Nada más ser investido Presidente, Donal Trump se ha desmelenado. Desde el primer día de su mandato firmó algunos decretos como había anunciado en su discurso de investidura. Los más llamativos son las masivas deportaciones de inmigrantes (mi amigo Manolo Carmona encuentra un paralelismo entre esta medida y la llevada acabo por el partido nazi en 1938 contra los judíos mientras los gobiernos del Mundo miraban para otra parte), el reforzamiento militar de la frontera sur, la salida de EEUU de la Organización Mundial de la Salud (esto va a suponer un desequilibrio en los ingresos de este Organismo Internacional en unos momentos sanitarios delicados), el indulto a los condenados por el asalto al Capitolio en 2021...

Dejó para próximas fechas la subida de aranceles para los productos de importación.

A estas medidas, el campo andaluz está preocupado hasta ver la cantidad que van a tener que pagar por enviar los productos importables. A ver cómo defienden los trumpistas españoles ante nuestros agricultores las medidas del mandamás norteamericano.

También ha destituido como asesor presidencial en deportes, ejercicio y nutrición al cocinero español José Andrés, fundador de la ONG World Central Kitchen. De todas formas, creo que el solidario chef no estaría muy cómodo trabajando para la administración Trump.

Donald Trump ha prometido a sí mismo dar carpetazo a las energías renovables. Estados Unidos va a extraer más petroleo que nunca, ha venido a decir. Nada de coches eléctricos, ni políticas medio ambientales. Su administración no cree en lo que la Ciencia, los científicos, ha constatado de que estamos en el inicio de un cambio climático cuyas consecuencias comenzamos lamentablemente a sufrir.

De todas las medidas que propugna (algunas firmadas ya desde el primer día) las que más preocupan en Europa son las económicas. Exige a los países europeos que aporten mayor cantidad para el sostenimiento de la OTAN y que paguen más aranceles por la venta de sus productos.

De esta manera, Donald Trump acorrala al Viejo Continente. También se le puede llamar chantaje. Ya lo advirtió en el siglo XVIII el filósofo francés Denis Diderot: “Cuidado con el hombre que habla de poner la cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control”.

Desde la Unión Europea los gobiernos asimilan que tienen que amoldarse a las políticas estadounidenses, al menos durante los cuatro próximos años.

Creo que a la Vieja Europa se le presenta una buena oportunidad para soltar, aunque sea mínimamente, las amarras que le atan a una extrema dependencia con los norteamericanos. Donald Trump con sus “amenazas” puede provocar, debe provocar, que Europa sea más una Unión que nunca. Soy consciente de que lo que acabo de escribir  es tan complicado que se sumerge de lleno en el mar de la utopía.

Si la Administración Trump sintiera que son un poquito menos importante durante los próximos años para los países del resto de este planeta nuestro y viera peligrar el potencial económico de su país, tal vez tendrían que rectificar.

En una Economía globalizada, dónde la interdependencia es inevitable, nadie por muy poderoso que sea puede imponer sus criterios al resto. Podría pasar que los demás se den cuenta de que los avances y el progreso no pueden estar sujetos a las improvisaciones de un gobernante.

El eslogan del partido del elefante, “América es lo primero”, se podría contrarrestar con “la Democracia es lo principal”.

Por mi parte seguiré llamando al Golfo de México como lo aprendí en mis clases de Geografía. Que los norteamericanos lo llamen como deseen.