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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 20 de Abril de 2024

'Shakespeare y Hathaway'. Reencarnaciones y poesía

[Img #219672](Continuación) Entre presente cinematográfico y pasado familiar. Esto me llega a través de Internet y su inquietante capacidad para generar, desarrollar y expandir hipótesis conspiranoicas, prácticamente a la velocidad de la luz; como ésta que le traigo y según la cual dos actores contemporáneos serían las reencarnaciones de dos personas del siglo XVII, mas no cualesquiera unas y otras. No. Los actores son la estadounidense Anne Hathaway (1982) y su marido, el ahora productor Adam Shulman (1981), y los antañones ya se los habrá imaginado, el bardo William y Anne su mujer, pero, ¿por qué precisamente ellos? se preguntará. Bueno, pues “los raritos de la cosa paranormal” se han puesto a buscar circunstancias que favorecieran sus ocurrencias y han encontrado que, por ejemplo, la mujer de Shakespeare se llamaba igual que la actual estrella de Hollywood, Anne Hathaway. Una casualidad buscada me dirá usted con toda razón, con la de actores y actrices que ha habido desde entonces, no les habrá resultado difícil encontrar uno que le venga bien.

 

Entre parecidos anda el juego. Ya. Pero es que a eso hay que sumarle que su marido Adam guarda, según ellos, un inexplicable y más que suspecto parecido físico con el bardo William, una inquietante coincidencia, son dos casualidades, que en su loca opinión solo puede tener una explicación. Anne y Adam son “viajeros en el tiempo”, “visitantes del pasado”, o dicho en otro plano, ni más ni menos que reencarnaciones de Anne y William, ¿cuál si no puede ser la explicación se preguntan, si está sustentada en pruebas como la concurrencia de nombre en ellas y el parecido a través de un cuadro en ellos? Es más, de ellas destacan el detalle de que ambas tienen la piel blanca y el pelo castaño, o sea que no hay duda, estamos ante un irrefutable caso de reencarnación de la una en la otra. En fin, llámeme loco, pero es que la cosa no queda aquí, no. Sabedores de que “la verdad está ahí fuera”, han incorporado un punto más en su argumentario paranormal: algunos pergeñadores y defensores de esta ocurrencia aseguran tener otra prueba en la que sustentarse, ésta de naturaleza literaria. Tito tatín, tatín, … ta tito tito tin...

 

Supuestas palabras shakesperianas. Por lo que tengo leído, algunos fanáticos del escritor han visto en ellas la prueba definitiva de su desvarío conspiratorio; y lo que primero fue sólo casualidad y después coincidencia, ahora pasa a ser ataque enemigo (Bond, dixit). Ni más ni menos que el cumplimiento de una promesa que cuentan hizo el poeta antes de morir a su esposa: ‘La vida es muy corta para amarte en una vida, prometo buscarte en la otra’. La cosa está clara, no hay dudas, estamos no ante una reencarnación simple sino ante una doble y si esto es así, cabe preguntarse: ¿Ha cumplido William su promesa y se ha reencarnado para volver a enamorarse y enamorar a su Anne también reencarnada? ¿Cómo se han puesto de acuerdo para coincidir en fecha y lugar? ¿Por qué eligieron esta época? ¿Lo han hecho otras veces antes? ¿Se reconocieron nada más verse? ¿Llevaban algún elemento identificador? Son preguntas en busca de respuestas que dejo en el aire porque se me ha encendido una alerta escéptica, resulta que por más que he buscado no encuentro la susodicha cita, al parecer perteneciente a un poema del que no hay ni rastro. Pues vaya. Es lo que tiene la ciencia a diferencia del arte, que solo sigue la pista de las pruebas, por no hablar de la pseudociencia o la religión, que ese es otro cantar.

 

Reencarnación y religión. Se piensa que la creencia en la reencarnación ha estado presente en la humanidad desde la más remota antigüedad, de hecho ha formado y forma parte de la mayoría de religiones de todo el mundo, si bien, dicho sea, cada una con sus propias características y principios. Por ponerle un ejemplo, en la budista tibetana no solo se acepta esta creencia, sino que con ella se identifica en un niño al que será el siguiente Dalai Lama, y así sigue en pleno siglo XXI. Usted mismo. Por no hablar de otras religiones orientales (hinduismo, jainismo o taoísmo) o las tribales africanas de América y Oceanía. Esta idea de trascendencia, según la cual una persona fallecida volverá a vivir o aparecer con otro cuerpo, ha permanecido a lo largo del tiempo incluso en las religiones judeocristianas (cristianismo, judaísmo e islamismo), eso sí, como herejías y creencias no oficiales. Es lo que tienen las creencias, que unas se pueden (y deben) creer y otras no, según el principio de autoridad eclesiástico de turno. Y hasta aquí llego, le dejo con otra dosis de humor, ésta del etólogo austriaco Konrad Lorenz (1903-1989), ‘No nos tomamos el humor suficientemente en serio’.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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