Villancete del estornudo
¿Por qué se dice “Jesús” cuando alguien estornuda? De ese reflejo natural de nuestro organismo que es el estornudo aprendimos en los tiempos escolares que se trata de una reacción común producida con el objetivo de expulsar aire y sustancias irritantes de las vías respiratorias superiores, que surge de manera repentina tras un estímulo que actúa sobre la membrana pituitaria. Entre los diferentes agentes causa de dicho estímulo se encuentran: la conocida presencia física de polen, moho, polvo o caspa en el ambiente, se tenga o no alergia a ellos; y otros menos conocidos como comer chocolate, pensar en el sexo o quizás usted sea de las personas que estornudan cuando miran al Sol, ¿sí? Y de la reacción verbal y automática ante el estornudo, en la actualidad “Jesús”, dicho nombre no es más que un gesto de educación, un deseo de bienestar y una forma de cortesía que aprendemos de niños por imitación de nuestros mayores y convertimos en tradición protocolaria, en una norma social que practicamos con todo aquel que estornude, lo conozcamos o no.
Un nombre propio en este caso, a veces puede ser otra palabra (“Salud”) o una expresión que tienen un origen histórico y cultural que se remonta a siglos atrás, si bien su significado y motivación han sido diferentes con el paso del tiempo, estamos ante un fiel reflejo de la evolución de la sociedad y la cultura a lo largo de los siglos. Un acto que tenemos totalmente normalizado e integrado en nuestro día a día, reacción fisiológica y respuesta cortés, pero cuya razón de ser se pierde en la noche de los tiempos faltando no pocas causas y épocas para la misma y a cuál más curiosas. Prueba de lo que le digo es esta antigua chanza para referirse a alguien “enchufado” en un puesto de trabajo sin nada en concreto que hacer: ‘Ése es un “jesusón” ¿Un qué dices? Un “jesusón”, el que está para decir Jesús cuando el jefe estornuda...’
Diversos orígenes. Aunque, eso sí, casi todos relacionados con la salud, pues se creía que el estornudo era un síntoma del desarrollo de alguna enfermedad, muchas veces mortal, y perteneciente, temporalmente, a la Antigüedad Clásica, y así los griegos empleaban “¡Vivid!” y los romanos “¡Salve!”. Claro que también les motivaban las supersticiones como la del creer que los estornudos eran advertencias que mandaban los dioses, una especie de malos augurios de que nada bueno iba a suceder, pues los mismos no eran sino malos espíritus que moraban en nuestro interior y cuya salida del cuerpo producirían efectos desfavorables como las enfermedades. De ahí el pedir la protección divina mediante los términos “¡Vivid!”, “¡Salve!” o la expresión “¡Zeus te salve!”. Salutaciones tras el estornudo que empezaron a utilizarse en la Edad Media, con motivo de algún brote epidémico fatal, muchos de los afectados morían estornudando, siendo los árabes los encargados de propagar dicha costumbre por el mundo.
También existía otra credulidad, la de que los estornudos guardaban relación con la salida temporal del alma del cuerpo, un momento delicado que las fuerzas malignas aprovecharían para apoderarse del individuo y de ahí la invocación como forma de protección. Ya con un origen religioso apuntar cómo, a raíz de alguna que otra pandemia de peste, algún que otro Papa promovió la costumbre de decir tras un continuo estornudo del enfermo, “¡Dios te bendiga!” o “¡Salud!”, para así invocar protección divina tanto para el enfermo como para los acompañantes.- El médico y filósofo persa Avicena (980-1037) describía el estornudo continuado como parte de la sintomatología de una epidemia de viruela, el principio de la enfermedad, razón por lo que se pedía a Dios, fuera éste cual fuera, que apartara el peligro de todos y que éste no fuera mortal.
Con el paso del tiempo y la expansión del cristianismo esta tradición fue modificada cambiando la salutación al nombre de “¡Jesús!”, invocado para protección de todos, “estornudantes” y “estornudados”, en una pequeña oración que bien pensado funciona a modo de la diablesca Vade retro, lo que no es de extrañar. Hablamos de unos tiempos en los que se desconocían las causas de muchas de las muertes, por lo que era normal achacar dicho mal al que sabemos es responsable de las cosas malas que nos pasan, el Diablo. El mismo que salía de nuestro interior en cada estornudo así que, de lo más lógico esa manera de pedir ayuda a Dios; claro que, mejor pensado, pronunciar el deseado “¡Jesús!” también era una manera de estigmatizar a las personas que podrían estar o no enfermas. ‘Dios está en los detalles’ ¿O es el diablo?
‘Villancete del estornudo’. No, no me he olvidado de la cabecera, es el título de un villancico del poeta portuense José Luis Tejada Peluffo (1927-1988) de la Generación del 50 y dice así:
Como está la noche cruda,
con un ratito de luz
estornuda
San José.
María dice: “Jesús”
Y el niño contesta: “¿Qué?”
CONTACTO: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












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