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Redacción
Jueves, 14 de Agosto de 2025

España arde (por José Luis González Alonso)

La imagen se repite, una y otra vez. De norte a sur; en el este y en el oeste. Ese gigante de fuego y calor, que avanza sin control, calcinando todo aquello por donde pasa, poniendo en peligro familias, destruyendo vidas, hogares, y dejando sin aliento a esos guerreros que luchan sin descanso para vencer a Goliat. En lo que va de año, se han quemado más de cien mil hectáreas en España, más del doble que el pasado año. Y todo arde con tanta agresividad que cabe preguntarse si no habremos enfadado demasiado a la madre naturaleza.

 

Nuestros antepasados nos dejaron como legado cuidar de un país del que todos podíamos disfrutar, sin olvidar que pertenecía a las generaciones venideras. Por un motivo u otro, hemos ignorado esa misión y ahora observamos impotentes como se convierte en ceniza un tesoro que es de todos. Es cierto que, llegados aquí, no hay posibilidad de volver atrás, no hay opción a corregir ni evitar, solo queda rezar para que esos valientes que con sus mangueras se juegan la vida, consigan despertarnos de esta pesadilla. Y será entonces cuando debamos preguntarnos… ¿y ahora qué?

 

En el año 203 a. de C., el Senado de Roma estaba reunido valorando las nuevas conquistas en plena expansión de su imperio. Fue entonces cuando Lucio Caelius tomó la palabra, pues llevaba tiempo observando que algo no encajaba: “cada vez que decidimos algo aquí, lo hacemos sin quienes lo van a ejecutar. Cada decreto, cada reforma,…la llevan sobre sus hombros hombres y mujeres que ni siquiera saben que existimos.” Se convocó entonces a los capataces de obra, a los jefes de las legiones y a los encargados de los graneros. No para votar, sino para escucharlos. 

 

¿Y si en pleno siglo XXI tuviéramos el valor de hacer lo que nunca se ha hecho? Escuchar.

 

Nuestros agricultores, esos que tanto conocen el campo, que conviven día a día con él y que conocen sus necesidades; nuestros pastores, quienes recorren los montes con su ganado; nuestros mayores, licenciados en la carrera de la vida. Personas y pueblos enteros, esos que llamamos rurales. Tal vez tengan en sus bolsillos remedios tradicionales que puedan evitar la próxima catástrofe. Quién sabe. Tal vez ni siquiera sea necesario preguntar. A lo mejor la solución está más cerca… ESCUCHAR.


Que Dios conceda auxilio a los damnificados, y proteja a esos que luchan dando un paso al frente mientras todos buscamos refugio corriendo en dirección contraria.

 


José Luis González Alonso  

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