La guerra de los virus
re, entendido el vocablo como referencia a la Humanidad, o la raza humana (como prefieran), sólo actúa al unísono en las películas de ciencia ficción, como “La guerra de los mundos”, cuando se sienta amenazada por un enemigo común.
En la película mencionada, el arma que acaba con los alienígenas que están destruyendo al hombre es una bacteria a la que estos no son inmunes.
En el año 2019 no nos invadieron los extraterrestres. Esta vez, la invasión fue real e intrínseca. No se trataba de la bacteria que derrotó a los invasores extraterrestres en la película, sino de un virus que amenazaba al ser humano. Igual de mortífero que los aliens de la película.
La ciencia ficción en este caso, deseable además, es que todos los países se hubiesen unidos para luchar contra el enemigo común que nos atacaba inmisericorde. Ustedes dirán que no era esta la primera vez que el ser humano se enfrentaba a una pandemia. Y tienen razón. La diferencia es que, en esta ocasión, el nuevo virus traspasaba fronteras y océanos de un modo imparable. Pero, no. Cada gobierno tomó las recomendaciones que consideró oportunas en función de sus intereses, sin importar las víctimas que cayeran. Los negacionistas, ese fenómeno social que desde mi punto de vista forma parte de lo anormal (paranormal, si lo prefieren), comenzaron a ganar adeptos.
Las ideologías de la derecha más extremas hablaban de golpe de estado por la medida de confinamiento que se adoptó en aquellos cruciales momentos.
En nuestro país se contabilizaron cerca de ciento veinte dos mil fallecidos por el Covid. No me quiero imaginar el número de finados, no ya en nuestro país sino en el resto del continente, si los gobiernos europeos hubiesen estado presididos por partidos políticos de extrema derecha.
El pasado 27 de diciembre se celebró, impulsado por la OMS, el Día Internacional de la Preparación ante las epidemias.
La Organización Mundial de la Salud reconoce así que la pandemia por Covid-19 era mucho más que una crisis sanitaria. Se trató de una crisis económica, humanitaria y de seguridad que se alineaba en una crisis de los derechos humanos porque no todos los ciudadanos de los diferentes países sufrieron los efectos de la pandemia de la misma forma. Las vacunas no llegaron a todos.
Me pregunto si los objetivos de ese Día Internacional se están cumpliendo, si los gobiernos de los diferentes países están acordando estrategias comunes para hacer frente a las futuras epidemias. No es mi intención caer en el pesimismo a estas alturas del calendario, pero no hace falta ser futurólogo para pensar que la siguiente pandemia puede estar al llegar. Donald Trump ya anunció, nada más tomar posesión de la presidencia, que Estados Unidos dejaría de formar parte de la Organización Mundial de la Salud. La manera de actuar de los gobernantes de este planeta nuestro debería ser de unanimidad frente a retos comunes. Nos movemos en el campo de la ciencia ficción o del optimismo desmesurado viendo el panorama. Si las grandes potencias no se ponen de acuerdo a la hora de tomar medidas contra el cambio climático por intereses económicos, mal vamos. Nacerán, o se crearán nuevos virus, que se convertirán en un enemigo común (una pandemia) cuando menos lo esperemos.
Si los valores morales comunes se apartan en favor de los valores económicos, mal futuro nos espera. ¡Sálvese quién pueda!












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