Contra el Perroflautismo
Moros, panchitos, franchutes y otras tribus
por Balsa Cirrito
En esta época nuestra, donde sentirse ofendido se ha convertido en una profesión bien remunerada, hay un campo donde, según mi docta opinión, se patina todos los días. Hablo de los gentilicios alternativos. Es decir, a los naturales de algún sitio solo se les puede llamar por el nombre oficial, ya que cualquier otra denominación se considera por algunos degradante o racista. El caso más corriente es la palabra moro, pero vamos a repasar algunos.
Alguna vez, cuando he llamado moro a un norteafricano, alguien ha salido para corregirme y para decirme muy bienpensante y muy chachi que, huy, moro es una denominación racista. Pero me temo, huy, que no es así. Considerar “moro” un término ofensivo es como si los españoles nos cabreáramos porque nos llamaran hispanos o nos dijeran celtibéricos. Moros es el nombre que recibía en tiempos de los romanos el pueblo norteafricano mayoritario en la zona de lo que actualmente es Marruecos y Argelia, y desde entonces se les denomina así. De hecho, por extensión, Mauritania significa “país de los moros o mauros”. Abundo, en la literatura española la palabra “moro” no solo no es despreciativa, sino que casi siempre viene a ser un término positivo. Y no hablo del Romancero o de la novela morisca, que es de hace muchos siglos. Ni tampoco de las novelas o libros de viaje de Pedro Antonio de Alarcón o Galdós, que son del XIX. En las comedias teatrales españolas del siglo XX, o sea, ayer, una expresión cariñosa muy habitual en las parejas era la de llamarse mutuamente “rey moro” o “reina mora” como prueba de afecto. Creo que la consideración de “moro” como despreciativo procede sobre todo de la revista contracultural El Jueves, donde había un personaje muy popular de las historietas de Maki Navaja llamado “moromierda”. Pero, en fin, entiendo que la ofensa no está en el moro, sino en el mierda. Si dijéramos sueco de mierda no iba eso a contaminar la palabra sueco, digo yo. Hum, se me olvidaba. En mis tiempos de facultad compartí piso un año con un marroquí, que se solía referir a sus compatriotas como “moros”. No creo que lo dijera para insultar, vamos.
Panchito. Esta no falla, cada vez que digo “panchito” siempre hay quien me mira como si yo fuera el juez afrikaaner de hace sesenta años que encarceló a Nelson Mandela. Pero panchito difícilmente podemos castigarla como palabra discriminatoria. En primer lugar, panchito, con ese diminutivo, suena indudablemente como una expresión cariñosa. Pero si eso no convence, a lo mejor sí lo hace su origen. “Panchito” es un término que crearon los propios mejicanos. Nos remontamos a la Guerra Civil Española. En ella, luchando en el bando republicano, había una brigada de mejicanos llamada la Brigada Pancho Villa. Y los mismos miembros de esa brigada, mejicanos ellos, gustaban de presentarse como “panchitos”. Así que, ya saben, pueden ir tachando panchito del listado de ofensas.
Diferente es el caso de la expresión “Machu Pichu” para referirse a los hispanoamericanos con rasgos muy indígenas. Sin duda se trata de una expresión despectiva, cuyo origen, reciente, todos recordamos. No obstante, Machu Pichu tiene también un indudable contenido de cachondeo.
A los franceses, como vecinos nuestros, los obsequiamos con dos gentilicios alternativos: franchutes y gabachos. Los dos son, seguramente, chungos, aunque franchute, según la situación, puede interpretarse como un término de broma, casi afectivo. Gabacho no. Cuando la invasión napoléónica de nuestro país a los franceses no se les llamaba franchutes, que, como decimos, es un término más bien humorístico, sino gabachos o la canalla, que suena todavía peor.
Espaguetis. Es frecuente que a los italianos los llamen espaguetis o macarronis. Yo soy medio italiano y no me parece mal, pero a mi madre recuerdo que le molestaba un poco. Una anécdota. Mi abuelo español, durante la Guerra Civil combatió con la República, y dado que Mussolini mandó muchas tropas para ayudar a Franco, le tenía tirria a los italianos. Cuando se encontraba con mis tíos solía emplear la palabra macarronis para referirse a los habitantes del bel paese con indudable guasa, cosa que causaba siempre indignación en mis itálicos tíos. Estos, con bastante malage, todo hay que decirlo, se vengaban llamando tortillones a los españoles.
Podríamos seguir un rato, pero mejor nos centramos en nosotros, en los motes que nos ponen a los españoles. Hace años, aunque creo que ya no se usa, en Francia, no es que los españoles tuviéramos un nombre alternativo, sino que llamar a alguien espagnol era ya en sí un insulto. Mejor dicho, la expresión habitual era sale espagnol, o sea, sucio español, pero que se le decía a cualquiera que se quisiera insultar, aunque fuera parisino de diez generaciones. En el sur de Francia la escuché varias veces. Más divertido todavía es lo de Portugal. Uno de los escritores que más admiro es el portugués Eça de Queiroz. Pues bien, Eça no se la tenía jurada a los españoles, sino a las españolas. En sus novelas, en sus magníficas novelas, española es un sinónimo de puta, y cuando alguien se iba de picos pardos decía: “nos vamos de españolas” (es curioso, porque Lev Tolstoi, cuando escribe “francesa” a veces equivale a prostituta). En cuanto a la América hispana, los españoles son llamados allí gallegos o gachupines, más en plan de cachondeo que por insultar, aunque tampoco hay que quitarles mérito, que muchas veces lo dicen para tocar las cantimploras.
Y una última. Muy posiblemente hayan visto ustedes la película Gladiator (hablo de la primera). El personaje de Russell Crowe, Máximo Décimo Meridio, es natural de Mérida, o sea español o hispano. En varios momentos de la película, el público de los anfiteatros, admirado de los combates de Máximo Meridio, aclama al personaje, pero como no saben su nombre gritan: “¡Hispano! ¡Hispano!”. Pero, claro, eso era en la versión doblada al español. Siempre me pregunté cómo le llamarían en la versión en inglés. Y no lo descubrí hasta que llegaron las plataformas de contenido, donde uno puede ver las películas en versión original. Pues bien, en la versión guiri lo que le gritan a Russell Crowe no es hispanic o spanish, sino spaniard! spaniard!, que es el término que últimamente parece haberse impuesto para distinguir a los españoles de los hispanoamericanos, mal llamados latinos (aunque esa es otra).
Se nos quedan muchas, pero igual otro día, que hoy no tengo tiempo (he de preparar la cena: pinchitos morunos, y el almuerzo de mañana; de primero, sardinas a la moruna, y de segundo, pollo a la moruna; de postre, crepes morunas).































Qué pesados | Viernes, 13 de Diciembre de 2024 a las 11:09:50 horas
IMPORTANTE: En pleno auge de "healthy era", son muchos los que han cambiado su dieta, y con ello, sus tostadas: ahora desayunan pan de centeno en lugar del pan blanco tradicional.
Se sabe que un mal almacenaje de este pan (temperatura, humedad) puede provocar que el nuevo integrante de las mañanas de muchos, actúe como medio de cultivo para la proliferación de un hongo, cuya ingesta no produce sino alucinaciones: pueden buscar sobre ello poniendo en google LSD gallego.
Bueno, pues los que comentan en esta sección, se ponen tibios a centeno, Desayunan, almuerzan y cenan con centeno. Pre entrenan y post entrenan con centeno.
Un poquito de por favó, que no se puede convivir con semejante flipaera
Echad cuenta con vuestras tostadas, que luego os quedais tontos, votáis al PSOE, y hay que sacar de mis impuestos dinero para vuestra paguita...
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