Contra el Perroflautismo
Pues lo mismo el mundo no es como nos dicen que es
por Balsa Cirrito
Padres y madres, este es el mundo que se muestra en la actualidad en la educación española, el que sus hijos e hijas reciben explicado, y el que se complementa con el que promocionan los medios de comunicación y redes sociales, que no son mancos. Atentos, que es una historia muy bonita y muy instructiva.
La versión oficial de la realidad es la siguiente: El mundo podría ser un lugar muy bueno, muy bueno, muy bueno, pero existen unos seres malvados y crueles, violadores y pegahostias, que se oponen a la felicidad de las seras humanas. Estos seres se llaman hombres heterosexuales. Los hombres heterosexuales son capaces de cualquier barbaridad, y ni siquiera saben (fíjense qué espanto) llorar cuando ven el anuncio del Fari del Ministerio de Igualdad. A estos machos apestosos, supuradores de vapor de axila y de semen concentrado, hay que evitarlos a toda costa, porque pueden dejar embarazada a una chica tan solo con respirar a menos de 50 centímetros de ella, y como respiren fuerte le hacen gemelos.
Frente los malvados hombres, similares a los orcos en casi todo, se encuentran una serie de seres bondadosos, que despiden luz y que nos facilitan la vida con su hermoso ejemplo. En primer lugar, están los gais. Es verdad que son hombres, y por eso no llegan a ser perfectos, pero han conseguido un equilibrio estético y sentimental maravilloso, que se manifiesta en todo su esplendor en el día, digo, en la semana, digo en el mes del orgullo gay.
Por encima de los gais se hallan las mujeres, entes angélicos, de dulzura y dignidad extremadas, y que sufren en silencio y sin decir nada (sobre todo cuando son mudas) los desmanes y maldades de los ya mencionados hombres heterosexuales. Por ello, resignadamente, padecen durante un prolongado espacio de tiempo, tanto como la duración de sus vidas, que, por una casualidad aún no explicada, suele ser bastante más larga que la de los malvados varones; padecen, digo, todas las penurias que sospechamos, particularmente en los juzgados, que solo fallan a favor de ellas en un miserable 84% de las ocasiones.
Sigamos ascendiendo. Por encima de las mujeres se hallan las lesbianas. Nos encontramos ahora ante entidades que rozan la perfección, prácticamente arcángeles, individualidades de una armonía casi completa, armonía que se manifiesta sobre todo jugando al fútbol, deporte en el que por la nimia razón de que nadie va a verlas, sufren la discriminación de cobrar menos que los varones y los besos de Rubiales, que no sé qué es peor.
Por último, en la cúspide, se hallan las personas transexuales, auténtica aspiración de todo ser vivo, semejantes a los dioses del Olimpo, situadas por encima del bien y del mal, que no han de preocuparse por su aspecto, ya que pueden tener barba y los atributos del caballo de Espartero y ser chikassss, y que demuestran su superioridad sobre el resto de los vivos en las competiciones deportivas femeninas participadas por mujeres trans.
(Por supuesto, existen otras categorías santificadas y venerables, como palestinos de Hamás, okupas de Mallorca, y marineros del Open Arms, pero esas las dejamos para otro día).
Parece que estoy de coña, pero no lo estoy del todo. De hecho estoy exagerando muy poco, y en algunos aspectos me estoy quedando corto (¿saben que en España casi el 20% de los adolescentes afirma pertenecer al colectivo LGTBI+, más que en ningún otro lugar del mundo?). Llevamos mucho tiempo diciendo que las mujeres no alcanzan esta o aquella otra meta por culpa de la educación, pero para solucionarlo estamos creando una generación de hombres sin autoestima, a quienes desde el primer día que entran en el colegio se trata de convencer de que son violadores en potencia, maltratadores en potencia y otras muchas potencias, menos la de conseguir algo razonable, ya que casi todos los referentes que se les muestran son mujeres (les invito a visitar un centro educativo y comprobar como el 90% de las figuras a las que se dedican carteles, semblanzas, efigies o pósteres son tías).
En fin, desde el respeto y la tolerancia, e implementando los valores transversales, resilientes, sostenibles, empoderantes y, por supuesto, la inclusividad igualitaria de la Agenda 2030, les digo que igual nos estamos equivocando. Sin ofender, ¿eh?, que lo digo sin ofender, cuidado, pero puede que nos estemos pasando de la raya (y al decir raya no insinúo nada, ¿vale?). Y que puede que haya hombres buenos y mujeres que sean unas hijas de puta. Y gais que se comportan como cabrones. Y lesbianas con muy mala leche. Y trans que se están cachondeando de todo dios. Que no digo yo que se sea eso, pero a lo mejor, igual, puede… Y lo refiero, por supuesto, empoderando, incluyendo, implementando, transversalizando y reciclando. De eso que no falte... Lo dicho. Adiós, me voy que se me pasa el tofu con avena y aguacate que tengo en mi plancha de cocina solar. Chao.



































También me llamo Luis | Miércoles, 05 de Junio de 2024 a las 09:17:43 horas
En respuesta a Luis (al otro, el que seguro dice "chiques" y utiliza "empoderamiento femenino" todo el rato, mientras su mujer limpia toda la casa):
Desde luego, no tanto como usted: que lo ha leído (y eso que es bien largo el artículo), se ha enfadado/ofendido, y ha sentido el irredimible impulso de comentar. Debe tener una vida fascinante
PD: Ya lo dijo Yolanda Diaz (cito textualmente): "Los hombres de izquierdas son un peñazo"
PD2: Añado yo: Para ser hombre igual, búscalo de derechas, que al menos nos duchamos de vez en cuando.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder