Siempre amamos a los americanos. Eran los buenos, y lo hemos visto en un sinfín de películas. Amábamos, ya digo, su cine. Su música. Su literatura. Sus pantalones vaqueros. E, incluso, los más depravados, aman aún sus hamburguesas.

Entendíamos que los yanquis eran esencialmente justos, y que estaban casi siempre en el lado adecuado de la historia. Ayudaron a Europa en la II Guerra Mundial, que, pese a lo que los rusos o ingleses digan, ganaron ellos. Defendieron nuestro continente durante décadas de la voracidad de la URSS…

Es verdad que a veces se pasaban de la raya y cometían tropelías. Durante la Guerra Fría auparon y protegieron a un buen número de regímenes despreciables, pero entendíamos – al menos desde Europa - que era un precio que había que pagar para huir del terror rojo. Ahora casi nadie duda de que el comunismo que ofrecía la URSS era mucho peor que el capitalismo occidental, sobre todo en las versiones capitalistas de la socialdemocracia. Pero entonces mucha gente tenía sus dudas, y pensaba que Stalin o Jrushev eran dos tíos de puta madre. Lo pensaban, por ejemplo, Pablo Neruda o Rafael Alberti, que escribieron poemas ensalzándolos.

Pues bien, todo ese amor a EEUU se nos ha ido en apenas un mes a tomar por saco. Exceptuando lo que le hacía la URSS a los países del Pacto de Varsovia, no he visto en toda mi vida una voracidad imperialista tan indecente como la de los EEUU en manos del ogro Trump. No es que sea moralmente reprensible, es que es estomagante, repulsiva, babosa como un anciano desdentado en un burdel de adolescentes. La desfachatez con la que EEUU exhibe su poder y trata de coaccionar al resto del mundo produce náuseas. Ha amenazado con invadir Canada, un aliado de EEUU. Ha amenazado con invadir Groenlandia, territorio de Dinamarca, un país diminuto y también aliado. Ha amenazado a Méjico con todo lo amenazable (y la chulita Sheinmaum, que tantos huevos le echa a España, baja la cabeza). Ha amenazado al resto del mundo con aranceles abusivos por presuntos déficits comerciales, ignorando que el resto del mundo sufraga los déficits americanos sosteniendo el dólar.

Aunque quizás lo que me ha parecido más vomitivo de todo ha sido la actitud con respecto a Ucrania. Un país invadido y machacado por los rusos, y al que acusa ¡de empezar la guerra! Y su repulsivo corolario de querer obligarlo a que les regale sus importantes recursos minerales en las llamadas tierras raras. EEUU, que siempre se llamó a sí misma defensora de la libertad, quiere entregarle el botín ucraniano al déspota de Putin.

Y, ya que estamos, ¿qué decir de VOX? VOX se pasa la vida defendiendo a España de boquilla, pero cuando llega la ocasión se doblega ante el abusón antaño pelirrojo y lo alaba en todo momento y lugar. ¿Qué tiene que decir VOX de los aranceles que Trump quiere colocar a España? ¿Les hace gracia que cambie el nombre, puesto por los españoles, de Golfo de Méjico para imponer su visión particular de la geografía?  ¿Le gusta a VOX, partido al que no se le cae la palabra libertad de la boca, que Trump se quiera repartir el mundo con las democracias de Rusia y China? Reconozco que con VOX me pasa algo extraño. Por un lado, estoy de acuerdo en la mayoría de las cosas que critican (el totalitarismo de la ideología de género, el progreso del narcofeminismo, la emigración islámica...). Pero, por otro, estoy en desacuerdo con la mayoría de las cosas que proponen (enaltecimiento del patriotismo y la bandera, eliminación de las comunidades autónomas, suspensión del espacio de Schengen...), lo cual demuestra que es más fácil predicar que dar trigo.

Volvamos los americanos, porque es injusto hablar solo de Trump: a este individuo le ha votado una amplia mayoría de estadounidenses. Ignoro si conseguirán sus objetivos de dominación, pero sospecho que, en caso de conseguirlos, se harán acreedores del odio de la mayor parte del planeta. No sé, entiendo que cuando alguien quiere alcanzar la cúspide es porque quiere alcanzar la gloria. En la cúspide que propone Trump no hay gloria, solo hay barro, cieno, ceniza, lodo, excrementos.

Pero estoy seguro de que la historia le tiene reservada una trampa. Hay una frase bíblica que juzgo especialmente inspirada: quien a hierro mata a hierro muere. El karma pasará factura al pelirrojo. No tengan duda.

Amábamos tanto a los americanos, ¡Oh, cómo los amábamos!… Los copiábamos e imitábamos. Los admirábamos... Fue una pasión muy grande. Pero ya lo decía Rocío Jurado: Se acabó.