Balsa Cirrito
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LA PESTE NEGRA
En los años setenta, al menos en el cine, el fin del mundo parecía que iba a llegar de la mano de una guerra nuclear. En los ochenta y en los noventa, se promocionó la idea de que pereceríamos en algún cataclismo, preferentemente un meteorito descontrolado, a merced de lo que pudiera hacer Bruce Willis para evitarlo. En los dosmiles y es una tendencia que llega hasta la actualidad, las películas anticiparon una hecatombe universal con cierto rollito entre místico y trascendente. (Según Jordi Évole, en España el fin del mundo tiene lugar en los telediarios cuando dan las noticias económicas, pero ese es otro asunto).
En mi opinión, sin embargo, lo más probable es que el Apocalipsis sea provocado por algún hacker de diecisiete años frente al ordenador (ahora que lo pienso, esa era la idea de una peli de los ochenta, Juegos de Guerra).
Mi primer ordenador fue un Amstrad, en el que la información se recogía en cintas iguales a las de casette. El siguiente, también fue un Amstrad, con discos flexibles de 5,25. Luego un procesador, con discos rígidos de un formato muy extraño, 3,25. Mi siguiente ordenador incluía una disquetera, y es la que ha llegado a ser más popular, ésta para disquetes de 3,5. Ahora todos tenemos diferentes dispositivos USB para almacenamiento. Y esto en menos de veinticinco años.
A lo que voy, tenemos todos los huevos puestos en la misma cesta. A la caída del Imperio Romano, sobrevino un desastre cultural de colosales proporciones que hizo desaparecer entre el ochenta y el noventa por ciento de las obras creadas en Occidente. Aunque en realidad, no fue un solo desastre, sino el cúmulo de docenas y docenas de ellos. Ahora, en cambio, un único individuo podría cargarse toda la cultura del mundo desde su casa.
Para empezar, todo ese baile de dispositivos. Aún hoy día, se podría dar el caso de que descubriéramos una nueva obra de Aristóteles, sepultada en una jarra de barro, escondida en el desierto. A decir verdad, con cierta frecuencia se siguen encontrando manuscritos de la antigüedad, y somos capaces de leerlos. Pero ahora imaginemos que dentro de unos doscientos años alguien se tropieza un disquete (mismamente de 3,5) que hubiera pertenecido a Almudena Grandes o a Felipe Benítez. En su interior se hallan varias obras literarias, pero sería casi imposible que fuéramos capaces de leerlas, porque ni nosotros ni probablemente nadie tendría los dispositivos adecuados para leer el disquete (aparte de que cualquiera sabe por qué Windows van en el siglo XXIII).
Por otro, todo lo que tenemos se halla en soporte digital. Los libros, la música, los conocimientos. Bastaría un virus poderoso (ese que decimos que podría crear un hacker de diecisiete años) para infectar el mundo y terminar con la mayor parte de sus conocimientos.
Durante muchos siglos, el mundo padeció numerosas epidemias de la Peste. Todas terribles, algunas inimaginables, como la del siglo XIV, que liquidó a la mitad de la población europea.
Es inevitable que en un futuro próximo experimentemos el equivalente a la Peste Negra, pero en el ámbito informático. Un virus ADSL asesino que termina con los discos duros con la misma facilidad que el FMI con nuestras esperanzas. Sólo es cuestión de tiempo, y mucho está tardando Hollywood en pergeñar una película con semejante argumento. Falta imaginar cómo saldríamos de esa cibercatástrofe.
Aunque cualquiera sabe, esa misma Peste Negra que tanta gente eliminó en Europa y especialmente en Italia, fue también una de las principales causas de que aflorara ese glorioso periodo que conocemos como Renacimiento. Lo mismo con todos los ordenadores, Ipads, E-books o MP5s inservibles aprenderíamos otras cosas. Y sin necesidad de presionar botones.
(¿Por qué me pongo tan trascendente? Fácil: están a punto de terminar las vacaciones).












guacamole | Miércoles, 29 de Agosto de 2012 a las 18:51:47 horas
Sin duda que este no es de tus mejores artículos... buff
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