¿Qué diría Diógenes de su supuesto síndrome?
(Continuación) “No hay dos sin tres”. Ya ve que resulta afirmativa la duda con la que me despedía la semana pasada, sí, habemus continuatium’ en la cuestión ésta del griego del tonel y la Opinión de hoy vendría a reforzar una especie de trina tontuna, acerca de la frecuencia con la que dicen que ocurren las cosas. Una estulta credulidad y todo lo contrario de la disposición que la ciencia muestra respecto al uso y adopción de la expresión, ‘Síndrome de Diógenes’, por parte de algunos medios periodísticos y entornos populares. Como ya apuntamos, la denominación de este síndrome termina siendo bastante irónica dado que los síntomas que presentan sus pacientes están justo en el polo opuesto a las ideas del filósofo. Mientras que lo básico del síndrome es no poder desprenderse de nada y acumular objetos, el ideario del filósofo no es otro que el de despreciar las posesiones y vivir según la naturaleza.
Vamos que los principios esenciales de la radical forma de vida y pensamiento de Diógenes contradicen las características del trastorno al que viene a dar nombre; su escuela de pensamiento no solo rechaza acumular objetos innecesarios, sino que critica con rotundidad cualquier comportamiento alejado de la physis. Visto así estos griegos resultaron ser de lo más estoicos en este cometido, sobre todo el hombre del tonel que no tenía casa en el sentido habitual de la palabra, de hecho, no pareció necesitarla nunca. Por cierto, además de la milonga tonelera, también se le representa con una linterna de aceite que encendía durante el día para buscar (simbólicamente) algún ser humano libre. Lo que tiene su importancia pues de la anécdota nos sobreviene lo que hoy entendemos por “cinismo” o “cínico” y que la Real Academia de la Lengua, RAE, lo define como “desvergüenza en el mentir”. Qué me dice, yo, personalmente, lo dejo aquí.
El mal llamado “Síndrome de Diógenes”. No estando aceptada científicamente la expresión por errónea, y totalmente desaconsejado su empleo en entornos periodísticos y de divulgación, la Organización Mundial de la Salud, OMS, propone alternativas para su denominación como: “silogomanía”, “trastornos de ideas delirantes”, “urraquismo”, “síndrome de la miseria senil”, “trastorno de los procesos del pensamiento”, “colapso senil”, “colapso social” o “síndrome de miseria senil”. En fin, que nombres no faltan. Me llama la atención el de “urraquismo”, utilizado en psiquiatría para el síntoma de algunos esquizofrénicos que recogen, como las urracas, todos los objetos que consideran atractivos (piedrecitas, lazos, cristales o colillas) y los guardan como un tesoro. Al parecer el poeta mexicano Carlos Pellicer padeció de este deseo incontrolable de guardar objetos (en su caso cartas, manuscritos, billetes de tranvías, fotografías, postales, periódicos o volantes) y se autodefinía como “urraquista”.
En esa línea de apropiación de nombres, algunos autores se inclinan por el de “Síndrome de Euclión”, recuerde, el avaro protagonista de Aulularia o la Comedia de la olla del latino Plauto; sin duda el punto de partida de todos los avaros de la literatura occidental que en el mundo han sido, son y, probablemente, serán desde el Shylock de Shakespeare al de Moliére. También he leído la expresión “Síndrome de Plyushkin” para referir este trastorno obsesivo-compulsivo caracterizado por la acumulación excesiva de objetos, aislamiento social y autonegligencia. Esta vez la elección del nombre proviene del personaje Plyushkin, de la novela Almas Muertas del escritor moscovita Nicolás Gógol, quien destacaba por la acumulación extrema de objetos y el desprecio por la higiene y el orden. No, no faltan denominaciones en la bibliografía de salud mental para este síndrome, y por supuesto mucho más adecuadas que la del sabio de Sinope, pero de estos mimbres estamos hechos los hombres y cuando cogemos una linde...
¿Cómo reaccionaría el sinopense si estuviera ante la idea del síndrome que lleva su nombre? Lo más probable es que se riera con ironía, resaltando la contradicción que resulta ser en sí misma dado que el auténtico cinismo consiste, precisamente, en despojar la vida de todo aquello que no fuera esencial y no en acumularlo compulsivamente. El filósofo cínico siempre buscó la libertad de las ataduras materiales, no la dependencia de ellas; era vivo ejemplo de vida austera y desapego de las posesiones y su filosofía se basaba en la búsqueda de la libertad y la independencia material, no en la acumulación de objetos. Su cinismo no era un abandono irracional sino una crítica a las convenciones sociales y la búsqueda de placeres materiales, y su forma de vida un acto de protesta contra la hipocresía de la sociedad y una demostración de su propia autonomía. En esencia, Diógenes no estaría de acuerdo con el uso de la expresión “síndrome de Diógenes” tal como se entiende hoy en día; para él la acumulación no era un problema sino una forma de esclavitud, y la verdadera libertad residía en la capacidad de vivir con poco, mas con sabiduría y autonomía. Pero bueno, se trata solo de mi opinión, por otra parte del todo prescindible, al fin y al cabo ¿qué sabré?
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FUENTE: Enroque de ciencia
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