Contra el perroflautismo
Apartheid y apocalipsis violeti/ y 2
por Balsa Cirrito
Sigamos con el asunto que dejamos y volvamos al apocalipsis.
Toda esta demolición de la lógica de la convivencia por parte del entramado violeti nace de un concepto tan tosco como el del “heteropatriarcado”. Según se nos dice, a lo largo de la historia las mujeres han vivido bajo un régimen en el que los hombres heterosexuales eran los privilegiados, lo cual viene a ser un ejercicio de ignorancia científica e histórica. ¿Las mujeres estaban puteadas? Desde luego que lo estaban. Mucho. Pero el caso es que los hombres también. Si volvemos la vista a 150 ó 200 años atrás nos encontramos con que la vida de las mujeres era una mierda, cierto, pero es que la de los hombres no era mejor. Los que bajaban a minas que se hundían cada dos por tres o se partían los hocicos en las fábricas en jornadas de doce horas o combatían en guerras donde las heridas se curaban casi siempre con amputaciones sin anestesia, eran casi siempre tíos. Por supuesto, hablo de las clases trabajadoras, porque en las clases privilegiadas vivían muy a gusto, tanto hombres como mujeres. Digo más, en algunos momentos de la historia (entiéndase que hablo de los ricos) la situación de las mujeres era más agradable que la de los hombres, y pienso en el siglo XVIII, con sus chischiveos y cortejos que permitían a las mujeres poner unos cuernos como trofeos de caza a sus distraídos maridos, y todo esto con la aprobación general de la sociedad.
Pero, además, el concepto de heteropatriarcado ignora la realidad biológica. No quiero profundizar demasiado, ya que esto no deja de ser un artículo volandero de un diario de pueblo, pero el papel de hombres y mujeres fue en cierto sentido programado hace milenios, en la larga noche de los tiempos, en el momento en que pasamos de ser recolectores a ser cazadores-recolectores. Las mujeres eran más frágiles físicamente y no podían competir con los hombres. A esto hay que añadir el neotenismo. Vemos en los documentales que cuando nace un, pongamos por caso, búfalo, a los cinco minutos ya está andando, y al cuarto de hora es capaz de practicar un alegre trotecillo. Evidentemente, en los humanos no es igual, y debemos permanecer no meses, sino años bajo grandes cuidados. La razón es que con la evolución creció nuestra inteligencia, pero también el tamaño de nuestros cráneos, de resultas, los niños nacen antes de tiempo, porque si nacieran maduros como otros animales, el tamaño de sus cabezotas mataría a todas las madres al parir (hay quien dice que esta fue la causa de la extinción de los neanderthales). La consecuencia es que la mujeres que dan a luz han de llevarse un tiempo muy largo cuidando de sus hijos, con el consiguiente menoscabo social y laboral.
Pero, y sigo haciendo historia, la organización social de siglos, el tan denostado heteropatriarcado, era necesario. A decir verdad, si no hubiera sido así no estaríamos ahora discutiendo, porque nos habríamos extinguido. Lo explico con un ejemplo. En la famosa obra de Moratín El sí de las niñas, estrenada en 1805, la madre de la protagonista quiere casar a su hija, que es la única que le resta, pese a haber dado a luz “a diecinueve niños”. Por supuesto, debe ser terrible quedarse embarazada tantísimas veces, pero peor debe ser ver morir a dieciocho hijos, y, a lo que voy, con esas cifras de mortalidad infantil tan espantosas las mujeres debían pasar forzosamente la mayor parte de sus existencias con un bombo por barriga. Algo desagradable, terrible, humillante, estoy completamente de acuerdo, pero inevitable si queríamos que nuestra especie perdurara. La liberación de la mujer no la han conseguido Concepción Arenal y Simone de Beauvoir, sino la píldora y las vacunas infantiles. (A menudo pienso que si yo hubiera sido mujer hace doscientos o doscientos cincuenta años, habría elegido ser monja de clausura: la posibilidad de tantos embarazos me aterra).
Todo esto, que no es sino historia y biología, ha llevado al mundo narcovioleti a defender el apartheid contra los hombres y a la absurda idea de que las mujeres son buenas por naturaleza y los hombres malos. Hace poco veía una película con una escena en la que un personaje femenino decía de un personaje masculino: “es un buen hombre, una buena persona”. La cabeza casi me estalla. ¿Una película donde se calificaba a un hombre de “buena persona”? ¡No puede ser! Seguro que he oído mal. Porque en los medios de comunicación, en películas y series solo existe un modelo de hombre: el malo. Seguro que no tienen narices de recordarme una serie o peli de los últimos años donde un tío sea “el inteligente”. Los hombres siempre son necios, ridículos y malos. Y si no lo son tanto, seguro que aparece una mujer que es más lista o más buena que ellos. Las feministas siempre han soltado la matraca de “los referentes”, ¿Qué referentes se les da a los jóvenes del sexo masculino de ahora? Reformulo la pregunta: ¿qué mierda de referentes se les da a los jóvenes?
En el cine, desde luego, el narcofeminismo hace estragos. Y no me refiero a que a las directoras les puedan llegar a financiar una película hasta el 70% y a los directores masculinos no (¡viva la igualdad!), hablo de la terrorífica, de la pavorosa, de la catastrófica censura que imponen las feminichonis en el cine. Flipo todos los días. A cualquier filme que no se atenga a las normas del feminismo más radical le montan una campaña de descrédito en X o en Instagram que te tiemblan los empastes. Y juro que a veces hay que ser un zahorí para encontrar los rasgos “machistas” de esas películas. Nazismo en vena. El resultado en el cine español es dramático: el 90% de las películas españolas son infumables, aunque, eso sí, “cuentan historias de chicas”. La taquilla habla, y las recaudaciones son ínfimas. Igual es culpa del heteropatriarcado.
No me voy a extender mucho más, porque es la segunda entrega y ya he escrito demasiadas cosas. Esta semana, una ministra, toda una vicepresidenta del gobierno dice (y lo dice gritando, que es su tono más natural) que la presunción de inocencia es un mojón pinchado en un palo si la comparas con el testimonio de “una mujer joven”. Ahí va eso. Con dos gametos. Lo de madame la ministra se puede calificar de muchas formas, pero habría que recordarle que, eliminada la presunción de inocencia, lo que nos queda se llama fascismo. Fascismo, sí.
PD. Acabo de leer, esta misma mañana, que en las subvenciones del ministerio de Cultura para los creadores de cómics existe un baremo. En ese baremo los hombres pueden alcanzar un máximo de 8,5 puntos, las mujeres pueden alcanzar un 10. Porque, claro está, los lectores de cómics no quieren leer buenos cómics, sino cómics igualitarios.
Más PD. Acabo de leer, también esta misma mañana, que el ministro Bolaños ha afirmado que la solución de casos como el de Alves es la de reeducar a los jueces en la perspectiva de género. Casi que no creo lo que leo.
Más PD. Esto es el nunca acabar. (Por cierto, estamos esperando que salgan a la luz las cifras de mujeres mineras fallecidas en la reciente tragedia de Asturias).



































Roteñ@@@ | Martes, 08 de Abril de 2025 a las 00:00:34 horas
Project Manager dice la María. Que hemos alcanzado la igualdad será en tu mundo fantástico de bulos en invenciones. Ni usted es María, ni Ingeniera.... Será el mismo Cirrito porque el estilo narrativo y argumentativo son clavaditos. Otro fantuche más con estupidices.
P.D. Sr. Balsa sí no sabe encajar una crítica no escriba! Mande sus relatos a la COPE o al El Mundo... Aunque dudo mucho que pertenezca a esa liga.
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