DE AQUELLOS BARROS SON ESTOS LODOS


  
  
Hace poco más de un año el Partido Socialista Obrero Español negoció con el Partido Popular la modificación del artículo 135 de la Constitución.

Corría el mes de agosto del verano del 2011. En las elecciones del otoño siguiente el PP fue el vencedor con una amplia mayoría. Una buena parte de los analistas políticos han coincidido en que el partido conservador se erigió en ganador más por el descontento de la ciudadanía hacía el PSOE que por meritos propios. Lo que desconocía esos votantes era que la Política Económica de los populares ya estaba marcada desde el verano pasado en que ambos, aprovechando las vacaciones estivales, reformaron la Constitución. Bruselas marcaba el camino a seguir. La crisis económica, que empezó con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la caída de bancos por falta de liquidez debido a sus falseados datos de rentabilidad y beneficios, salpicó a todo y a todos. En nuestro país, donde la dependencia del “ladrillo” con sus magníficos datos sobre el empleo provocaba la hinchazón pectoral de nuestros dirigentes, las consecuencias de la crisis fueron peor que en otros países.

Pero todo esto ya lo sabemos. Por eso ya las encuestas sobre la intencionalidad del voto de los españoles indican una tendencia a la desconfianza sobre los grandes partidos de nuestro país. El PP baja en la intención de voto y su líder no inspira ninguna esperanza. Pero tampoco el otro “socio de la modificación del artículo 135”, el PSOE, goza de la  fe del electorado.
Lancemos al aire preguntas incontestables y juguemos a deducir que recortes y ajustes hubiese llevado a cabo el PSOE de haber vuelto a ganar las elecciones para poder cumplir el objetivo de déficit y, por tanto, de gasto público, y cumplir así la meta marcada por el artículo 135 de nuestra Constitución.  Posiblemente hubiésemos encontrado las mismas o parecidas respuestas.

De aquellos barros, son estos lodos. De aquel pacto de modificación de la Constitución, del artículo 135, vienen estos recortes y estos ajustes. Y, lo más grave, sin haber consultado con la ciudadanía. Ni siquiera sin haber dado opción al debate. Sólo con la negociación de los dos grandes partidos.

Contra esta situación creada se levantan muchas voces. Y cada vez son más los que se alzan contra este tipo de Política. Sobre todo, porque estas medidas empiezan a afectar cada vez a mayor número de ciudadanos.

Lo más grave de todas estas cuestiones es que no están solucionando los problemas de los españoles. Ni siquiera de la Hacienda Pública, dado que estamos a punto de “ser rescatados”. Tanto sufrimiento para nada.

Entre las diferentes voces que se levantan se encuentra la del Sindicato Andaluz de los Trabajadores. No, no voy a hablar de José M. Sánchez Gordillo y de Diego Cañamero. Aunque algo habrán contribuido a que los Poderes (no diré económicos) Políticos se empiecen a dar cuenta de que “algo” está fallando con la aplicación de estas medidas. La Comisión Europea pedía hace unos días salarios mínimos que permitan vivir dignamente. Textualmente expresaba: “todo el mundo debe disponer de un salario que le permita vivir por encima del umbral la pobreza”.

Esta valoración refleja el nivel de preocupación de la Comisión Europea ante unas políticas de ajuste que a día de hoy no han dado frutos.
De algo están sirviendo las protestas y las manifestaciones. Nuestros dirigentes políticos no saben cómo sacarnos de esta situación. Improvisan medidas para recortar el déficit pero no lo consiguen.

Una semana recortan los salarios a los empleados públicos y a la siguiente recortan las inversiones. Otro Consejo de Ministros acuerdan subir el IVA, y en otro se plantean eliminar la paga extra de Navidad a los funcionarios.

Y la situación no mejora. O se replantean otra Europa más social y menos económica, o todo se va al garete. O se coloca la Economía al servicio del  ciudadano y no a la inversa, o se crea una sociedad con cada vez más pobres.
Salud.



                                                                                                            ANTONIO FRANCO GARCIA