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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 13 de Septiembre de 2025

Deporte, ciencia y curiosidad humana. Tenis y astronomía (1)

[Img #266728]Tres, eran tres. El cuasi solapamiento temporal producido entre el reciente y extraordinario éxito tenístico del palmeño Alcaraz y la denominada Luna de sangre, el último eclipse lunar total, un periódico fenómeno astronómico, me ha hecho caer en la cuenta de algunos de los nexos existentes entre ambos campos del conocimiento humano, el del deporte y el de la ciencia. En esta ocasión y en concreto, entre el antañón deporte del tenis y, seguramente, la primera de todas las ciencias no experimentales, la astronomía; una disciplina por naturaleza sólo observacional. Un vínculo que me viene propiciado gracias a la curiosidad, una de las características más diferenciadoras y humanas que conocemos, un impulso que no pocas veces oscila entre lo grosero y lo sublime; un pellizco cognitivo que nos lleva a escuchar detrás de las puertas o -por qué no y ya de la que va, entramos en su mes-, a descubrir América, un saludo desde aquí a Cristóbal Colón y otro a Américo Vespucio, ya sabe. Escuchar, descubrir o, como en el asunto que hoy nos trae, querer saber el porqué de la puntuación en el tenis, una cuestión con la que, una vez más, deporte y ciencia van de la mano. 

 

Acerca de la puntuación en el tenis. Ya sabe a lo que me refiero: que si 15-0, 15-15, 15-30, 30-30, 40-30, punto, juego, set y partido ¿Un poco rara, no le parece?, aunque quizás no nos llame especialmente la atención, no en vano estamos acostumbrados a ella desde pequeños y nos resulta de lo más familiar. Pero a poco que lo piense, estará conmigo que la forma de puntuar en el tenis es, cuando menos peculiar, ¿por qué es así? ¿por qué es tan extraña la puntuación tenística? ¿por qué no va de uno en uno, como en el resto de los deportes? Además, para más inri y hasta donde he averiguado, no sólo es el único deporte en el que unos puntos valen más que otros, no, también es el único en el que un jugador puede ganar un partido, logrando menos puntos que su rival. Sí. Es cierto lo que le digo y resulta de lo más curioso ¿Por qué es así?, pues para que vea usted, aunque ya se lo habrá imaginado, detrás de la curiosa pregunta tenística hay una, también, y no menos curiosa respuesta científica.

 

¿Cuál es el origen de esta extraña forma de puntuar? Son varias las hipótesis existentes, más o menos convincentes sobre la razón del mismo, y todas coinciden en situarlo en la Edad Media, una época en la que confluyen los requisitos necesarios y suficientes para que surja esta, en apariencia, extraña puntuación deportiva. Para empezar, fue en el medioevo cuando, como deporte, se puso de moda entre reyes y cortesanos de países como Francia, Inglaterra, Italia y España. Por su parte, la astronomía, ya era una afición muy extendida entre las clases más acomodadas y, naturalmente, con la observación de los astros, el uso de diferentes instrumentos entre ellos el sextante y entramos en lo mollar. Se trata de un aparejo que permite medir ángulos entre dos objetos cualesquiera, sean estos dos puntos de una costa, o un astro, por lo general el Sol, y el horizonte. Y cuyo nombre le viene de la correspondencia de su escala (60º) con la sexta parte de una circunferencia (360º), una escala a su vez dividida en cuatro cuartos de 15º cada uno, siendo los valores de dichos cuartos: 15º, 30º, 45º y 60º. Recordar que desde hace milenios la circunferencia ha sido utilizada por el hombre como representación y símbolo de lo perfecto, de lo divino.

 

Operaciones elementales. Bueno pues ya tenemos una parte importante de la conexión entre la astronomía y el tenis, verán: cuatro cuartos de 15º cada uno, que valdrían 15, 30, 45 y 60 conformando un sextante, y seis sextantes que componen una circunferencia, es decir, veinticuatro (24) cuartos en total que a 15º cada uno completan la circunferencia, o lo que es lo mismo 360º. La divina perfección o la perfección divina. Unas operaciones aritméticas/ geométricas que trasladadas al mundo del tenis nos darían cuatro puntos de diferentes valores (15, 30, 45 y 60), que a su vez conforman un juego, y un número, seis, de juegos que completan un set. Así se jugaba en la Edad Media: punto, juego y set. Sí, está en lo cierto, nuestro actual set era el partido para ellos y ganaba el que antes cerraba la circunferencia, el que primero alcanzaba la perfección. Una concepción interpretativa casi divina para un juego; todo un simbolismo, como suele ocurrir en otros juegos, en el que el paso del tiempo produjo algunas modificaciones.

 

Inciso numérico sexagesimal. Antes de proseguir, convendría matizar que si bien nuestro mundo, hoy día, está prácticamente regido por el sistema métrico decimal, es decir, que nuestra base numérica está basada en el número diez (10), recuerde los diez dedos de las manos, esto no fue siempre así. Hasta el mismo siglo XVII era el sistema numérico sexagesimal el de referencia humana, un sistema que utilizaba como base el número sesenta (60), y es que, a poco que lo piense, no son pocas sus ventajas. A modo de ejemplo recordar aquí cómo seguimos teniendo dividida cada hora (1 h) en sesenta minutos (60 min) y estos, a su vez, en sesenta segundos (60 s), de modo que una hora son trescientos sesenta segundos (360 s). De nuevo la perfecta divinidad. (Continuará)

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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