Desde Portugal con amor
Lisboa acoge a los viajeros con el fuerte calor de las cuatro de la tarde, una hora menos en Canarias y también en Lisboa. El calor no va a ceder a no ser por la suave caricia que desprende el poniente renovador venido del Mar de la Palha, que el Tejo suministra de agua suficiente para calmar la sed del más bello de los océanos.
Uno recuerda tiempos pasados y reconoce esa belleza distinta con su enérgica carga ibérica y sus continuos flash-back que te transportan por momentos al París de la Belle-Époque, incluso entradas al metro como la de Picoas parecen rescatadas del Barrio Latino. Sus gentes son, si cabe, todavía más amables, más cariñosas y más serviciales, sin caer el el cínico servilismo que acompaña a muchos de los trabajadores al servicio del cliente foráneo en otros países mediterráneos.
Si tiempo atrás era proverbial la belleza masculina, nunca se ha concentrado tanto guapo canoso en ningún lugar del mundo, como especialidad autóctona, la belleza de la mujer portuguesa ha aparecido deslumbrante y rompedora. El mestizaje que caracteriza a Portugal en lo cultural, también se aprecia con rotundidad en las féminas lusas.
Pero no todo el monte es orégano: si la ciudad compite en modernidad, clase y estilo, con las más elegantes ciudades europeas, Milán, Londres, París, Madrid y otras, las miserias hace tiempo casi inexistentes se manifiestan al lado de las grandes avenidas, de los nuevos barrios residenciales y de los grandes edificios; no es extraño encontrar caserones a punto de ruina, aceras descuidadas, con pavimento irregular, levantado o inexistente, o la calzada llena de baches, todo frente a los escaparates de Prada, Louis Vuitton, Dolce & Gabana, Gucci, Hermes, u otra de las grandes. Al hilo de las miserias urbanísticas, son aún más dolorosas las miserias humanas: los vagabundos controlan sus bancos como territorios organizados en las amplias avenidas, como la zona central de la Avenida de la Libertad.
Las tiendas, a pesar de su profesionalidad y agrado con el cliente, ven pasar las horas prácticamente vacías. El reducido campo del mundo del trabajo llena las calles de gente sin esperanza. Los "gorrillas" pasan de ser un elemento de la picaresca a convertirse en una de sus pocas salidas a la necesidad; a todas horas tratan de buscarte huecos en los inexistentes lugares de una ciudad donde aparcar es imposible sin pagar, hasta en los barrios más alejados. Grupos de hombres se apiñan en plazas dejando pasar tristemente el tiempo. La ciudad muestra la terrible decadencia que la crisis acarrea. La intervención europea no ha servido para nada. Se ven carteles reivindicativos de los desempleados organizados, de las juventudes comunistas y de quienes recuerdan el glorioso 25 de Abril enfrentados al sistema.
Pero también queda lucidez e imaginación. La Expo ´98 es uno de los pequeños motores que aún sigue generando dinero; un espléndido Oceanario, como ellos lo llaman, expone un mundo de seres marinos de lo mejor del planeta, y el recinto sigue vivo. Cuánto hay que envidiar por nuestra parte del impresentable estado de la Expo´92 y su mínimo aprovechamiento. Ójala seamos capaces de imaginar algo distinto de lo que nos espera, el ejemplo está aquí.
Manuel García Mata

































J.M. | Jueves, 13 de Septiembre de 2012 a las 14:09:02 horas
Me alegro que estéis pasando unos días ahí de vacaciones. Es interesante como ciudad y como ciudadanos. Dicho ésto, yo a lo mío. Y digo: lleva Vd. razón como ha terminado su articulo. Y la prueba está en España. Aquí, como allí, También quitaron a los socialistas para poner a la Derecha que venian prometiendo. Y ahora no dan, Na 'Mas que disgustos. más paro y más recortes sociales.
Saludos,
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