Contra el Perroflautismo
Desastre, desastre, desastre (artículo largo, pero es que llevo varias semanas sin escribir)
por Balsa Cirrito
El mayor peligro para la democracia que sufre el mundo occidental se llama ideología o perspectiva de género. Se trata de un movimiento totalitario, represivo, irracional y anticientífico, que causa daños irreversibles a muchas personas (y causará muchos más), y que perjudica a la ciencia tanto como en su día hiciera la Inquisición.
Echémosle un poco de perspectiva al asunto. El siglo XVIII fue quizás el más brillante de la ciencia española. Mi admirado Isaac Asimov, por ejemplo, es de casi el único tiempo del que cita a científicos españoles. Entre los hombres de ciencia de aquel siglo podríamos destacar a Jorge Juan o a Antonio de Ulloa que, entre otros asuntos, trataban cuestiones astronómicas. Pero estos dos tíos tan listos no podían expresarse con la claridad y el rigor que exige la ciencia, porque cuando publicaban algo habían de escribir que el sol daba vueltas alrededor de la Tierra, ya que la Biblia (y la Inquisición) lo proclamaban. Si hubieran dicho que la Tierra orbitaba alrededor del sol habrían terminado encerrados en alguna celda húmeda pillando reúma y hongos en las uñas de los pies.
Pues algo semejante está sucediendo. No que va a suceder, sino que ocurre ya con la ideología de género. Algunos ejemplos. En EEUU cualquier investigación universitaria, para ser financiada ha de pasar algunos filtros. El más importante es el filtro generista. Pongamos por caso que usted es un científico que quiere hacer un estudio sobre los fondos marinos en el océano Índico. Pues usted ha de presentar una justificación explicando cómo puede afectar esto a la perspectiva de género. Si usted no es capaz o no cree en la dicha (y disparatada) ideología, se queda sin enterarse de cómo son los fondos del Índico. Otro ejemplo, el caso que denuncia el filósofo y politólogo Leonardo Orlando. Orlando, profesor de la Sorbonne en París, programó un curso sobre la relación entre la biología y el comportamiento político y la ideología de género. Se trataba de un curso opcional y que competía contra más de ochenta cursos que negaban la relación de la biología y el género. Sin embargo, los generistas protestaron airadamente y obligaron a la dirección de la universidad a eliminar el curso, ya que, al parecer, el tener pilila es algo absolutamente contingente, y no influye para nada en las personas, ni nos lleva a que nos gusten las mujeres o los hombres (a decir verdad, la descacharrante ideología de género niega que existan hombres o mujeres desde el punto de vista sexual, sino que todos estamos destinados a ser trans o algo parecido).
Pero no sé por qué me voy tan lejos. En España, políticas muy zumbadas al estilo de Irene Montero o Madame coiffure Yolanda Díaz, con la complicidad vergonzosa del PSOE, partido al que siempre voté, están achicharrando el cerebro de los adolescentes. Por si no lo saben, en nuestro país todas las asignaturas de los institutos han de impartirse y programarse teniendo en cuenta la “perspectiva de género”. Esto es, ¿enseña usted matemáticas? Pues haga que coincidan con el generismo. ¿Filosofía? Lo mismo. ¿Física y Química? Igual, etc.
Todo esto ya sería muy grave si habláramos de unas ideas sostenidas por algún tipo de bagaje científico sólido. El problema es que la ideología de género no tiene ningún respaldo de las ciencias positivas. Cero. Niente. Nada. Tienen la misma fiabilidad que el terraplanismo o la teoría de la Tierra hueca.
Básicamente, la ideología de género es una disciplina que niega la biología. Pero la niega a lo bestia. Como decía antes, no cree que existan los sexos propiamente dichos, sino que estos representan un “constructo social” (constructo, vaya mierda de palabra, que ni vocablos bonitos saben poner). Los “generistas” actúan como si Mendel o Darwin no hubieran existido, y se comportan de una manera religiosa, proclamando que los hemos de creer porque sí, no por sus pruebas o razonamientos. Y digo yo, ¿se han preguntado estos tíos (y tías) alguna vez por qué a los hombres les atraen las mujeres con los pechos abundantes? ¿O las anchas caderas? ¿O los traseros como dos mitades de sandía? Pues no es porque se les haya educado así bajo el terrible heteropatriarcado, sino por complejas (y bien estudiadas) razones que tienen que ver con la evolución. Cosas de Darwin, vamos. (Espero que Darwin les suene).
Pues bien, los defensores del “género” ante cualquier crítica a sus sagrados dogmas no se preocupan demasiado por argumentar, sino que gritan “¡homófobo!”, o “¡machista!”, o el peor insulto de todos: “¡tránsfobo!”.
Lo más curioso de todo esto es que quienes más apoyan la ideología de género son las mujeres y los gais y lesbianas. Lo de los gais y lesbianas pudiera tener alguna lógica, aunque entiendo que los perjudica, ya que los reduce a unos estereotipos contra los que siempre han luchado, ellos sabrán. Pero lo de las mujeres es de chupinazo. La ideología de género las maltrata en tantos aspectos que el apoyo notable de un buen sector de las mujeres jóvenes a este entramado solo se puede entender desde algún tipo de fanatismo, lo que, inevitablemente, lleva a chorradas absolutas.
Un poner. Es muy habitual ver a jóvenes ambiguos quejarse de la dictadura del binarismo. ¿Por qué hemos de ser binarios, eh, por qué?, lloran los benditos mientras dudan si afeitarse o pintarse los labios. Dan ganas de cogerlos por las orejas (y menciono las orejas porque es una parte del cuerpo bastante inocua, en absoluto contaminada por el heteropatriarcado), cogerlos por las orejas, digo, y explicarles: a ver, chiques y chiques, el deseo sexual tiene en el ser humano y en todos los animales un origen reproductivo que precisa de macho (¡huy, qué palabra!) y de hembra; si no fuéramos binarios sencillamente no seríamos nada, no existiríamos, nos habríamos extinguido y tú no vestirías así de raro, que vaya pinta. Pero si les explicara eso, como la educación que han recibido en las escuelas e institutos es tan descabellada, pensarían que les estábamos gastando una broma de Tik Tok. Evidentemente, no trato de decir que cuando practicamos sexo lo hacemos para reproducirnos, porque sería ridículo, pero la programación, nuestra programación, nos ha inoculado el deseo sexual con una finalidad natalicia. Es lo que hay.
Por supuesto, podemos preguntarnos que cómo es que la perspectiva de género, si es tan absurda, ha llegado a imponerse de esta manera. En realidad, tampoco resulta tan extraño; igual de absurdo era el nazismo y sin embargo dominó las cabezas de los alemanes durante muchos años. Pero, lo cierto es que en buena medida se ha ido imponiendo por cobardía de quienes se oponen. He visto muuuchas veces cómo personas que están en completo desacuerdo con el “generismo” se pliegan o se callan para evitar conflictos. Si soy sincero, en mi ámbito profesional lo contemplo casi todos los días. Y es que ya lo decía Lenin, un pequeño grupo de personas puede imponerse a la mayoría si es lo suficientemente osado e hijoputa. Él lo consiguió. E Irene Montero sospecho que también.
Estos disparates a los que me refiero llegan a su cima en el asunto trans. Aquí ya no tenemos matices, sino que los sinsentidos son tan enormes que los “generistas” se ven obligados a promulgar leyes represivas para sostenerlos, como ocurre en España. Me permitirán que no sea muy explícito, ya que las normas en nuestro país en este aspecto tienen un toque totalitario que impide que se las critique con demasiada claridad. Pero, por poner un ejemplo. Es usted dependiente de una tienda y se encuentra usted con un señor con barba y corbata y le dice “¿Qué desea el caballero?”. Entonces el caballero responde: “Soy una señora, cuidado”. Por supuesto, el dependiente, no se entera muy bien de lo que pasa y dice: “perdón, caballero, pero no acabo de entender...”. Entonces el caballero, que no es caballero sino una señora sin tetas y sin chirrisqui, entra en cólera y grita: “Ahora mismo voy a la policía para ponerle una denuncia. ¡Me ha llamado caballero pese a que le avisé de que soy una mujer!”. Y va y la pone. Y el dependiente se lleva una multa. Este ejemplo probablemente parezca tosco y poco ingenioso por mi parte. Lo es. Pero además es cierto, porque reproduzco lo ocurrido en un supermercado de la cadena Más de Málaga.
Como digo, lo más grave viene a ser el asunto trans, que es donde más daños se pueden producir, porque son irreversibles. Me cuenta una enfermera americana que ejerce en EEUU, en la ciudad de Chicago, que su jefa le ha dicho que si algún niño llega al hospital diciendo que es un gato (¡¡¡¡¡¡¡) no le lleve la contraria, que tiene derecho a sentirse así. Tanto es, que en algunos colegios americanos se han instalado terrarios para que los niños-gato hagan sus necesidades. A esto se le llama transanimalismo. (No es coña).
El número de personas autocalificadas trans ha crecido en los últimos años de manera asombrosa, muy por encima de lo que sería lógico pensar si se entiende que así solo se califica a quienes sufren disforia de género. Pero tampoco es de extrañar. Venía gestándose tiempo atrás, pero desde la pandemia la cantidad de personas que sufre trastornos mentales, sobre todo entre los jóvenes, se ha disparado como bien puede comprobar quien tenga la utópica idea de encontrar un psiquiatra que le atienda. Entre este grupo de personas, frágiles mentalmente, el pensamiento trans hace estragos. Imaginemos el caso (o no lo imaginemos, porque es un caso real) de una chica propensa a las depresiones y que cuando llega a la universidad se junta con otras chicas por el estilo. En un momento dado, el grupo decide que no son chicas, sino hombres, y se inyectan lo que quiera que se inyecten las mujeres trans. El problema es que, con el tiempo, las chicas se arrepienten, pero ya es tarde, porque algunos efectos no se pueden detener, y todas estas chicas se convierten en estériles. Premio para Yolanda Díaz.
No me alargo más que esto se va haciendo eterno. La ideología de género sostiene que usted que me lee no es hombre o mujer, sino un proyecto de transexual, y que algún día, en un futuro más o menos lejano, no seremos hombres o mujeres, sino que todos seremos transis. Seres luminosos con pichas inútiles. Entiendo que no ocurrirá así, pero si fuera solo cabría decir una cosa: ¡qué aburrimiento!
Paulov Ramski | Domingo, 21 de Julio de 2024 a las 18:59:46 horas
Gracias José por tu articulo. No hay mas que oir los comentarios en tu contra para costrastar los daños cerebrales existentes. Demuestras que se puede ser de izquierdas y coherente al mismo tiempo, aunque reconozco que eres una caso bastante raro. Tu exposicion es bastante clara y asequible para mentes catas, digna de un buen profesor de letras. Solo espero seguir leyendote por mucho tiempo.
P.D. Si vuelves al falla, estaré alli.
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