas llegó Wert. Porque a falta de jueces, bueno es un ministro que ayude. Y ya sabemos: no cabíamos en casa y parió la abuela.
Antonio Álvarez Martín
RELIGIOSO | Jueves, 27 de Diciembre de 2012 a las 19:51:06 horas
No es verdad lo que dice el articulista. La Iglesia no dice que todos los alumnos tengan que cursar la asignatura de Religión Católica obligatoriamente, sino que el que libremente quiera hacerlo lo pueda hacer sin ningún tipo de agravio comparativo. Por otra parte, el Estado Español tiene suscritos acuerdos con los judíos, los protestantes y los islámicos, de tal manera que de solicitarlo pueden tener clase de su respectiva religión. La Iglesia pide que la clase de Religión sea evaluable y computable porque es la única manera de dar una clase en condiciones. Lo que no se evalúa se devalúa. Esto es lo que el Estado Español se comprometió a hacer al suscribir los Acuerdos con la Santa Sede. Pero los sucesivos gobiernos -del PSOE y del PP- han incumplido sistemáticamente estos acuerdos. El ministro Wert no va a hacer la Religión computable ni obligatoria. No digamos mentiras. Si se lee el Anteproyecto de ley educativa, se puede ver esto con total claridad. Se van a seguir incumpliendo los Acuerdos Iglesia-Estado y la demanda de los padres (70%) que eligen la Religión para sus hijos. La actitud de Rubalcaba es patética porque el PP va a aplicar ahora el mismo esquema que el mismo PSOE y Rubalcaba impulsaron con la LOGSE. Para más información: http://religionennavarra.wordpress.com/2012/12/25/digamos-las-verdad-el-pp-no-va-a-hacer-justicia-a-la-clase-de-religion/
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