Contra el perroflautismo
Cuando Ia izquierda se vuelve derecha, cuando la derecha se vuelve izquierda
por Balsa Cirrito
Una de las razones por las que la izquierda molaba durante mi juventud era que entonces la izquierda era sinónimo de ausencia de reglas. No ya libertad, sino algo que se asemejaba al libertinaje. Por supuesto, excluyo de la ocasión a los militantes comunistas ortodoxos del PCE, que estos se destacaban por su disciplina. Pero, insisto, para los jóvenes de entonces la izquierda representaba libertad sin barreras, sin sermones, sin moralina; básicamente, la izquierda era lo que uno quisiera que fuera. No digo que resultara una percepción muy inteligente, porque seguramente no lo era, pero es lo que había, y su espíritu iconoclasta no podía sino calar entre la muchachada.
Y lo digo porque la izquierda se ha convertido hoy en todo lo contrario, en el mayor coñazo de Occidente. Sospecho que el iniciador, o, al menos, la persona más influyente en este giro en España, fue Julio Anguita, primer coordinador de la entonces recién creada Izquierda Unida. Anguita, que en paz descanse, se pasaba la vida riñendo y sermoneando a los ciudadanos con cara de acelga a medio cocer. ¡Qué de reprimendas! ¡Qué de homilías soltaba por aquella boca el bueno de Anguita! Y desde entonces, todo ha ido a peor.
Realmente el catálogo actual de la izquierda da miedo. Hay una obsesión absoluta por regularlo todo. Por hacer leyes de todo. Por que todos los comportamientos humanos queden clasificados, ordenados, reglados y, cuando no se cumplan, sancionados. Y las pocas cosas que no han legislado todavía las hacen quedar bajo un espeso manto de sospecha que termina convirtiendo a quien no siga el ritmo de sus principios en un fascista, sí, sí, fascista hijo de puta.
¡Y los sermones! Dios de mi corazón, ¡cuánto sermonea la izquierda de nuestros días! Son como curas arrepentidos de no ser curas, como predicadores del universo perroflauta, como misioneros en el primer mundo… Así nos dicen: comer carne es malo; llamar guapa a una mujer guapa es malo (llamar guapa a una mujer fea, también); decirle a un gordo que la obesidad es perjudicial es malo; señalar a un musulmán como machista es malo; ser católico es malo, cura ni te digo; viajar en coche es malo, a menos que viajen cinco; sentirse español es malo, malísimo; permitir que gobierne la derecha es malo y propio de fascistas; tener mucha ropa es malo (salvo foulards, foulards se pueden tener todos los que se quiera); ser heterosexual es malo (y un poco ridículo); tirar los tejos a una mujer no es ya que sea malo, es lo peor de lo peor, ¿habráse visto? ¡gente que intenta ligar sin un documento notarial de aceptación de coqueteo!; protestar porque un okupa se meta una vivienda es malo (y también fascista); decir que un chaval de 16 años donde debe estar es en su casa con su familia (en Marruecos) y no en un centro para menas es malo y megafacha; jugar al póker es malo; celebrar la Navidad es malo y celebrar los Reyes peor; tener aire acondicionado en casa es malo; leer a Menéndez Pelayo es malo… Podría seguir hasta la próxima glaciación diciendo lo que es chungo para la izquierda. Y, cuidado, solo estoy mencionando aquellas cuestiones sobre las que no hay nada legislado, que tenemos un montón de chorradas olímpicas que ya están sancionadas por ley. Según parece, lo único que se le permite al buen izquierdista es llamar hijos de puta a los judíos, que eso no es malo sino, al contrario, bueno y motivador.
La izquierda de hoy día, ya lo dije, es un coñazo. Es aburrida. No es sexy. Está siempre diciendo lo que debemos y lo que no debemos hacer, no ya en nuestras actividades públicas, sino en nuestra vida privada. ¿Se puede sorprender alguien que la juventud actual deteste a la izquierda y prefiera opciones más libertarias? Manda narices que quien ostente hoy en España la bandera libertaria sea la llamada extrema derecha. Durruti debe estar retorciéndose en su tumba. Y es que ya lo anunciaba Alberti, el mundo va trastocado:
Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.
Sí, sí, se equivocaba. Y no solo la paloma.
Sabi | Lunes, 25 de Agosto de 2025 a las 09:33:05 horas
Este señor es un cuñado de manual.Su profundo análisis de la izquierda me deja sin palabras.Su paso por colegios católicos le ha dejado un miedo sicótico a las riñas.
Seguramente en su vagaje político votó a Rosa Díez y Ciudadanos para volver al PP de su alma o sus primos taurinos.
Su conocimiento de lo que es la izquierda ( si es que alguien lo sabe) va a la par con su destreza aburriendo en este medio.
Señor dedíquese a escribir el horóscopo o algo próximo a su capacidad intelectual.
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