Estimado J.M.
Procuro en lo posible no entrar en polémicas si supongo que no llevan a nada. En cambio, aunque a veces me equivoqué, no tengo ningún reparo en contestar cuando considero que merece la pena, como es en este caso. Extraigo que de tus reflexiones esperes respuesta, por ello lo siguiente: Sería muy extenso contar mi historia, que además no creo que le interese a nadie salvo a mí, pero haré las referencias imprescindibles. Llegué al PSOE con bastantes años, suponiendo que era para la época en que vivíamos la mejor opción por aquello del pragmatismo. Sí, creí que era el mejor sitio para hacer algo positivo dentro de la democracia; más allá con todo el respeto que siempre le tuve a la izquierda, no atisbé en ella futuro en la democracia burguesa que este país había decidido otorgarse. También es cierto que el PSOE en el que me afilié, Agrupación Socialista de Fuenlabrada Madrid, tenía un concepto algo diferente del que encontré en Rota, aunque no significa esto ninguna crítica, pues de no haberme encontrado a gusto no hubiera militado, sencillamente. Acepto que tu valoración sobre mi compromiso te parezca ruin, todo el mundo tiene derecho a poner calificativos a los demás, no voy a entrar en eso, a no ser que me lo indiques como elemento de discusión que no tendría ninguna intención de eludir. Admito que mi actitud en el PSOE de Rota no fue ni entusiasta, ni abnegada; procuré ser siempre respetuoso, alguna vez crítico y otras muchas complaciente, porque ante todo me gusta reconocer los esfuerzos de los demás. He de confesar que, aunque me sentí muy contento de pertenecer a este colectivo, nunca me ilusionó tanto como para entregarme como creo se deben entregar los militantes.
En cuanto a la crítica, con la vehemencia que hayas querido emplear en mi salida del partido, te diré que estás muy equivocado. El único y fundamental motivo por el que dejé el PSOE, aunque ya habían ocurrido bastantes cosas que lo podrían haber justificado, fue encontrar una alternativa en la que me sentí absolutamente libre y que ofrecía, en alguna manera, aquello que había estado echando en falta desde que la “bendita transición española” acabó con la esperanza de quienes creíamos en una opción más radical, que fue mi norte desde que muy jovencito tuve conciencia de que el mundo, y sobre todo este país nuestro, se podía cambiar.
Ese es el único motivo que me llevó a dar el paso. Hasta entonces, y la gente que compartía conmigo el compromiso con la nueva manera de entender la lucha ciudadana saben, me encontré durante meses en una disyuntiva prácticamente esquizoide, de tratar de conjugar mi reconocimiento a la gente amiga con la que compartí militancia en el PSOE y los nuevos horizontes que se me abrían con el 15-M. Pero como dice el bolero “Cómo tener dos amores a la vez y no estar loco”, llegó lo inevitable. Eso sí. Sin creerme nadie, que no lo soy, lo hice en silencio y en el momento que menos daño pudiera hacer, para ello elegí el mismo día de las votaciones, para que mi salida no sirviera para desanimar a nadie, perdón por mi pretenciosidad, ni que se viera como una huída, que si otros no lo ven así, lamento decir que no es mi problema. Sigo estando dispuesto a dar explicaciones, siempre que se planteen de forma educada.
Quizá debiera justificarme, aunque sólo sea porque lo aludes, no porque yo lo necesite. Donde estoy ahora, sin que se me quiebren las entrañas del esfuerzo, me entrego porque tengo iluisión a pesar de mis muchos años, y mientras me queden ésta y las fuerzas, trataré de seguir.
Y como en el fondo sería absurdo decir que no me gustan las polémicas, pues parece que nadie me cree, repetiré lo dicho con más contundencia, mantengo todos los argumentos expuestos en la carta y repetiré algo que quiero que quede claro. En toda la historia de este país, la única época de una política digna de recordar que ha existido por su compromiso social ha sido la primera legislatura de Zapatero y los intentos fallidos republicanos del1931 y 1936: ni Rajoy, ni Aznar, ni F. González, ni Calvo Sotelo, ni Suárez, ni Franco, ni Lerroux y Gil Robles, ni Berenguer, ni Primo de Rivera, ni Alfonso XIII, ni Alfonso XII con Cánovas, ni con Sagasta, ni los cuatro presidentes de la 1ª República, ni Amadeo de Saboya, ni Isabel II, ni María Cristina, ni Fernando VII, ...paremos: sé que me estoy excediendo.
Manuel García Mata
J.M. | Domingo, 02 de Diciembre de 2012 a las 21:20:22 horas
Comunico a los foristas habituales de este medio que en adelante le cedo mi seudónimo J.M. a la persona que me ha usurpado el mío. Seguiré poniendo mis comentarios que vea oportuno con otro seudónimo distinto.
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