Elogio del terraplanismo
Trincheras de pizza y sushi
por Balsa Cirrito
Creo que les he hablado más de una vez de mis frecuentes viajes a Bélgica durante los últimos años. Y tanto en Bélgica como en otros países que eventualmente pueda visitar, hay dos cosas de España que se hallan muy presentes. Una es el fútbol. Vayas donde vayas contemplarás camisetas del Barcelona y del Real Madrid (muchas, muchas), incluso algunas de mi querido Atlético o de la Selección Española. El otro elemento español triunfante es la cocina.
Y no hablo ya de la paella, que casi resulta cuestión de cocina viejuna, sino de muchos otros platos. Triunfan que es para no creerlo, el gazpacho y los churros. De hecho, he comido en Bélgica algunos de los mejores gazpachos de mi vida, aunque, por supuesto, con interpretaciones diferentes a las tradicionales. Recuerdo especialmente uno, muy ligero, prácticamente sin ajo, de color rojo desvaído, y con un tronco de carne de cangrejo en medio del plato que animaba la función y que hacía soltar lágrimas de emoción como si estuvieras viendo el final de Rigoletto. Los churros también aparecen por doquier, aunque a veces sean versiones un poco extrañas, por más que en España también veamos últimamente churros bastante psicodélicos, algunos de color azul, que, estaremos de acuerdo, no es color para ponérselo a un churro. Pero no solo eso. Triunfa la tarta de queso a la mòde de San Sebastián, y lo de los productos ibéricos puede llegar a parecer obsesión. No solo el jamón (el jamón ibérico en Bélgica es casi una religión, y lo encuentras por todos lados), sino los embutidos o incluso, esto me sorprendió, las chuletas, costillas o solomillos de cerdo ibérico.
Fue grande mi alegría, por cierto, la que experimenté cuando a la puerta de un Carrefour de Ostende encontré esta fotografía de un campero de Sanlúcar de Barrameda. Estuve a punto de abrazar el cartel. Pero, vamos, que la cocina y los productos españoles lo petan.
(Por cierto, añado también la fotografía de un folleto de supermercado. Por alguna razón que se me escapa, los precios son en Bélgica más baratos que en España, lo cual no deja de ser absurdo, primero porque muchos de estos productos vienen precisamente de España, y segundo, porque los sueldos en Bélgica son bastante más altos. Oigan, porque yo no desconfío de nadie y me lo creo todo, pero si desconfiara diría que nos engañan con la inflación oficial, y que la real, es muuuucho más alta).
Toda esta introducción viene a cuento de ¿qué pasa con Rota? No está muy lejano el día en que sea más fácil probar la cocina española en el extranjero que en nuestro pueblo. En Rota hemos terminado por tener un monocultivo: la pizza. Ya he dicho muchas veces, y no lo voy a repetir, que mi valoración, como medio italiano que soy, sobre la mal llamada pizza roteña no es muy favorable, así que me contengo y cierro mis labios. Pero es que el plato número dos de Rota seguramente sea el burrito (en mi opinión, un burrito es un bocadillo con un pan muy finito por falta de harina, y con un relleno muy especiado para que no se sepa lo que se come). El número tres de Rota es el sushi (¡Aaggg! ¡El terrible sushi! ¡Arroz cocido pegajoso a precio de bogavante!). El cuarto plato roteño es la hamburguesa, que, en este apartado, por lo menos, la ponen buena en algunos sitios. El quinto los kebab, que encima ni siquiera se llaman así en realidad… ¿Sigo? Para qué.
Parece que a los empresarios roteños poner un bar de tapas les parece muy extravagante. Y no lo entiendo, porque los no demasiado numerosos que hay, a poco que tengan cierta calidad y no se columpien demasiado con los precios, triunfan en toda regla. Y sorprende más todavía porque hay platos roteños que van adquiriendo una gran repercusión. Recientemente compré un robot de cocina, de estos que llevan recetas incorporadas, y para mi satisfacción descubrí en el listado el arranque roteño. Es más, el arranque se lo he oído mencionar un par de veces a Arguiñano (aunque no prepararlo). Y ya que hablamos de Arguiñaño, en un programa cocinó (bueno, en realidad lo hizo su hijo) merluza a la roteña. No me vienen a la cabeza muchas localidades que tengan varios platos con su nombre. Solo se me ocurren Bilbao y Madrid, con preparaciones a la bilbaína o a la madrileña (hay otro plato con el apellido de roteña, que es la berza, pero este no es de recibo, ya que la berza roteña viene a ser casi igual que la berza portuense, la berza jerezana, etc).
Parece que abominamos de lo nuestro, que no tiene mucho sentido, pero que sería entendible cuando lo cambiáramos por algo mejor, pero resulta que casi nunca es el caso. Y una cuestión especialmente irritante es la del vino. En Rota puedes pedir 30 marcas diferentes whisky y tal vez me quede corto. En cambio no encuentras Tío Pepe, y casi ningún vino de Jerez aunque escupas pepitas de oro. Esto resulta no ya grave, sino abominable, ignominioso, execrable, inicuo…, porque, por si nos hemos enterado, es el vino de nuestra tierra.
Voy cerrando, siendo este un sector económico especialmente potente, la hostelería, no parece que en Rota lo prestigiemos bastante. No sé, si yo soy un turista que va a, por poner un ejemplo, Rumanía, no quiero comer pizzas y burritos, quiero comer ciorbe, mamaliga y papanasi, que no tengo ni idea de qué son o cómo están, pero precisamente ahí se encuentra la gracia.

































SSDD | Martes, 14 de Octubre de 2025 a las 10:01:22 horas
Se denota catetismo supino por parte del autor cuando alardea decir acostumbrado a viajar por "Europa" y soltar semejantes chorradas a cerca de la comida made in Spain, se ve que no tiene ni pajolera idea... Salga usted más del pueblo señor Cirrito.
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