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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 17 de Agosto de 2024

Profesor despistado. Entre ficción y realidad

[Img #231884]De la ficción. Todos tenemos un arquetipo de este personaje de ficción cómico y popular, el científico o profesor universitario de ciencia o ingeniería bonachón, distraído, algo chiflado, excéntrico y genial, muy genial, en lo suyo. Una brillantez académica a la que acompaña un más que deficiente comportamiento en otras áreas sociales, por debajo de lo normal, que le hacen ser olvidadizo, estar siempre ensimismado o cometer errores de bulto, de ahí la comicidad del personaje. En el inconsciente colectivo este desequilibrio se suele explicar con el hecho de ser personas tan absortas en su “propio mundo” que no interaccionan o apenas lo hacen con sus entornos, vamos que no se enteran de nada. De hecho es un estereotipo común que algunos profesores se obsesionan tanto con sus investigaciones y estudios, que prestan poca o ninguna atención a cualquier otra cosa que no lo sea; como quien dice, están pensando en las musarañas.

 

Científicos ficticios. Para los que ya tenemos una edad es un referente de este prototipo de profesor sabio y distraído el protagonista de la película estadounidense El profesor chiflado (1963) interpretada por Jerry Lewis, en realidad una parodia de la novela El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson, y del que algo más recientemente pero no mucho, (1996) se hizo un remake cinematográfico homónimo que quizás le suene. Un referente como también lo es el inventor excéntrico y prácticamente sordo profesor Silvestre Tornasol de Las aventuras de Tintín (1930-1976), quizás el cuarto personaje en importancia tras Tintín, Milú y el Capitán Haddock ideados por el dibujante y guionista belga Georges Rémi, Hergé, Por cierto, todo apunta a que la imagen física del inventor ficticio se la inspiró el más que real y no menos conocido profesor de física, explorador e inventor suizo Auguste Piccard (1884-1962) que era amigo suyo; en honor a la verdad, dejar claro que la semejanza entre ambos quedaba solo en el aspecto físico. Por último y haciendo algo de patria, quién no conoce al profesor Bacterio de los cómics y películas de Mortadelo y Filemón, fruto del historietista español Francisco Ibáñez. Cuatro grandes.

 

De la realidad. Sepa que aunque manida, la frase ‘La realidad supera a la ficción’ utilizada en ocasiones para mostrar sorpresa o incidir en lo extraordinario de un suceso, no es por ello menos cierta y de prueba le traigo un botón que tiene como protagonista al matemático estadounidense Norbert Wiener (1894-1964), del que este Año del Señor celebramos dos aniversarios vitales más o menos redondos, el centésimo trigésimo (130.º) y el sexagésimo (60.º) respectivamente. Un ser extraordinario sin duda desde que nació, un notable niño prodigio que: a los tres años leía de corrido, a los cuatro se adentraba en la literatura científica, a los siete desgranaba tanto las teorías evolucionistas del naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) como la neurología moderna del francés J-M Charcot (1825-1893), a los once ingresaba en la universidad y a los dieciocho recibía su doctorado en Harvard. Sí, más que notable diría yo. Y también un adulto brillante, discípulo del filósofo y matemático británico Bertrand Russell (1872-1970), que en Cambridge fue profesor de Lógica Matemática en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) donde ejerció por más de cuatro décadas.

 

Wiener y Torres Quevedo. Y sigo haciendo algo de patria pues fue durante este tiempo en el MIT cuando realizó frecuentes viajes a Europa y entabló contacto con el ingeniero, matemático e inventor español Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) a propósito de uno de los inventos de éste, el autómata conocido como “El Ajedrecista” construido en 1912. Una máquina que fue presentada en la Feria de París de 1914 donde generó una gran expectación; tanto que un año después, el 6 de noviembre de 1915, tuvo una extensa mención de la revista Scientific American; de hecho el autómata del español está considerado por muchos como el primer juego por computadora de la historia. A título de apunte torrequevediense indicar que el transbordador aéreo que atraviesa las Cataratas del Niágara en Canadá, el Spanish Aerocar, fue construido por el español, quizás la empresa que mayor fama mundial le dio si bien, desde un punto de vista científico, no es la más importante; este teleférico fue inaugurado en 1916 y aún hoy está en servicio.

 

Wiener, un científico muy activo. A lo largo de su dilatada y prolija carrera profesional, nuestro hombre trabajó en diferentes campos del conocimiento, por ejemplo, hizo aportaciones al movimiento browniano, movimiento aleatorio que se observa en algunas partículas microscópicas cuando se encuentran en un fluido, sea líquido o gas. El nombre lo recibe del biólogo y botánico escocés Robert Brown (1773-1858) que lo descubrió en 1827 al observar cómo pequeñas partículas de polen se desplazaban en movimientos aleatorios, sin motivo aparente en el seno de una gota de agua. También trabajó en la integral de Fourier, una transformada denominada así por el matemático, físico y político francés Joseph Fourier (1768-1830) que quizás le recuerde los tiempos bachilleres. En palabras del propio francés, “El estudio profundo de la naturaleza es la fuente más fértil de descubrimientos matemáticos”.

 

CONTACTO: [email protected] 

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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