El día de Andalucía, no debería ser un día postergado a una fiesta sin más concedida por la celebración del referéndum borrando los hechos previos que llevaron a la votación. Aún permanece en la memoria de muchos y su familia esa bala traidora clavada.

Un estatuto que realmente no nos pone como autonomía dónde nos pertenece, Andalucía quería ser como la que más no cómo las demás.

Seguiremos siendo el patio trasero de Europa, dónde en pleno siglo XXI tenemos una colonia inglesa y el campo andaluz se transforma en un dibujo cervantista dónde los molinos ahora son torres eólicas y placas solares porque en el sur se vive mejor pero aspirando a ser algo más que ser la terraza de Europa, en un sector dónde la precariedad y explotación recuerda a esos aceituneros altivos de Jaén que cantaba el grupo "Jarcha".

 
Es por ello que como hombres y mujeres de luz debemos amar nuestra tierra, pero con ese dolor de tripa que te empuja a buscar de dónde sea con miedo y vergüenza como interpretaba Natalia de Molina a Rocío en "Techo y comida" esa madre soltera sin trabajo ni derecho a ayuda alguna que aparentaba seguir hacia adelante. La pena y la pobreza le perseguía cómo al 30٪ de nuestra comunidad, siendo la región más empobrecida de la Unión Europea o siendo la comunidad de España dónde más días hay que esperar para ser operado.

Pero no se trata de llorar nuestras penas cuál cante jondo, como expresión dramática y trágica que no encuentra consuelo. Al contrario, esa rabia de pueblo, nos debe empujar a dibujar un horizonte de prosperidad más allá del que nuestros políticos nos quieran sancionar con mayorías absolutas llenas de privatización y venta de lo público, si no de compartir como ese patio de vecinos nuestra alegría porque otra Andalucía soberana y popular es posible.

Cómo aquella bandera verde y blanca que agitaron un puñado de pensionistas de Rota a Madrid, a pie durante más de 625 kilómetros  siendo ellos mismos el propio Hércules que decora nuestro escudo con una fuerza inusitada cargada de compromiso y honestidad, reclamando el derecho a una justa compensación a todo el trabajo de una vida .

Esa Andalucía, es la que me agita y me acompaña, esa “murga de los currelantes” que cantaba Carlos Cano que terminaba con un “haiga cultura y prosperidad” cual epitafio o aquella obra maestra del capitán veneno llamada, “Los Yesterday” que replicaba nuestro himno con su característica ironía y guasa pero con un amor por su tierra como pocos autores.

Ese reflejo debemos dejar entrar por cada patio y balcón de nuestras casas y gritar ¡Viva Andalucía Libre!

Daniel Peña Benítez