El negocio de las estrellas
Hace unos años a algún lumbrera se le ocurrió una brillante idea. Descubrirán que nunca mejor empleados el nominativo y el adjetivo anteriores con tal de que sigan leyendo.
El plan era ofrecer un servicio de algo que no le pertenecía (al lumbrera, digo). Se le ocurrió la idea de “vender” estrellas. Bueno, no era exactamente eso, aunque no lo descartó. Vender lo que se dice vender cantaba un poco. Nadie puede ir al Registro de la Propiedad y pedir un certificado sobre la estrella V.
Así que, más que “vender”, el negocio consistía en ofrecer el servicio para que sus clientes puedan “nombrar” una estrella. Ponerle un nombre, vamos.
Estoy utilizando el pretérito imperfecto cuándo debería escribir en presente. De modo que continuaré en modo actualidad.
El precio varía dependiendo de la luminosidad de la estrella en cuestión. No cuesta lo mismo “bautizar” a una estrella estándar con un brillo normal que a una estrella binaria muy brillante. Una vez elegido el astro puedes diseñar un certificado para tu estrella. El servicio incluye tu número de registro y los documentos que avalan cuál es tu estrella, acompañado de un mapa celestial. Todo eso sin entrar en competencia con el nombre científico que esa estrella tenga asignada por parte de la Ciencia.
Como pueden comprobar el negocio es redondo. La facturación proporciona unos beneficios casi netos una vez restados los gastos de impresión de los certificados y de la cartulina con el dibujo de la cúpula del cielo. Me pregunto a qué Epígrafe Fiscal estarán acogidos estos lumbreras.
Como cualquier producto que se quiera introducir en el Mercado, la publicidad de lanzamiento es primordial. Mensajes como:”¿quiere sorprender a tu pareja, a tus hijos, a tus padres...con un regalo original? ¡Regálele una estrella!
¡Nombrar una estrella como regalo para una persona querida no es sólo un gran regalo, sino que además es un regalo que dura para siempre! ¡Además, se puede añadir una dedicatoria en el certificado que acredita que esa estrella es la tuya!”
Jugando con el más bien corto índice de inteligencia de una parte del personal y contando además con un grado de romántica necedad de los mismos, la clientela está asegurada.
Porque, a ver. Para nombrar una estrella con el nombre de alguien bastaría con desplazarte con tu pareja a Punta Candor, por ejemplo, invitarla a que lance su mirada al cielo estrellado. A continuación pedirle que señale una estrella y, en ese momento, decirle que a partir de esa noche, esa estrella se llamará....Y que ese es su regalo de ¡aniversario? Y es gratis.
Pero no. Es más guay enseñar al circulo familiar y a los amigos el certificado que acredita tu regalo, además de compartirlo por las redes. En fin.
El “negocio estelar” puede extrapolarse a otros ejemplos con tal de que seamos un poco avispados.
Y la Luna, ¿de quién es la Luna? Al parecer Estados Unidos y Japón ya han lanzado una misión robótica con el fin de una exploración con objetivos comerciales. El hecho de que los estadounidenses hayan sido los primeros en poner los pies en nuestro satélite no los convierten en sus dueños. Aunque con Trump nunca se sabe.
Explotar los recursos minerales de la Luna no es lo mismo que el “negocio” de nombrar estrellas. Esto es otra historia.
Tal vez dentro de cuatro o cinco generaciones (un siglo más o menos) las potencias económicas y las empresas multinacionales anden a la gresca para extraer del satélite los minerales que se necesiten.
Pero eso es adentrarnos en el terreno de la Ciencia Ficción.
Verderón | Viernes, 07 de Febrero de 2025 a las 21:29:13 horas
¿Y el Timo de las promesas electorales?
¿ Cuantas victimas e incautos caémos en el?
Yo creo que es mas gordo que el de las estrellas.
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