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Carlos Roque Sánchez
Sábado, 16 de Marzo de 2024

El gran aplauso

[Img #215438]‘El Gran Luciano’. Es como era conocido quien representaba al típico cantante lírico italiano, con no pocos de sus tópicos: enamorado de la pasta y el buen comer (estaba demasiado grueso), coqueto y extrovertido (se teñía exageradamente el pelo), dicharachero y simpático (una permanente sonrisa mostraba su perfecta y blanqueada dentadura) y sexualmente muy activo (sin comentario). Escrito así parece que estuviera dicho casi todo de él, pero no podemos obviar que durante años cautivó el corazón del gran público como nadie, y por supuesto no lo logró únicamente con tópicos. Luciano Pavarotti (1935-2007) era grande no sólo por su masa corporal, no, tenía una inconmensurable voz de tenor que era bella, única e inconfundible, pero no la mejor, en absoluto. No tenía la versatilidad del madrileño Plácido Domingo (1941) ni el contagioso candor del barcelonés José Carreras (1946) ni la perfección del palmense Alfredo Kraus (1927-1999), pero tenía un poco de todos ellos, bastante dirían algunos entendidos, de ahí que fuera diferente su forma de cantar. Por otro lado, fue también fue el más grande por su sencillez, sentido del humor, simpatía y proximidad, lo que quieras que no ayudó a su éxito.

 

Próximo con el público y la música popular, no dudó en acercarse a otros géneros musicales, llegando a fusionar la ópera con otros ritmos, no siendo pocos los dúos que hizo con cantantes como Ricky Martin, George Michael, Bono, Sting o Lionel Richie, de lo mejorcito de cada casa, y con los que supo disimular su extraordinario do de pecho. Y cuando no llevaba su voz al pueblo, le trasladaba la ópera misma transportando la lírica desde el terciopelo de los teatros hasta el cemento de los estadios, haciéndola accesible a todos; una extravagancia al decir de otros músicos, y si lo dicen, ellos sabrán. Pavarotti, hijo de un panadero amante de la ópera, planeó retirarse en 2005 con una gira mundial, pero por desgracia la enfermedad hacía su aparición en 2006 y el pasado año del Señor de 2007 se lo llevaba. Dejó dicho: “Espero ser recordado como cantante de época, como representante de una forma de arte”. Sin duda que es recordado así.

 

Pavaroti en Sevilla. En una sola ocasión, el 13 de mayo de 1991, actuó en esta ciudad y lo hizo con motivo de los acontecimientos previos a la ‘Expo 92’ dentro del ciclo inaugural del Teatro de la Maestranza. Aunque bien es cierto que ya no estaba en su mejor momento, un público entusiasmado le esperaba entregado y el divo dio todo lo que de él se esperaba: su impactante presencia escénica, su ancho y desgarbado frac, su arrolladora simpatía, su largo y blanco foulard enjugador de sudores líricos y, por supuesto, sobre todo, su maravillosa voz. Al decir de los que pudieron escucharlo en el teatro (las presiones para conseguir una invitación fueron de campeonato), el recital fue memorable, apoteósico e inolvidable. Casi tres horas en las que el tenor cantó todo lo que quiso, lo mejor de su repertorio, y al que un público enfervorizado mantuvo durante cuarenta y dos minutos (42 min) entre aplausos, ovaciones, bises y rosas rojas. Un final de récord aún no superado por nadie.

 

Durante los tres días que Pavarotti permaneció en la ciudad se alojó en el Hotel Colón y comió de todo lo quiso y más en ‘El Burladero’, o sea que bien; cuentan que, nada más llegar, afirmó a todo el que le quiso oír, que el jamón de Jabugo no era mejor que el “prosciutto di Parma”, de hecho, hasta se empestilló en una apuesta. La misma que no dudó en reconocer haber perdido, nada más probar el primer bocado del producto onubense. También visitó ‘Sebastián’ donde descubrió las acedías y las puntillitas, todo de Isla Cristina, e igualmente comió hasta la saciedad. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que el gran divo en Sevilla comió como cantó, hasta hartarse. Después se marchó en el mismo jet privado que lo trajo. Cosas de divos.

 

‘Nessum Dorma’. Es el aria del acto final de la ópera ‘Turandot’ de Giacomo Puccini -estrenada el 25 de abril de 1926 en La Scala de Milán- y que podemos traducir como “Que nadie duerma”. Sigue a las palabras de la princesa Turandot, quien pide que nadie duerma hasta averiguar el nombre del desconocido príncipe Calaf, el mismo que ha lanzado el reto por el que, si no es descubierto, la fría princesa se casará con él. Con el canto, el príncipe muestra su certeza de que los esfuerzos por descubrir su nombre serán en vano, y hasta aquí les cuento. La BBC incluyó esta aria en su cobertura de la italiana Copa Mundial de Fútbol de 1990, y en poco tiempo alcanzaba el número 2 de la lista de singles en el Reino Unido, lo nunca conseguido por una grabación clásica. Era la canción por excelencia del tenor italiano y la cantó en su última actuación, al final de la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de Turín 2006, donde recibió la mayor y más larga ovación de la noche. Estremecedora como el final de su aria: “All'alba vinceró! vinceróóóóóóóó! vinceeeeeeeeeeeeeróóóóóó!”. Una maravilla.

 

Otros aplausos. El hijo del panadero italiano consiguió el aplauso más largo de la historia hasta ese momento, que tuvo lugar en el Palacio de la Ópera de Berlín el 24 de febrero de 1968 tras su interpretación de 'El Elixir de Amor' (1832), la ópera escrita por el prolífico compositor italiano Gaetano Donizetti (1797-1848). El público recompensó su soberbia actuación con un aplauso de sesenta y siete minutos (67 min), algo más de una hora a lo largo de la cual el cantante salió 165 veces a escena, acarreando las respectivas subidas de telón, para agradecer al público su gran apoyo.

 

El aplauso más largo de la historia hasta el comienzo de la década de los noventa del siglo pasado, cuando fue superado en duración. No lo protagonizó una gran dama del teatro ni el estreno de un super taquillazo de Hollywood ni el concierto de una estrella del rock, no, el aplauso más largo de la historia se lo llevó el español Plácido Domingo el 30 de julio de 1991 en la Ópera Estatal de Viena. En total, una hora y veinte minutos de aplausos con 101 salida al escenario.

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

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