Contra el Perroflautismo
Posiblemente, una de las frases más estúpidas del mundo
Por Balsa Cirrito
En las últimas semanas me he cruzado tres o cuatro veces con un tipo hablando por redes sociales. Creo que es un actor, y el tío dejaba caer lo que bien podría ser una de las mayores estupideces del año (y mira que en nuestros días pronunciar una de las mayores gilipolleces de la temporada tiene un enorme mérito, porque la competencia es enorme). Este bendito decía (cito de memoria) “actualmente es mucho más difícil ser de izquierdas, porque no solo hay que ser de izquierdas en la economía, también hay que apoyar el feminismo, el ecologismo, el antirracismo…”
¿Por qué es una gilipollez? Pues lo explico. Según propone este bendito, las personas tienen etiquetas, y no son las personas las que llevan a las etiquetas, sino al revés, las etiquetas las que llevan a las personas. Dicho más claramente, yo no pienso por mí mismo, sino que eso se lo dejo a mi etiqueta, si mi etiqueta me dice que debo apoyar esto, lo apoyo y santas pascuas. Con la enorme ampliación del catecismo izquierdista, esto a menudo provoca la esquizofrenia.
Veo con cierta frecuencia a izquierdistas veteranos, del tiempo del PCE o de la IU de los días de Gerardo Iglesias, defendiendo la Ley Trans, que en realidad detestan, pero que se ven abocados a sustentar por la etiqueta de izquierda que llevan tatuada. También podría decir que quizás el nicho más antimusulmán de España sea el de los viejos comunistas. Conocí a un dirigente político de ese gremio – no diré el nombre – que estuvo mucho tiempo trabajando en asuntos de moros/árabes/musulmanes. Públicamente el tío se partía la cara por ellos, fundamentalmente en cuestiones relacionadas con el Sahara, pero en privado decía cosas como (recuerdo literalmente la frase): “con los moros no hay quien pueda; da igual lo que hagas; y todos los que trabajamos con ellos pensamos lo mismo”.
Por supuesto, las personas pueden ser antirracistas, ecologistas, ultrafeministas o amantes de la películas de Godard. La cuestión es que el tipo que mencionaba al principio apuntaba que apoyar todos estos principios no obedecía a una reflexión o convencimiento personal, sino a su pertenencia a una etiqueta, a una marca. Esto que digo parece muy evidente y quizás sea poco original señalarlo, pero me temo que no se extraen las consecuencias pertinentes. El ejemplo más claro, es Vox (¡qué viene el demonio!). La actitud de la mayor parte de los medios de comunicación (sobre todo los gubernamentales) y de buena parte de los políticos con respecto al partido de Abascal es exactamente la misma que adoptaban esos medios de comunicación oficiales (digamos, RTVE y RNE) en tiempos del franquismo contra los partidos de izquierda: la demonización absoluta. Y la verdad es que esa técnica, aunque cada vez menos, tiene cierto efecto. Hay muchas personas que temen al partido de Abascal, que lo execran y lo consideran casi una formación fascista. Sin embargo, la ecuación tiene un fallo. Tiene un fallo de la leche (pero me voy al siguiente párrafo que este se me está haciendo largo).
Y el fallo es que esas mismas personas que tienen miedo de Vox piensan las mismas cosas que Vox. El caso más claro es el de la inmigración. Según las encuestas, más del 70% de los españoles está en contra de la inmigración ilegal y entiende que los inmigrantes que delinquen deben ser deportados, y sobre este asunto se sitúa exactamente en el mismo lugar que se sitúa Vox Pese a todo, estas mismas personas tienen miedo a ese partido. ¿Y cuál es la razón? Pues la razón es la etiqueta. La etiqueta es más importante que la prenda que vamos a comprar. Y he hablado de la inmigración, pero en el resto de los asuntos ocurre lo mismo. Basta ver los estudios de opinión entre los jóvenes acerca del feminismo cortatestículos de nuestro tiempo, y las posturas vienen a ser las mismas que las de los voxis.
(No me resisto a meter un inciso descojonante. En RTVE han calificado al Partido Feminista de Lidia Falcón como ¡partido de ultraderecha! El asunto resulta especialmente cachondo porque Lidia Falcón, aparte de ser el referente histórico máximo del feminismo en España, aparte de haber estado en la cárcel repetidamente en tiempos de Franco, aparte de haber sufrido la muerte de familiares por parte de la dictadura, aparte de todo eso, digo, dirige un partido que se confiesa marxista. Sí, sí, marxista, de Carlos Marx (igual Marx era de derechas y no lo sabíamos). Y la razón de que RTVE ubique al Partido Feminista en las profundidades del Averno derechista es que este partido, como cualquier persona con un mínimo de criterio, no comulga con la Ley Trans. De verdad que me encanta RTVE).
Sigo. A lo que voy. Toda esta preponderancia de la etiqueta es sencillamente una muestra más del totalitarismo contemporáneo. El totalitarismo de nuestros días no es el del hombre-masa de Ortega, sino que trocea la masa en diferentes porciones, y con cada una de ellas hace una pizza distinta, y el que está dentro de la pizza de champiñones no puede aspirar a oler un poquito de la que lleva bacon canadiense, porque si te gustan los champiñones no te pude gustar el bacon canadiense.
Creo que se me entiende. Todo esto que explico lleva al hooliganismo, a que no nos podamos a entender. Las etiquetas son malas y las ideologías que las sustentan igual de malas, porque nos convierten en seres-no-pensantes, en mojones de la carretera de los partidos y los movimientos cercenadores de la individualidad, en tragasables compradores de estupideces dogmáticas.
En gente más estúpida, en suma.
PD.- He mencionado varias veces las encuestas. Muchas veces se critican las encuestas del CIS porque dicen que no son reales. Estoy en contra de esa opinión. Creo que son reales, pero también que tienen trampa. ¡Y qué trampa! A menudo oímos: “oh, no creo en las encuestas, a mí nunca me han preguntado”. Pues, bueno, he de decir que a mí me han preguntado bastantes veces. Y al menos cuatro, del CIS. La última hace pocas semanas. Y son encuestas muy curradas. Muy curradas para que el entrevistado diga lo que el entrevistador quiere que diga. En esta última me divertí bastante. A la tercera o cuarta pregunta interrumpí a la entrevistadora:
- Me vas a preguntar por qué partido voy a votar, ¿verdad?
- Sí, claro – me respondió tras unos segundos de duda
- Pues pregúntamelo ya – dije.
- No puedo – ahora también habló tras una larga pausa indecisa.
- ¿Por qué?
- Porque las preguntas tienen que ir en un orden.
- ¿Por qué? ¿Es que voy a responder una cosa diferente según el orden en que me hagan las preguntas?
Aquí ya no hubo pausa, sino un intermedio en toda regla, y, evidentemente, la mujer no sabía qué hacer o decir. Me pareció que ya me había pasado bastante y le dije sumiso:
- Perdone. Sigamos con la encuesta.
Seguimos y, efectivamente, las interrogaciones previas iban encaminadas a mostrarme lo chachi que era nuestro gobierno. Después de hacerme como veinticinco preguntas más, la entrevistadora, finalmente, inquirió: “¿tiene usted previsto votar en las próximas elecciones?” Mi respuesta fue clara: “no”.
a Antiguo alumno de otro antiguo alumno | Viernes, 08 de Agosto de 2025 a las 11:02:14 horas
Para empezar, me resulta, voy a decir curioso (cuando en realidad quiero decir ridículo), que te sientas tan cómodo divagando y sentenciando con la perspectiva del tiempo. Dices haber sido alumno de Cirrito, y lees **** , por lo que intuyo que tu edad será de en torno a los 30. Como mucho, podrías llegar a los 40, así que, como yo, eres un producto de los 90's -2000.
Dices que lo más probable es que Balsa hiciera carambolas para manipular a los chavales con frases ocultas y enmascaradas. ENGAYA. Esto lo dices porque en algún momento has intuído que la mayor virtud de Balsa es la sutileza, verdad? No me queda más que presumir que el profe es un genio, o que tú eras tonto, no?
O igual el que era un fuera de serie, era yo (también ex alumno de Arroyo Hondo); que sí que me daba cuenta de que en lugar de asistir a clases de X asignaturas, iba a mítines de según qué partido después del recreo.
José acostumbraba a captar la atención de los alumnos hablando sobre Pérez Galdós (he dicho Pérez Galdós, no Pérez-Reverte) con acento italiano. Otrs, no necesitaban poner acento para transportar la clase a Venezuela.
Para terminar. Me imagino que eres de bellas artes o sociólogo, o algo una de estas. Razonamiento de ingeniero, no tienes.
Sin embargo, creo recordar que en tercero de la ESO aún explicaban lo que era el sentido y la dirección.
En vuestro universo imaginario y ajeno a la realidad, el respeto tiene un solo sentido. Según tú, el respeto tiene que ir de todo el resto del mundo, hacia las personas que Irene Montero crea conveniente. Sin embargo, el respeto de vuelta os pilla a contramano, no?
Pedir respeto para cada majarería que se os ocurra, e ir insultando (literal has llamado pollavieja por la cara al articulista) a todo el que opine diferente, es hipocresía. Como lo soléis llevar al extremo, roza el fascismo.
PD: me da a mí, que tu polla va camino de vieja también, así que yo no me metería con los veteranos y, en tu lugar, empezaría con el retinol (en la cara, que a los de sociales hay que explicároslo todo).
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