Balsa Cirrito
MERDE DE DEMOCRACIA
Las ideas hay que decirlas. Ponerlas en circulación. Dejarlas que vivan, que se emancipen y que conozcan mundo, que ya verá el mundo luego lo que hace con ellas. Si hay algo en lo que creo que nos encontramos la mayoría de los ciudadanos de acuerdo es que la democracia, nuestra democracia, es una merde. Una merde grande, maloliente y orgullosa de su condición merdesca. Lo cual, por supuesto, no significa que nos hayamos vuelto simpatizantes de los regímenes autoritarios, porque las dictaduras son merdes de tamaño mucho mayor todavía; significa que no nos gusta la merde porque haya otra de superior tamaño y sea aún más nauseabunda.
Mierda.
Si miramos lo que tenemos, nos sobran motivos para escupir en las papeletas de los votos, que, entre otras cosas, parece ser lo casi único a lo se reduce nuestra democracia, esto es, a ir a votar de vez en cuando. Luego, los votados hacen lo que les sale de las narices, independientemente de lo que hayan prometido. Roban, negocian, colocan a sus familiares y a sus amigos, se indignan cuando se les acusa de falta de honradez y, como somos así de imbéciles, a menudo se les vota de nuevo para que sigan divirtiéndose (y cuando hay algún político honrado que no trinca – estoy pensando en Domingo – no le votamos lo suficiente).
Pues echémosle imaginación. La democracia parece un cuadro de Zurbarán, que da miedo cambiarlo de sitio no se vaya a quebrar. Las reglas, siempre las mismas, se dirían eternas.
Cambiémoslas. Si no funcionan, inventemos otras.
Hace unos meses planteé una idea que mis queridos lectores se tomaron con cierto escepticismo. O, para qué vamos a negarlo, se la tomaron con bastante cachondeo, lo cual resultaba lógico, ya que yo mismo la propuse como una broma. He vuelto a pensar aquello y vuelvo a plantearlo, aunque ahora un poco (sólo un poco) más en serio, añadiendo algunas otras.
¿Cómo podríamos mejorar la democracia, hacerla más justa, menos corrupta y amada por los ciudadanos? Cualquiera sabe. Pero ahí van una serie de posibilidades.
En vez de un voto, deberíamos tener cinco. O seis. O diez. Algo parecido a la elección del balón de oro. Es decir, cada ciudadano en lugar de una papeleta dispondría de varias, y las podría distribuir como mejor le pareciera. Así de chulos. Por ejemplo, le doy tres al PSOE, dos al PP, dos a IU, uno a UPD y otro al PNV. Esto, que parece insignificante, echaría todo el tinglado abajo. Permitiría que los votantes expusieran matices. Rompería la dinámica de las adhesiones inquebrantables. Evitaría que el pez partido grande siempre (siempre, siempre) se comiera al pez partido pequeño (por más que a menudo merezca que se lo coman).
Otra idea. En vez de elecciones cada cuatro años, elecciones cada dos. El programa de gobierno ése que vemos tan a menudo, ése tan utilizado que presenta lo siguiente: tres años a la bartola y uno sacando notas de prensa diciendo lo mucho que tienen previsto hacer un día de éstos y poniendo primeras piedras de edificios que nunca se terminan, ese plan, ya no funcionaría.
Otra. Prohibición absoluta de contratar a familiares y a miembros del partido gobernante. Eso sí, con esta medida algún partido se quedaría sin militancia. (Yo no he citado ninguno, ¿por qué están pensando lo que están pensando?).
Más. Los políticos no pueden ser reelegidos para un cargo. Sólo una elección en el poder. Nada de four more years!
Más. Cuando se abandona la política, a la vida civil, sin cargos oficiales ni puesto en empresa pública ni como personal de confianza.
Otra (fundamental). Prohibición de comidas oficiales en todo el territorio nacional, salvo las del rey y las del presidente del gobierno. Todos los demás que se paguen sus cubiertos o que coman en su casa (Hace tiempo me contaba un alcalde de una ciudad no andaluza que almorzaba o cenaba fuera de su hogar, por motivo de su cargo, unas cien veces al año. “¿En cuántas pagas?”, le pregunté. “Nunca”, me respondió con mucha dignidad).
Más…
En realidad, podríamos seguir un rato, pero mejor dejarlo aquí. Entre otras cosas porque me he dado cuenta de la única solución viable: que nos gobierne un ordenador. Presidente Hewlett Packard. Diputado Olivetti. Alcalde IBM. Sí señor, un buen programa de computadora, por supuesto con el mejor antivirus posible. Peor no nos iban a ir las cosas y, por fin, tendríamos la seguridad de que nos gobierna alguien honrado. Al fin y al cabo, ¿cuál puede ser el soborno para un ordenador?
(Y una voz maligna me responde al oído: “Diez megas extra para la conexión a internet”).
para cirrito er intelectual | Jueves, 29 de Noviembre de 2012 a las 17:32:10 horas
no sabia que en roma habia "elecciones" yo pensaba que los senadores que eran patricios (casta noble) votaban al consul y tambien pensaba que julio cesar era un dictador. Al igual que tengo entendido que bush gano por falsear las votaciones en el estado de su hermano en florida, pero gracias por volver a enseñarme siempre da gusto que gente intelectual explice la historia de roma con 28 palabras.
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