Tengo una amiga que lleva varios años pasando la mitad del curso en Méjico, ya que es la fundadora de una ONG que trabaja en ese país. Y una de las cosas que más le ha sorprendido es que los mejicanos están un poco abducidos con la historia de la conquista española. Mi amiga me cuenta que cuando conoce a alguien allí le suele preguntar: “¿qué opinan los españoles de la conquista?”  Por supuesto, mi amiga no sabe qué contestar, porque los españoles no opinamos mucho del asunto colonial americano, salvo cuando escuchamos la banda sonora de La misión.

¿Se imaginan ustedes que preguntáramos a todos los franceses que aparecen por aquí, que son muchos, que qué opinan de la invasión napoleónica de 1808? Puestos a decir, tendría más sentido, ya que la invasión fue más reciente y sus efectos, en buena medida, arruinaron la historia de España durante un siglo y medio. Si me apuran, todavía los padecemos. Pero no, si vemos a un francés le decimos que Griezmann es muy enrollado, que Disney París resulta muy caro, y que es una pena que se haya muerto Alain Delon. Pero de la invasión, nada.

Creo haber mencionado varias veces, desde bastante antes del último desplante del presidente mejicano, que López Obrador es un descerebrado. En la total extensión de la palabra. Viene a ser como un Trump de izquierdas, razón (su trumpidad inherente) por la que imagino que no tuvo huevos de toserle al pelirrojo cuando era presidente de EEUU, pese a las alucinantes, infinitas humillaciones que Donald  Trump infringió a todos los mejicanos.

Pero no voy a entrar en disquisiciones históricas, que son muchos los que se aplican a este empeño con más conocimiento que yo. Me voy a referir al mundo sumariano-máspaisero-podemita. Desde hace muchas décadas se viene diciendo que la izquierda española odia a España. Menéndez Pelayo afirmaba, con bastante razón, que el motivo de ese odio era que los izquierdistas españoles habían estudiado la historia de España en libros extranjeros, sobre todo franceses e ingleses, los tradicionales rivales y enemigos de nuestro país durante los tiempos imperiales, con lo cual tenían la imagen de España que les suministraban nuestros simpáticos antagonistas. Por supuesto, es un disparate, pero así han estado siempre las cosas.

Durante muchos años, negué que fuera verdad, que la izquierda no odiaba a España, sino que tenían una perspectiva sobre la cuestión que… Bueno, no sabía decir de qué tipo era la perspectiva, pero, desde luego, estaba seguro de que la tenían. ¡Ingenuo de mí! Porque ya no albergo dudas: la izquierda odia a España. Y creo que no hace falta darle muchas vueltas al asunto.

Después del boicot de la presidenta recién elegida de Méjico a España, y cuando el gobierno español ha decidido no acudir a su toma de posesión, ahí están los simpáticos izquierdistas españoles, encabezados por el castizo Pisarello, ayudando y dando la razón a Méjico, como debe ser, qué caramba.

Y a quienes duden de lo que estoy diciendo les propongo una prueba. ¿Quién es capaz de citarme un conflicto o problema que España haya tenido con otro país durante los últimos años en el que estos izquierdistas no se hayan puesto de parte de los extranjeros? Como sabemos, para un podemita el extranjero (como el cliente en Hipercor) siempre lleva razón. He llegado a leer – y debe ser el colmo del delirio – a gente de esta tendencia quejarse de un tratado comercial que había firmado España ¡porque era demasiado favorable para nuestro país!

O lo pongo más fácil todavía. A ver quién es capaz de decirme algo bueno que haya dicho sobre España, un elogio por pequeño que sea, una referencia positiva a nuestro país de un tío de Podemos, de Sumar o de Más País. No elogios sobre el socorrido “pueblo español”, sino de España como entidad histórica. Les aseguro que no lo encuentran.

¿Y esta gente se presenta a las elecciones con la intención de gobernar un país que odian profundamente? Desde hace tiempo sostengo la idea de que la izquierda sufre lo que podríamos llamar cristianismo anticristiano. Y es que de tanto detestar a la Iglesia se le han pegado algunas cosas. La primera y principal el concepto de penitencia. El cristianismo, sobre todo en su versión católica, es un poco masoca, y parece entender que si algo es agradable, da satisfacción o produce bienestar, es pecaminoso. En cambio, todo lo que sea penitencia y mortificación es bueno a los ojos de Dios. Pues bien, el izquierdismo patrio se ha tomado esto tan al pie de la letra que no me extrañaría que llevaran oculto cilicio bajo las ropas y se dieran de disciplinazos por las mañanas. En la gente de la izquierda hay un irreprimible odio hacia sí mismos, hacia su país, hacia su pasado, y es la razón por la que quieren cambiar tantas cosas: cambiarse ellos mismos y sus cuerpos (y no me extiendo que me conozco), cambiar la Historia, cambiar la realidad aunque la fastidien.

Y me gustaría que no se me malinterpretara. A día de hoy no soy precisamente un patriota y todas las banderas me parecen trapos, incluyendo la española y la del Atlético de Madrid. Pero vivo inmerso en la cultura y en la sociedad española, y mis héroes son Cervantes, Galdós, Elcano, Jorge Juan, Rafael Nadal y el padre Feijoó, O los miembros de la Escuela de Salamanca. Los podemitas, sumarianos y maspaísos, que se suman con tanta alegría a la Leyenda Negra por su defensa de los derechos humanos, igual deberían saber que los Derechos Humanos son una creación española, sustentada en los filósofos y científicos de la mencionada escuela salmantina, y que si no hubiera sido por estos españoles de mierda, igual teníamos todavía esclavitud en el mundo.

PD. Se puede escribir México o Méjico, mexicanos o mejicanos, pero la Real Academia Española recomienda la versión con x porque es la que prefieren los naturales de ese país. Pues como ellos prefieren con x yo lo escribo con j. No sé si queda claro.