Balsa Cirrito
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FEMINICHISMO
Podemos llamarlo feminichismo. La palabra resulta fea, pero el concepto tampoco es una maravilla, así que no vamos a emplear nada mejor. El feminichismo avanza con una fuerza cada vez más poderosa, se enseñorea de los medios de comunicación y amenaza en convertirse (si no lo es ya) en la ideología políticamente correcta y dominante.
¿Y qué es el feminichismo? Pues sencillamente un cruce entre las opiniones feministas intransigentes y las actitudes de lo que antaño se llamaba machismo. Las feminichistas, ya digo, van dominando el mundo. En la actualidad, con mucha sutileza, se nos programa para que contemplemos de forma negativa el papel masculino en la sociedad y, al mismo tiempo, para que consideremos de manera positiva el de las mujeres.
Hace unos meses (y comencemos con la ristra de ejemplos) podíamos ver un anuncio televisivo que casi parecía el brazo armado del feminichismo, y que mostraba a un niño lloroso y que decía con voz compungida: “¡Papá, no me pegues!”. El anuncio iba de malos tratos, y de manera bastante clara, sugería que el papel más frecuente en el hombre es el de arrear hostias. En realidad sólo corroboraba una idea ya muy asentada: en las relaciones entre el hombre y la mujer, el hombre es el malo. Traten de encontrar una película donde la mala de la pareja sea la mujer, les aseguro que les va a costar trabajo. En las infidelidades, si son masculinas se nos dice que el marido es un chulo putas. Y si son femeninas se nos sugiere que también es culpa del marido, que no trataba a su mujer como se merecía.
Pero, además, las mujeres comienzan a arrogarse papeles que creíamos sepultados en las comedias de Alfredo Landa de los años sesenta. Un par de anuncios. En uno vemos un montón de tías que van a una discoteca, una de ellas, al pasar, palpa el trasero del tipo de la puerta. Otro anuncio. Una señora madura ve pasar un guapo joven por la calle y le lanza una mirada lasciva. La voz en off anima a la señora: “cómete un yogurín”, le dice. ¿Se imagina alguien esas mismas escenas con los papeles cambiados? ¿Alguien puede creer que en un anuncio un cincuentón vea pasar a una mozuela de veinte años y que se escuche susurrar al locutor: “Cómete una yogurina”?
Seguramente han oído en muchas ocasiones esa afirmación de que las mujeres son mejores que los hombres en los estudios. Más constantes y más trabajadoras. (Todavía no han llegado a decir que las mujeres son más inteligentes, pero pronto llegará, no se apuren). Imparto clases en un instituto y doy fe que, con matices, se trata de una hecho cierto. Sin embargo, es muy probable que nunca hayan escuchado que esas mismas estadísticas se revierten al llegar a la universidad, y que en los últimos cursos de los estudios superiores los chicos acostumbran a prevalecer sobre las chicas. El mensaje parece ser que hubiera que presentar a los hombres como seres primitivos e incultos, sólo capaces de interesarse por el fútbol, la pornografía y los videojuegos. En este sentido, las series de televisión suelen marcar tendencia. Traten de encontrar en un serial televisivo un personaje masculino netamente positivo. Antes se toparán con el arca perdida.
Los valores femeninos parecen haberse convertido en los canónicos. Un hombre se supone ahora que debe ser sensible, y que debe saber expresar sus sentimientos, y, si es posible, emocionarse viendo el anuncio de la Lotería de Navidad. Pero, ¿de verdad queremos a tanta gente sensible? ¿Realmente nos interesan tanto los sentimientos de los demás? No sé, antaño las mujeres admiraban a los tipos duros; ahora parece que lo que más valoran es que un hombre sea capaz de programar el lavavajillas y de escuchar a pie clavado como le cuentan con diez mil palabras un hecho que podía haber sido explicado con doscientas cincuenta.
El símbolo de las feministas, al menos el que vemos en las manifestaciones, se construye alzando las dos manos y uniendo índice con índice y pulgar con pulgar. Seguro que lo han visto en muchas ocasiones. Tratan de representar una vagina. ¿Alguien se imagina que en manifestaciones de hombres (por ejemplo, las de los padres divorciados que piden tener los mismos derechos con los hijos que sus ex esposas) éstos alzaran un brazo con el puño cerrado tratando de simbolizar un pene erguido? ¿Verdad que no? Pues eso.












Antonio Ruiz | Martes, 04 de Septiembre de 2012 a las 10:29:58 horas
Y que vayan menos al bar,
estoy de acuerdo con Nuria.
Por cierto me encantan tus articulos cirrito, animo y alegria
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