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Carlos Roque Sánchez
Lunes, 06 de Mayo de 2024

‘El parto de los montes’

[Img #221478]Marchando una de significado. Es una expresión con la que algunos se refieren a aquellos acontecimientos que, a pesar de la expectación que han despertado, se resuelven de forma insignificante, incluso, decepcionante; vamos, aquellos sucedidos que se anuncian como algo mucho más grande o importante de lo que realmente terminan siendo. Una locución, tal vez menos conocida que otras de nuestro refranero creadas hace siglos, como ‘ser más el ruido que las nueces’ o ‘mucho ruido y pocas nueces’ que ya utilizaban nuestros clásicos del Siglo de Oro con la misma idea, la de referirnos a algo ridículo que se prometía mucho mayor. Menos conocida le decía porque si, dicha así, la frase en cuestión puede parecer a priori un enigma surrealista, ¿un monte pariendo?, no le digo a posteriori cuando se sabe la consecuencia del parto montero. Un misterio que deja de serlo en cuanto nos lo propongamos pues disponemos de una buena explicación para entender su origen, naturalmente los clásicos quienes si no; aunque antes de entrar en él le doy unas pinceladas que un buen amigo me ha contado al oído, acerca de la influencia de la susodicha en la literatura.

 

Referencias recientes. Y así el escritor y profesor zaragozano Javier Barreiro publicó en 1983 el cuento El parto de los montes, que por cierto fue muy galardonado; y el polímata mexicano Juan José Arreola utiliza la misma idea pero reconvirtiéndola en un brevísimo y delicioso relato fantástico, que lleva por título el latinajo Parturient montes, perteneciente a su Confabulario de 1952. Y a mediados del siglo XIX su compatriota Eufemio Romero escribió un relato breve titulado precisamente El parto de los montes (1851), donde dos niños encuentran en la montaña unos restos óseos que aterran al pueblo entero y que a la postre resultan ser los de un simple simio. Y en todos los casos, lo dicho, empleamos la expresión ‘el parto de los montes’ cuando se espera obtener algo importante y al cabo nos topamos con una menudencia.

 

Otras referencias. Ya no tan reciente, el laguardiense Félix de Samaniego (1745-1801) incluye en su ‘Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado’ de 1781, la homónima del titular entre otras, que seguro le sonarán si tiene edad de peinar canas o no tiene ni canas que peinar, véase: La zorra y las uvas, La paloma, La cigarra y la hormiga, Congreso de ratones, o El perro y el cocodrilo. Le dejo con el que nos trae hoy: ‘Con varios ademanes horrorosos / los montes de parir dieron señales. / Consintieron los hombres temerosos / ver nacer los abortos más fatales. / Después que con bramidos espantosos / infundieron pavor a los mortales, / estos montes que al mundo estremecieron / un ratoncillo fue lo que parieron’.

 

Orígenes. Unas fábulas samaniegas a imitación de los grandes fabulistas que le precedieron como el francés Jean de La Fontaine (1621-1695) en el siglo XVII y, en el comienzo de nuestro calendario, los clásicos de siempre. Como el poeta latino Fedro (siglo I), cuya versión al castellano más conocida de su fábula El parto de los montes, es la popularísima de Samaniego, diecisiete siglos después, que fue como pasó a nuestro acervo fraseológico. En realidad, el laguardiense sigue la moraleja del poeta latino Horacio (65-8) en su Ars poetica, también conocida como Epístola a los Pisones, dirigida a los escritores pretenciosos y donde el verso ‘Parturient montes, nascetur ridiculus mus’ (parirán los montes, nacerá un ridículo ratón), hace alusión a aquellos autores que escriben con estilo rimbombante o presumen de hacer mucho más de lo que en realidad son capaces de ofrecer al lector.

 

Otros orígenes. En puridad, el origen de la fábula hunde sus raíces nada menos que en la homónima del griego Esopo (siglo VI a.C.), que fue versificada por el latino en el siglo I, siendo el primero en escribir fábulas esópicas en verso, aunque eliminando el tono ingenuo y entrañable del que aquél las dotara. Eso sí, a cambio, las colmó de críticas veladas pero implacables contra personajes relevantes, hábitos sociales y actitudes políticas de dudosa integridad; algo que repitió Samaniego también en verso, aunque con un carácter prosaico, dados los asuntos que trata y su finalidad didáctica. Así que es Esopo quien primero nos refiere lo que después han repetido otros.

 

Y hasta aquí lo que quería contarle de esta antañona expresión con la que se suele incidir en aquellos acontecimientos que resultan nimios, cuando se habían anunciado como mucho más que grandiosos; a la vez, claro está, que se le corta un traje a su medida al protagonista. Ni mu por supuesto sobre lo útil que sigue resultando en la actualidad. Siempre los clásicos. Le dejo con los versos de mi poeta de cabecera. ‘Es el mejor de los buenos / quien sabe que en esta vida / todo es cuestión de medida: / un poco más, algo menos...’.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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