'13, Rue del Percebe'. Una historia familiar
Releyendo a los clásicos. Hasta hace solo unos meses solía hojear y ojear cada fin de semana con mis nietos -sentados uno a cada lado en el sofá y con poco más de una docena de años de vida entre los dos- un grueso volumen recopilatorio que antes vieron su padre y su tío en circunstancias parecidas, de este célebre cómic del mítico historietista Francisco Ibáñez (1936-2023). Obra y autor. Él, sin duda, uno de los mayores exponentes del tebeo español, perteneciente a la generación del 57 de la Escuela Bruguera, responsable y culpable directo entre otros artistas que muchos jóvenes lectores empezaran, empezáramos, a descubrir el mundo de las letras y los libros con los tebeos.
Es probable lector que usted pertenezca a esos tiempos en los que los tebeos se intercambiaban en el barrio, recuerdo que por una peseta podíamos cambiar diez; una época antañona y una forma genial de iniciación a la lectura por parte de la chavalería. Y ella, el cómic, qué quiera que le diga, un mosaico de historietas fruto de la fértil imaginación del historietista barcelonés, publicadas a partir de 1961 en la contraportada de Tío Vivo y con posterioridad en la época de Olé; viñetas de humor del tercer cuarto del siglo XX y una de sus creaciones más famosas. (No soy dibujante, sino historietista, que es la unión de dibujante y guionista).
Personajes en busca de autor. Más famosas o no porque, cómo no citar en este panel de humor blanco que es la obra de Ibáñez: a los legendarios Mortadelo y Filemón (1958); o su personaje favorito, Rompetechos (1964) hombre bajito, cabezón, con poco pelo y reducida visión causa de no pocas y peculiares situaciones. Claro que también están los inefables Pepe Gotera y Otilio (1966); el siempre bien intencionado pero patoso El botones Sacarino (1963), inspirada en su época de botones en el banco; y tantos otros como el postrero Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo (1986) o sus predecesores Godofredo y Pascualino, viven del deporte fino (1961); Ande y ríase “usté” con El arca de Noé (1960) o La familia Trapisonda (1958).
Sin embargo, para mis nietos, hijos y yo mismo, 13 Rue del Percebe es nuestro cómic favorito con diferencia, me imagino que para cada uno por un motivo diferente (razones de edad, formación y educación no faltan para ello), pero con coincidencia en la elección. Ahora que lo pienso, esos días con ellos fueron como de relectura de clásicos, algo que por otro lado cada vez también hago solo con mayor frecuencia, cosas de la edad debe ser. No le voy a decir que la relectura infantil esté a la altura de cierto griego, bardo o alcalaíno, no, pero bueno, qué quiere, cada día trae su afán y cada hombre pone su empeño. (A veces no sé si mis personajes están sacados de la realidad o si hay cosas de la calle que salen de las historietas).
Edificio con “cuarta pared”. Lo siento, pero es lo primero que se ha venido a la cabeza, ante la imagen de lo que ocurre en el interior de este edificio como de casa de muñecas abierta, como con una “cuarta pared”. Esa expresión del siglo XVIII que describe la pared invisible imaginaria que separa la vida de los personajes del espectador sea en el entorno que fuere, teatro, serie de televisión, película de cine, videojuego o, como en este caso, un cómic. Y en concreto la fachada seccionada del edificio del que ya se imagina la dirección, una que literalmente desaparece dejando al descubierto las tripas de su comunidad, permitiendo que veamos tanto las estancias comunes del bloque, como los pisos particulares y, claro está, lo más mollar, una parte de la vida íntima de los moradores con sus divertidos y estrafalarios devenires diarios.
Es la total exposición de los personajes al más absoluto e inevitable diálogo con el lector, de ahí la expresión “romper la cuarta pared”, figurativamente hablando la que separa al público de lo que ocurre en escena en un teatro. O la que abrimos en las casas de muñecas de juguetes en miniatura, para entretenernos con lo que hay en su interior y cuyo objetivo, diseño y público ha cambiado con el tiempo. Aquí hay tema, ya me dirá si le interesa. Mientras le dejo con lo que ya sabe de la viñeta y el edificio. Una macro viñeta, ocupa toda una página completa, donde la intimidad de cada espacio del edificio y sus habitantes, quedan al descubierto ante el ojo curioso, ¿ “voyeur”? del lector. Por cierto, tanto la expresión como el concepto de “cuarta pared” se la debemos al filósofo, escritor y enciclopedista francés Denis Diderot (1713-1784), como saben una figura decisiva de la Ilustración, perdone la nota cultureta, está visto que siempre hay que volver a los clásicos. (¡Ah! Me gustaría haber sabido dibujar ¡Todavía estoy a tiempo!).
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FUENTE: Enroque de ciencia
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