Contra el perroflautismo
Como los héroes de Marvel
por Balsa Cirrito
En los últimos meses, las denuncias por delitos de odio menudean como los mosquitos en los pantanos. Aunque estas nuevas denuncias tienen una característica especial: no son puestas por ciudadanos indignados, sino por la propia policía. Sin embargo, el sesgo que muestran estas denuncias en muy sospechoso para cualquiera que crea albergar un espíritu mínimamente deportivo. Y el sesgo consiste en que todas las denuncias de la policía van contra el mismo lado. O sea, nunca van contra la izquierda súper power de Podemos, Sumar y similares. Hay una de estas denuncias que me tiene fascinado.
La denuncia es contra un representante de Vox que en una rueda de prensa se dedicó a leer los nombres (no los apellidos) de los detenidos por cometer diferentes delitos en Barcelona durante un fin de semana. Y como quiera que los nombres de los detenidos eran casi todos Mohamed, Mustafá, Ahmed, Ibrahim y nominalia por el estilo, el político en cuestión hizo una reflexión (ni siquiera demasiado borde) sobre las posibles consecuencias de la inmigración ilegal. Se puede estar de acuerdo o no con lo que dijo aquel bendito, pero esa no sería la cuestión. La cuestión es que parece desorbitado que la policía lo denunciara por odio, cuando lo que hizo fue básicamente leer un parte de la propia policía. Frente a esto, el mundo de la izquierda súper power suelta prácticamente todos los días unas perlas que brillan como la corona del marajá de Kapurtala. Unas muestras. Por ejemplo, nuestra paisana Teresa Rodríguez: “Definitivamente el patriarcado pone dentro de "todo hombre" un violador. Y esto no exime de culpa a ninguno de ellos”. Inés Hernand, la musa choni de Pedro Sánchez: “Tu profesor, tu periodista favorito o tu político de cabecera también son unos agresores sexuales que se jactan en una piscina de su compadreo”. Irene Montero (aunque la frase no era suya, sino de otra flipada) “Todos los hombres son violadores en potencia”.
No sigo, pero a mí que soy tonto todo esto me suena muy mal. De hecho, Inés Hernand parecía estar pensando en mí, ya que soy profesor, periodista y he sido político (eso sí, nunca voy a la piscina). Sin embargo, no puedo sentirme ofendido ni tener la disparatada idea de que frases tan lindas como las que he copiado puedan constituir delito de odio, ca; solo son verdades científicas con las que estas doctas mujeres, cargadas de sabiduría y del alto contenido filosófico que se respira en las manifestaciones del modelo axilas-sin-depilar, obsequian a nuestro país.
Sin embargo, no quiero perderme (todo lo que dicho solo son los antipasti). Quiero hablar de quién sufre los delitos de odio. En mi bien informada opinión, todas estas denuncias tienen un claro objetivo: acojonar al personal. Entendámonos, veo correcto que se castigue a personajes como Isabel Peralta, que dice cosas que ponen los vellos de punta a un delfín, pero ¿delitos de odio por expresar opiniones controvertidas? Hum, suena a totalitarismo, porque parece que haya alguien, más listo que todos nosotros, que tiene la verdad en su mano y que puede decirnos lo que está bien y lo que está mal. ¡Qué tío (o tía)!
Pero lo más cachondo – y por fin llego al intríngulis de este asunto – es que el delito de odio legalmente se produce cuando las opiniones van en contra de los “colectivos vulnerables”. Pero, ¿cuáles son los colectivos vulnerables? Pues hago cuenta. De entrada, todas las mujeres, incluso las millonarias. Las mujeres son vulnerables per se. Si además son víctimas de violencia de género, ultravulnerables. Los extranjeros no blancos. Bueno, estos son, por supuesto, también vulnerables. Los pertenecientes a una religión que no sea el cristianismo (en realidad, lo que se quiere decir es el Islam). Estos también son vulnerables, pobrecillos, que nada más comen cuscús y cordero con habas. ¿Los niños? Por supuesto que sí. ¿Los mayores de 65 años? Desde luego. ¿Los gais? Bueno, los gais no son vulnerables, son megasuperhipervulnerables (por no hablar de los trans, ni siquiera soy capaz de inventar una palabra para ellos). ¿Los disminuidos físicos? Claro que lo son. ¿Los disminuidos psíquicos? No hace falta ni preguntarlo. ¿Los gitanos? Faltaría más. ¿Los inmigrantes? Hombre, mencionarlo casi parece una broma. ¿El resto de razas humanas del sexo masculino con nacionalidad española? Vulnerables, vulnerables. ¿Los pobres? Vaya pregunta, estos son vulnerables de verdad. ¿Los gordos? También. ¿Los que padecen enfermedades crónicas? Totalmente. ¿Los sordos, ciegos o mudos? Vulnerables, vulnerables, vulnerables. ¿Las prostitutas y los incels? Muy vulnerables. ¿Los votantes de Ciudadanos? No te digo… En fin, podría seguir así hasta que me salieran callos en las yemas de los dedos.
Pero a lo que me refiero es que si descontamos a todos estos colectivos del total, deben de quedar como cinco o seis millones de españoles, de casi cincuenta que somos, que no son vulnerables, lo cual creo que no tiene mucho sentido. No pueden ser 45 millones de personas vulnerables que dicen estar puteadas por cinco millones de invulnerables. Los invulnerables, me temo, somos siete u ocho amigos míos y yo. Sin embargo, debo decir que no me siento un héroe de Marvel. Un mutante con grandes poderes capaz de todo. No soy invulnerable. Y, por tanto, me puedo sentir igualmente ofendido, porque entiendo que las ofensas les duelen igual a todo el mundo. Pero tal y como se han dispuesto las cosas, solo se pueden, por ejemplo, hacer chistes sobre hombres blancos heterosexuales mayores de 25 y menores de 65 años con trabajo fijo. Hacer chistes o comentarios de mal gusto sobre el resto de la humanidad es delito de odio. Pues vale. (Sin embargo, qué cojones, los comentarios de mal gusto son mucho más divertidos que los de buen gusto).
No digo – creo que se entiende – que esté bien robar a las viejecitas, ponerle zancadillas a los ciegos o cachondearse de los tartamudos, pero entiendo que se abusa y mucho del concepto de “vulnerable”, y entiendo también que el concepto se utiliza además con fines políticos transparentes. Resulta que los “invulnerables” son mayormente los que cargan con el peso de los impuestos en nuestro país y los que no reciben subvenciones por nada (lo cual en España, tiene mucho mérito). Y son los únicos a los que se puede insultar impunemente y hacer chistes sobre ellos. Para entendernos y como decía antes, chistes sobre mí y sobre siete u ocho de mis amigos. En fin, digo yo que ya es hora de que les toque a otros, ¿no? Por aquello de la solidaridad.

































A Roteñe. María Bernal | Lunes, 28 de Abril de 2025 a las 09:29:05 horas
Pues no va a tener el ego alto, si eres su fan número 1.
He visto a Swifties menos obsesionadas con Taylor.
Aún así, yo le animo a que lo siga haciendo, porque yo me parto de la risa con todos sus comentarios.
Qué lastima me va a dar el día que decida levantarse del sofá y ponerse a trabajar duro, porque ya no querrá defender a los pelissobaquis
Por cierto, estará usted muy, pero que muy nerviosa me imagino, no?
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