Contra el Perroflautismo
El pasado no es lo que era
por Balsa Cirrito
Leo en El Mundo una crítica de la serie Berlín. El autor la machaca por la “cuestionable gestión de las relaciones entre hombres y mujeres” y por la “concepción de los personajes femeninos”. A ver, la serie es mala, un ejemplo de eso que se suele llamar “basura envuelta en papel de seda”, pero en ningún momento he visto que la concepción de los personajes femeninos sea más extraña que la de los masculinos, salvo que el crítico piense que el estado natural del individuo-hombre-macho-man sea la del delincuente supurador masivo de hormonas sexuales, que igual sí.
Comienzo a ver en no sé qué plataforma un documental sobre CIFESA, la mítica productora cinematográfica española que nació en tiempos de la República y que duró hasta finales de los años 50. Casi al principio sale una especialista, bien parapetada tras sus gafas de pasta modelo puigdemont, que comienza a decir que CIFESA, ya en tiempos de la República, proponía una visión de la mujer estereotipada, y que los personajes femeninos siempre actuaban en función de los personajes masculinos. Y citaba como ejemplo, que ya es casualidad, sus mayores éxitos: Morena Clara, La hermana San Sulpicio y La Dolores. Hombre, he visto las tres, y precisamente ocurre en ellas todo lo contrario. Si hay algo que llama la atención en estos filmes es que las mujeres son las que cortan el bacalao, y que los hombres, sobre todo en las dos primeras cintas, son individuos algo apocados e irresolutos. Es más, en Morena Clara, película de 1935, aparece una mujer juez mandando a la cárcel a Imperio Argentina, algo supongo (mujeres jueces) que poco habitual en la España de 1935, y las tres pelis, una detrás de otra, podrían considerarse en realidad alegatos feministas más que otra cosa, algo que, por lo visto, la especialista de las gafas puigdemont no llega a pillar. Lo del estereotipo mejor no lo comento que me desencajo con las risas.
Leo en El país… Bueno, en El país da igual lo que lea, porque el ciento por ciento de sus artículos están escritos bajo el prisma del narcofeminismo, y todos los escritores (y escritoras) son cazadores de delitos machistas en todo tiempo y lugar, logrando resultados que indican una fértil imaginación en tan entretenida tarea. Da igual de lo que se hable, ya sea fútbol, repostería, Guerra de Ucrania o misión exploradora sobre la superficie de Marte, siempre resulta que hay una mujer sufriente y/o discriminada. Con los hombres nada, a saco, porque, como todos sabemos, son unos brutos que no saben programar una lavadora ni llorar viendo Sexo en Nueva York.
¿Dónde quiero ir a parar? Pues creo que se adivina: el narcofeminismo que nos invade es insoportable. Sobre todo por aburrido. Por cansino. Por pelmazo. Estoy hasta el gorro de él. No soporto el clima asfixiante que propone. Estoy hasta la nuez de Adán de ese planteamiento de mujer buena-dulce-inteligente-empática-guay-aficionada a la ópera y de hombre follacabras-follacabras-follacabras-follacabras. A menudo pienso que un hongo de estilo de los de la excelente serie Last of us, ha atacado al cerebro de la humanidad y ha devorado los sesos de buena parte de ella (por fortuna, no como setas).
El mundo esta lleno de hordas de buscadores de agravios. Es casi imposible enfrentarse a una obra artística anterior al me too (y también posterior) sin que alguien nos señale los terribles crímenes que se predican en ella contra las mujeres. Y si por rara casualidad no existe delito de opinión contra el sexo/género femenino, seguro que se encuentra alguna ofensa contra el nuevo Santo Grial, también llamado derechos LGTBI etc. Y en el improbable, prácticamente imposible caso de que no hubiera insultos machistas u homófobos o feminicidas, es evidente que nuestros guardianes encontrarían algún tipo de burla contra un grupo étnico, mismamente los maragatos o los vaqueiros de alzada.
Estamos todo el día escuchando la cantinela del respeto a la diversidad, pero nos estamos convirtiendo en la sociedad más uniforme y pelmaza de la historia, donde es imposible que nazcan genios porque a los genios se les retuerce el pescuezo digitalmente.
Y sobre esto, la insufrible cantidad de sermones que nos lanzan cada día, principalmente con la excusa del feminismo, pero extensible a cualquier otra postura chachi ante la vida. Ni en tiempos del famoso predicador Fray Hortensio Félix Paravicino, cuando la gente acudía a las iglesias a escuchar sermones con el mismo espíritu con el que ahora acudimos a un concierto de Dua Lipa, porque estaban muy aburridos, digo, ni entonces se lanzaban tantos reproches, tantas consejas, tantos discursos señorita Rottenmeier como ahora. ¡Qué aburrimiento! ¡Qué hartura! ¡Qué coñazo! Repito, señores, ¡qué coñazo!
Menos mal que la inteligencia artificial nos va a sacar de esta. ¿Cómo? Muy sencillo. Nadie escribirá novelas ni poemas ni obras de teatro. Nadie rodará películas. Nadie producirá programas de TV o dibujará cómics o compondrá canciones o pintará cuadros o rezará padrenuestros, porque bastará con dirigirnos al ordenador y pedir por nuestra boca: “Chati (de chatgpt), escríbeme una novela que transcurra en el siglo XII o XVII, me da lo mismo, pero cuidando mucho que las mujeres sean mujeres empoderadas, que no se ofenda a los gais, que haya personajes trans y que las minorías étnicas estén representadas con dignidad. Ah, que todos los intervinientes sean veganos, y, por supuesto, que no se maltrate a los animales, por lo que no quiero ni carretas ni jinetes ni yuntas de bueyes”.
Pero no sé por qué hablo en futuro: ya hay novelas de ese estilo.
En todo caso, hemos cambiado aquella consigna de cambiar el futuro por la de cambiar el pasado. Puede que sea mejor.
Lectora | Martes, 27 de Febrero de 2024 a las 22:35:33 horas
Así de triste. Eres valiente al denunciarlo. Hablas en nombre de mucha gente que, no somos de derechas, por si alguien del tirón ya desea encasillar, somos conscientes de la manipulación en la que nos estamos viendo envueltos. Gracias
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