Víctor Maña
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A LOS Y LAS INTERESADOS E INTERESADAS LECTORES Y LECTORAS
¿En qué se parece la letra “o” a un varón? En nada, y no se afanen en buscarle una lógica,
pero a la lengua española le da por construir con ella las terminaciones de las palabras masculinas, como asocia la terminación “a” a lo que es femenino. Naturalmente se necesita mucha imaginación para atribuirle masculinidad a “un ladrillo, un naranjo y un dado” y feminidad a “una libreta, una yema o una bandeja”, pero así son “la cosas”, masculinas o femeninas, y no hay que darle más vueltas. Otra cosa es cuando, en vez de a objetos neutrales, les queremos asignar terminaciones vocálicas a los seres sexuados.
En la UNED (Universidad a Distancia) se acaba de editar una guía repleta de sugerencias para que cada sexo esté escrupulosamente representado en el lenguaje empleado por la administración para así eliminar el denominado “lenguaje sexista”.
Yo nunca he entendido por qué parecería sexista mencionar a “los tutores de los alumnos de un colegio” cuando en mi opinión hablar de “los tutores y las tutoras de los alumnos y las alumnas”, como sugieren que se escriba la Guía de la UNED, resulta mucho más sexual y genital. En una primera acepción, la palabra “sexismo” es definida así por el diccionario: “Atención preponderante al sexo en cualquier aspecto de la vida”. Ni siquiera la segunda acepción del vocablo es aplicable al tema que nos trae: “Sexismo: Discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro”. O sea, que los que acusan de sexismo a diestro y siniestro ni siquiera se toman antes la molestia de consultar el diccionario para tener claro en realidad de qué acusan.
Y es que, puestos a reflexionar seriamente, en el tema de las discriminaciones los perjudicados podrían repartirse las quejas también por sexos.
Razonamiento habitual femenino: No es justo que cuando hay hombres y mujeres en una reunión haya que dirigirse a todo el grupo con sustantivos o adjetivos o participios como “alumnos aprobados admitidos”, que teóricamente es la terminación de plural del masculino.
¿Y nosotras las mujeres, qué?
Contra-razonamiento masculino: No es justo que las mujeres dispongan de una terminación exclusivas para el plural femenino “alumnas aprobadas admitidas” y qué los del sexo contrario en cambio carezcamos de una terminación que deje claro que todos los presentes son sólo hombres. ¿Es que nosotros no tenemos derechos a un verdadero y exclusivo masculino plural?
Digámoslo claramente: son los políticos -y no la población hablante- los emperrados en que el lenguaje no sirva para comunicar neutralmente y los que ven fantasmas y conspiraciones sexistas por doquier. Pero yo, desde estas páginas, y como lingüista generoso que soy, les ofrezco gratuitamente la solución al problema, que no es otra que la de aplicar un pequeño cambio en la denominación de las categorías gramaticales para no tener que modificar los plurales a cada momento. Si en una plaza un ricachón abre un cofre rebosante de dinero y grita “¡Vengan todos, regalo billetes!” es seguro que acudirán a la carrera hasta el cofre tanto hombres como mujeres. Es decir, que la palabra “todos”, como lo entienden los hablantes, NO es un plural dedicado a los hombres sino obviamente un plural “unisex”. Si ese señor hubiera gritado “Vengan todas, regalo billetes” los varones con seguridad habrían protestado, confusos y despechados, “Y nosotros ¿por qué no?”. Me temo que habrá que repetir el concepto para que lo asimilemos correctamente: si a la palabra “todos” reaccionan tanto hombres como mujeres es porque “todos”, pronombre indefinido terminado en “os”, al ser utilizado produce una reacción idéntica en hombres y mujeres. Termina en “o” plural, es cierto, pero como termina Rosario o Sagrario, y no por ello nos las imaginamos con bigotes y patillas. De manera que el esquema real del género y del número queda establecido así: singular masculino, singular femenino, plural femenino y plural unisex. Fin del problema. No existe un plural masculino que al ser pronunciado sólo produzca reacción en hablantes del sexo masculino.
El lenguaje es como es, y son los humanos los que les dan nombres a las categorías gramaticales. Si éstas no atienden a la realidad pues se cambian. Plural unisex es más acertado para una categoría de plural a la que atienden ambos sexos.
Pero además, digamos la verdad, estos políticos moralistas y pejigueras ¿es que pretenden que nos creamos que ellos utilizan en la intimidad la jerga que predican en público? “¡María, cariño, viste a los niños y a las niñas que ya estén duchados y duchadas que ya mismo llegan los abuelos y las abuelas”… Todas las palabras que predican en público en casa se las comen y tan contentos se quedan.
Después está la feminización de los sustantivos de profesiones que tradicionalmente y a lo largo de la historia -pero ya no- han estado en mano de sólo hombres. La teoría es terriblemente simple:
1) Masculino en “o” / femenino en “a”
2) La letra “e” es neutral.
El femenino de médico es médica. El femenino de presidente es presidente, o mejor dicho, presidente carece de partícula de género, como mucho se le añade un artículo “el presidente, la presidente”. Ahora bien, “la médica”, aunque correcto, no termina de gustarle a nadie y “la presidenta”, aunque incorrecto, ya está en boca de todos. Totalmente cierto. Eso significa que la lengua es propiedad de los hablantes y que si los hablantes decidimos abrumadoramente forzar las reglas pues forzadas quedan. Pero por suerte los hablantes somos todos y no nos reunimos para editar Guías sobre cómo hacer evolucionar el idioma (“presidenta” sí ha calado, pero “cantanta” o “amanta” no: por suerte la población es ácratamente caprichosa…)
La Guía de la UNED aborrece del extendido uso de la arroba @ para evitar usar el masculino plural (que nosotros ya sabemos que es sólo un “plural unisex”) y en vez de “estimad@s compañer@s” pretende que se use el burocrático “estimados/as compañeros/as”. Efectivamente la arroba no es un signo demasiado serio al parecer, pero en documentos más desenfadados yo diría que molesta menos. Lo que no explica la UNED es cómo hay que leer ese encabezamiento en voz alta, ¿se lee tal cual “estima-dos-as compañe-ros-as”? En cualquier caso el deseo de quedar siempre bien con todos los presentes a veces conduce a curiosas paradojas. En una ocasión una delegada de la Consejería de Educación se dirigía a los componentes de una reunión formada por ocho compañeras mías y un servidor. La primera vez que le dio las gracias “a todas y todos por vuestra presencia” yo erguí el cuello y exclamé “¿a todos?” mientras buscaba (con una pizca de mordacidad) a otro hombre alrededor de la mesa. Ella me miró inquisidora y siguió con su charla evitando en adelante repetir la fórmula para optar por la segunda alternativa antisexista preferida “todas las personas presentes”: en efecto cuando en una concurrencia hay muchas mujeres y un solo hombre yo propondría la fórmula “Gracias a todas y a todo él”, pero suela raro y no creo que me la acepten, ni por ser filólogo.
Vale, estas, como ven, son disquisiciones sosegadas, entre nosotros que somos amantes de las palabras. El problema es cuando quien juega con las palabras es una ministra y se le escapa en público la existencia de un nuevo colectivo, las “miembras”. O no se le “escapó” desde el momento que ya al día siguiente andaba justificando el uso de tal vocablo ante el revuelo periodístico. Hablar de “miembras” no es menos delirante que proponer que una mujer cuentacuentos pase a ser llamada cuentacuentas, o que un chaval, por ser hombre, se dedique a ser recogepelotos. Hay maneras metafóricas de llamar a las personas y así una mujer puede ser un portento y un hombre una mina (y no una portenta y un mino respectivamente). En este sentido, el hecho constatado de que no exista un sólo hombre incómodo por ejercer una profesión terminada en “a” (guardia, terapeuta, astronauta, futbolista o pirata) induce a pensar que más que voluntad de mejorar el idioma, para defender el derecho de las mujeres, se trata de simple aburrimiento de empleados en horas de oficina de la UNED de 8 a 3.
- Hoy no hay tarea, ¿qué hacemos?
-Venga, vamos a crear una Guía lingüístico-moral sobre el correcto uso de la lengua.
-De acuerdo, nosotros nos encargamos de comentárselo a los profesores tutores…
-Querrás decir “nosotros y nosotras se lo comentaremos a los profesores y profesoras tutores y tutoras…”
- Pero si son sólo dos, un hombre y una mujer….
-Pues al “profesor y a la profesora tutor y tutora…”
(…)
Y así se les fue la mañana.












J.M. | Martes, 21 de Febrero de 2012 a las 20:19:49 horas
Resulta interesante por lo bien explicado, nada más. Porque yo no he pasado de la EGB y todo lo que expones ya me lo habían enseñado en el colegio. Enhorabuena por la alabanzas que has conseguido; merecidamente.
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