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Carlos Roque Sánchez 1
Sábado, 06 de Enero de 2024

Reliquias cristianas navideñas: Suspiro, piedras y cuna

[Img #210852](Continuación) Escojo un cierto orden cronológico para el relato de las mismas, por lo que me veo obligado a empezar por la que quizás sea una de las reliquias más extraordinaria, un suspiro, y nada menos que de San José.

 

El suspiro de San José. Cuenta la tradición que a José, cansado y agobiado por no encontrar sitio en posada alguna y dado el avanzado estado de embarazo en el que estaba María, se le escapó un profundo y preocupado suspiro mientras bebía de una botella, uno del que dicen que quedó atrapado en dicho recipiente. Y el mismo que, supuestamente, un ángel presto recogió y puso a buen recaudo hasta que, pasado un tiempo, fue encontrado por unos monjes que lo llevaron a Francia donde fue venerado durante siglos en una iglesia de Blois (Francia). Allí permaneció la botella cerrada hasta que la Santa Sede tuvo conocimiento de su existencia y la reclamó, con el suspiro del esposo de María dentro, para guardarla en el Sancta Sanctorum de las reliquias vaticanas; ni que decirle tengo que donde hay patrón no manda marinero, desde entonces está allí, y por supuesto con orden expresa de no abrirla. Por si se escapa el suspiro, imagino.

 

Piedras del portal. No son pocos los lugares que aseguran conservar trozos de piedras del mismo portal de Belén, entre ellos la capilla copta del Santo Sepulcro de Jerusalén y todas las que, en suelo patrio, parecen proliferar: monasterio de San Juan de la Peña de Santa Cruz de la Serós (Huesca); catedral de Mallorca, en uno de cuyos numerosos relicarios se conserva un fragmento de una piedra del pesebre; o en la de Valencia, que conserva una piedra entera del portal. Por otro lado, en el año 432, el Papa Sixto III decidió crear en el interior de la primitiva Basílica de Santa María la Mayor una gruta de la Natividad, parecida a la de Belén, y que a partir de entonces pasó a denominarse de Santa María ad praesepem, que en latín significa “pesebre”. La gruta empezó a hacerse tan famosa que los cruzados y peregrinos al regresar de Tierra Santa acudían a ella para ofrecerle las reliquias que traían, así es como llegaron a la romana Santa María Maggiore los que eran considerados auténticos fragmentos de madera del famoso pesebre del Niño Jesús y que hoy, conservados en un relicario, se los conoce como cunabulum, sagrada cuna o pesebre.

 

‘Cunabulum’. Sin duda la infancia es la etapa más desconocida de la vida de Jesús, siendo apenas aludida por los evangelistas Mateo y Lucas, en concreto este último quien, refiriéndose a su nacimiento, esboza: "En Belén, María dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre". Lucas 2, 7. Y aunque los Evangelios no mentan cuna alguna en el portal de Belén, eso no es óbice para que, según una tradición basada en la narración del ya citado segundo capítulo del evangelio de Lucas, María depositara en ella el cuerpo de Jesús recién nacido. Una cuna de la que solo se conservan cinco trozos de arce rojo que supuestamente formaron parte de ella, y que se encuentran en el interior de un magnífico relicario con forma de urna, elaborado en plata y cristal. Unos restos de los que, la misma tradición afirma que fueron encontradas por Santa Elena, madre del polémico emperador Constantino. O sea. Pero esta basílica romana conserva algo más de la cuna, ni más ni menos que una pajita de heno del pesebre además del panniculum. O sea que.

 

Brizna de paja y santos pañales. La primera era propiedad privada de los Reyes de España y la donaron al templo romano, del que el Rey Felipe VI es protocanónigo, es decir el primero de los miembros de su cabildo. Se trata de una basílica que secularmente ha estado muy vinculada a esta monarquía desde que, en 1647, el papa Inocencio X accediera a los deseos del rey Felipe IV, de asignar una renta anual al cabildo de la basílica, eso sí, a cambio de honores litúrgicos y oraciones a favor de la real familia española. Quid pro quo. De los segundos del titular, en la basílica se conserva el denominado panniculum, trozo de tela del tamaño de una mano que, según la tradición, utilizó la Virgen para envolver con él al Niño, y que está guardado en un estuche donado por Pío IX; pero no es el único pañal que supuestamente se ha conservado, y así, existen restos también en la iglesia de San Marcello al Corso de Roma.

 

Y ya en suelo patrio, en concreto en Lérida, está el que es quizás el más famoso de los santos pañales, si bien sólo quedan de él dos hilos y el recuerdo de una reliquia extraordinaria dotada de poderes sobrenaturales. Claro que, parece ser, existe también otro similar, proveniente de la parroquia segoviana de Escalona del Prado y que fue donado por el rey Leopoldo de Bélgica a Felipe IV de España a cambio de un fragmento de la veracruz. En fin, tres en total.

 

Cordones umbilicales del Niño Jesús. Sí, en plural, aunque le entiendo, tratándose de lo que se trata, ¿cómo puede haber más de uno? Ya, pero bueno, el caso es que hasta donde me consta, existen tres: dos ellos en Roma, uno en la iglesia de Santa María de Popolo, donde se alojó Lutero en su visita a Roma y donde Caravaggio tiene colgados dos magníficos óleos en la capilla Cerasi; y otro en la de San Martino. El tercero está en el templo francés de Chalons o, mejor dicho, estaba pues parece ser que ha desaparecido. ‘Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres y … (Continuará)

 

CONTACTO: [email protected]

FUENTE: Enroque de ciencia

 

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  • Hermano Lobo

    Hermano Lobo | Domingo, 07 de Enero de 2024 a las 20:53:25 horas

    Qué habilidad, qué don, para entretener y enseñar.
    A nadie, que yo lea, se le ocurre, no sólo encontrar, sino investigar concienzudamente, tantos temas tan diversos.
    Éste es una muestra de lo dicho.
    Que siga, por favor.

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