Lotería de Navidad. Sentimientos y razón
“El sorteo que nos une”. Le supongo conocedor del anuncio televisivo de la Lotería de Navidad de este Año del Señor de 2025, ya sabe, esa especie de cuña detectivesca alrededor de un décimo enmarcado que, a su vez, esconde una historia personal guardesa de sensaciones y sentimientos, todo ello condensado en un viejo décimo; una historia personal y la presunción de que existen tantas como décimos, éste es el centro de una publicidad comercial que nos induce a reflexionar sobre porqué jugamos tantos a este sorteo en concreto. Perdonen la auto mención, nunca participo en ninguno de ellos y sin embargo sí lo hago en éste, formo parte del ritual colectivo que es dicha mescolanza de costumbre, ilusión, tradición o superstición y sí, también cierto temor de que les toque a personas de mi entorno y a mí no, por no haber comprado. Así somos los humanos y de estos mimbres estamos hechos, demasiado humanos. De alguna manera el sorteo es un fenómeno social que vivimos como un motivo de celebración dada la presencia en el mismo de diferentes agentes como: su marcado carácter casi ritual, importante dimensión social, el humano acto de compartir o el conocido “factor esperanza”, que terminan por proporcionarle buena parte de su encanto y atractivo.
Claro que también está la emotividad de los niños de San Idelfonso, qué decir de ellos, o el sencillo pero eficaz funcionamiento del mecanismo del sorteo a base de dos bombos, uno con los 100 000 números y otro con los 1807 premios de forma que, cuando sale una bolita con un número del primero, se le asigna el premio salido en otra bolita del segundo; una dinámica que acaba cuando han salido todos los premios y no queda ninguna bolita en el segundo. Sin olvidarnos de otros factores por supuesto como: la reconfortante pedrea, esa lluvia de pequeñas alegrías de unos 100 € al décimo; la creencia de que parte de lo recaudado vuelve como beneficio al conjunto de la ciudadanía; y otras tantas cuestiones no menores ligadas a este juego de azar. Pero a lo que vamos. El anuncio de televisión viene a ser toda metáfora en la que se realzan valores importantes para la vida humana -eso sí, rebozada como no podía ser de otra forma en una buena dosis de crédulo y romántico espíritu navideño- destinada a que tentemos a la suerte con la compra de lotería. (‘Confórmate con tu suerte, es el secreto de la felicidad’. Anónimo).
Haciendo cuentas. Estamos sin duda ante una tradición lúdica muy arraigada en España, cuyo sorteo de este año consta de 198 series (cinco más que el año anterior) de 100 000 números distintos cada una (del 00 000 al 99 999), o sea 198 000 000 de décimos, que a 20 € asciende a un montante económico de 3 960 000 000 € de los que el 70% se destinará a premios, es decir se repartirán 2 772 000 000 €, setenta más que el pasado año. El resto, el 30 %, pasa a engrosar las arcas del Estado a excepción de un 4,5 % que corresponde a la comisión de venta de los loteros de las administraciones. Unas cifras que dichas así epatan dados sus altos valores, si bien no nos deben llevar al error de pensar que el sorteo sea por ello una apuesta favorable económicamente para nosotros, no, nada más lejos de la realidad. De hecho, los juegos de azar, todos ellos, están diseñados para que en la práctica siempre gane la banca -incluso comprando todos los números gastaremos más de lo que se reparte en premios- y, por supuesto, desde el punto de vista teórico de la estadística, ya se imagina lo que le voy a decir, en absoluto es una apuesta favorable para (casi) nadie de nosotros.
Así de rotunda y realista se muestra la razón que nos asegura que tenemos un 85 % de probabilidades de que no nos toque absolutamente nada y un 0,001 % de ganar el Gordo, vamos que es prácticamente imposible. Unos dígitos, a qué dudarlo, de lo más desesperanzadores que sin embargo no impiden al 70 % de los adultos participar en el sorteo navideño y comprar un número en concreto. Uno para cuya elección son motivos más que suficientes ocurrencias del tipo: que le haya entrado por el ojo, porque compre siempre el mismo número, que se lo haya dicho un vidente o tenido un presentimiento. Cualquiera de estas credulidades resulta de lo más apropiada a la hora de escoger un número que jugar dado que, desde la científica probabilidad, es exactamente igual que los restantes noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve a la hora de salir en el sorteo: una frente a cien mil. Por cierto, el mismo porcentaje que tienen también el segundo y el tercer premio, con la diferencia del valor de los premios que como seguro sabe son, respectivamente, de 400 000 €, 125 000 € y 50 000 € por décimo. La Lotería de Navidad, o cuando la ilusión pesa más que la estadística. ‘Soy un gran creyente en la suerte, y he descubierto que mientras más duro trabajo, más suerte tengo’. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia












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