Contra el perroflautismo
Perroflautas, respirad
por Balsa Cirrito
Este es el último artículo de la serie Contra el perroflautismo. A lo largo de algo más de tres años he tratado de atizar con fuerza a esta corriente contemporánea de pensamiento o, mejor dicho, de activismo descocado. No cabe duda de que el perroflautismo (que viene a ser casi lo mismo que lo que los horteras llaman ideología woke) a estas alturas es un elemento básico de la sociedad occidental. Pero un elemento negativo, tanto por sí mismo como lo que termina generando por reacción, y Donald Trump es un buen ejemplo de esto último.
Lo gracioso del perroflautismo es que parte de ideas nobles: igualdad entre hombres y mujeres, respeto a la naturaleza, antirracismo, tolerancia con la diversidad sexual… Pero todos y cada uno de estos asuntos han terminado llevándolos hasta extremos ridículos. No voy a poner ejemplos porque llevo mucho tiempo haciéndolo y no es cuestión de repetirme más de lo que ya me repito. Una de las razones por las que esto ocurre es la falta de preparación intelectual de quienes ostentan las banderas y ejercen como punta de lanza. Cuesta trabajo creer que personajes como Irene Montero, Belarra, Yolanda coiffeur Díaz, o incluso Pedro Sánchez o Pablo Iglesias (que solo puede ser profesor de universidad en un país como España, donde Begoña Gómez tiene una cátedra) dirijan la opinión perroflauta de este país. Y cuesta trabajo porque su ignorancia, su arrogancia y varias cosas más terminadas en ancia, superan cualquier logorrea que hubiéramos visto hasta ahora, al menos desde el advenimiento de la democracia.
Y me temo que todo proviene de que el perroflautismo es sobre todo una opción religiosa. Los perroflautas son inmunes a la lógica, a los datos, o a los argumentos. Estas son cosas que se las recanchanchuflan, porque no manejan reflexiones o exposiciones racionales, sino deseos irracionales. Como Luis Cernuda tienen un conflicto entre la realidad y el deseo, confundiendo el mundo con cómo les gustaría que fuera el mundo. Y, claro está, llega el cortocircuito. Los perroflautas son los nuevos dominicos. Tratan de catequizar a los españoles, por las buenas o por las malas, y si es por las malas, mejor. Algo característico en ellos es su afán por prohibir todo lo que no les guste, y creo que soy un buen ejemplo de ello. Prácticamente todas las semanas en esta columna escriben lectores indignados porque se me permita decir lo que pienso. Son personas – casi siempre de una formación intelectual mediana – que se creen en posesión de la verdad, de su verdad, y que tratan de impedir por lo civil o por lo penal que se les lleve la contraria. ¡Cuántas veces escriben refiriéndose a mí quejas del tipo: “¿cómo se permite que este señor publique estas cosas?!”, porque, claro, creen que es imposible mantener opiniones diferentes a las que ellos mantienen en sus angostos cerebros. Y, por cierto, lo que más les parece molestar es que yo dé clases en un instituto, ya que no solo les fastidia que escriba artículos, sino que pueda hablar delante de unos adolescentes, creyendo quizás que – como hacen casi todos los profesores perroflautas que conozco – me dedico a adoctrinar a los jóvenes, cosa que nunca he hecho ni pienso hacer. A este respecto podría contarles cosas que seguramente no creerían, y mejor me callo que esta feo revelar miserias humanas ajenas.
En realidad, mi experiencia contra el perroflautismo ha tenido aspectos extremadamente cuquis. Personalmente suelo seguir la norma del mejor articulista que hayamos dado, Larra, quien entendía que había que ser “antigubernamental siempre”. Y lo menciono porque cuando gobernaba Rajoy un servidor de ustedes atacaba con muchísima más mala leche a su gobierno que al actual, sin embargo – hay que decirlo – no recibí nunca el tipo de descalificaciones y de persecuciones que ahora. Añado algo, necesito dos o tres manos para contar las personas que me han dejado de hablar o de saludar por estos artículos que escribo aquí, lo cual indica dos cosas. Primera: que son gilipollas. Segunda: que me toman más en serio de lo que yo mismo hago.
Los perroflautas tienen varias palabras que no se les caen de la boca. En realidad, me parece una de las cosas más divertidas que poseen, y reconozco haberme burlado en muchas ocasiones de ellos por este motivo. Ese constante uso de inclusivo, sostenible, resiliencia, empoderamiento, género, empatía, transversalidad o del verbo implementar, se presta sin duda a muchas coñas. Pero hay una palabra que no se les cae de la boca y que no practican. La palabra es tolerancia. La intolerancia de los perroflautas es absoluta, radical, definitiva. Cualquiera que no diga: señor, sí señor a las propuestas más radicales de la perroflausis es un facha o un fascista. Como decía un lector la semana pasada – un lector inteligente –: “si llamáis facha a gente como Vargas Llosa y progre a otros como Irene Montero… Uno es premio Nobel y la otra... “, frase que equivale a un retrato naturalista de lo que es el perroflautismo. Y es que son intransigentes, muy intransigentes. ¿Quién si no ha inventado algo tan desatinado como la cultura de la cancelación, que, dicho sea de paso, los antiperroflautas también han comenzado a utilizar con entusiasmo?
De hecho, entre los muchos cientos de críticas de perroflautas que he recibido en esta columna, no sé si ha habido alguna que manejara argumentos o reflexiones, que creo que no. Todas se limitaban a lanzar insultos y descalificaciones. Preferentemente personales. Pero ya he dicho que los perroflautas son creyentes, y sus ideas no son fruto de la racionalidad, sino del espíritu religioso. Han cambiado Roma por Caracas, cambio en el que me temo que han salido perdiendo. Y, al final, terminarán de todas formas en el infierno.
En fin, me voy a tomar unas semanas de silencio y volveré en un mes o cosa así, pero, si me lo permiten, trataré de otros asuntos, sobre todo culturales. Eso sí, espero seguir molestando.
Aureliano | Viernes, 05 de Septiembre de 2025 a las 10:45:46 horas
Siempre nos quedará su artículo a favor de Israel. Para la memoria de los más de 63.000 muertos.
Antes Perroflauta que Sionista de pueblo como es usted.
Empezó vestido de Falange en su juventud, siguió militando en el Psoe, y ahora, le hace la cama a la rancia derecha de este país.
Descanse usted.
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