El beso de la vida. Ciencia y Arte
Seguro que ha visto en alguna ocasión o incluso manejado el maniquí que se suele utilizar para practicar la técnica de reanimación cardiopulmonar (RCP) o reanimación cardiorrespiratoria (RCR); ya sabe, ese conjunto de maniobras destinadas a asegurar la oxigenación de los órganos vitales, cuando la circulación de la sangre de una persona se detiene súbitamente. Un aprendizaje que todos deberíamos saber realizar ya que puede salvar vidas al estar demostrado que su aplicación duplica las opciones de superar un paro cardíaco. Una cuestión nada baladí y que algunos centros de enseñanza secundaria incluyen entre sus actividades, lo que debería de ser ejemplo a seguir por los demás. Pero no voy a hablarles principalmente de la técnica salvadora, sino del muñeco con la que se practica y de su cara, una historia conocida que tiene una intrahistoria que no lo es tanto o como nos dice el uruguayo Benedetti, ¿quién termina un beso con el beso? Voy primero con la historia de la técnica.
Respiración boca a boca. Fue a finales de los años cincuenta del siglo pasado cuando el médico austríaco Peter Safar (1924-2003), junto con su colega James Elam, desarrolló un método de respiración boca a boca, que años más tarde se combinaría con la técnica de presión intermitente en el pecho, conformando ambos el método de primeros auxilios de estimulación cardiopulmonar tal y como lo conocemos hoy en día. Y fue con posterioridad, en los años sesenta, cuando se constataron y describieron las ventajas de la compresión torácica para provocar la circulación artificial, y el propio Safar estableciera el protocolo de la RCP, que pronto fue aceptado por la Asociación Americana del Corazón, AHA. Estamos, sin duda alguna, ante todo un pionero en medicina de emergencia y su idea ha salvado, y sigue salvando, muchas vidas humanas, el beso de la vida; y hasta aquí lo anunciado de la técnica, voy con lo que me trae, el maniquí.
‘Resusci Anne’. Su historia comienza cuando nuestro hombre tuvo una nueva idea, la de fabricar un muñeco con el que sus alumnos pudiesen practicar tan novedosa técnica, una tarea que encargó a un fabricante de plásticos noruego, el juguetero Asmund Laerdal, quién se planteó qué cara le pondría. Tenía claro que era muy importante motivar a los futuros socorristas y médicos con un rostro que fuera lo más parecido a una persona con síntomas de asfixia, una apariencia realista que, si bien le costó, terminó encontrando a plena satisfacción (No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos). En 1958, el maniquí con su cara estaba creado y desde 1960 se ha usado en tantos cursos de RCP, que ha sido llamado por algunos “el rostro más besado de todos los tiempos” con toda la razón del mundo, si bien su nombre oficial fue Resusci Anne o ‘Reanimación Ana’. Lo que nos lleva a la intrahistoria de la historia, ¿por qué reanimación? ¿quién es o fue Anne?
“L' Inconnue de la Seine”. La intrahistoria empieza casi un siglo antes con el titular de una noticia en el periódico, “La desconocida del Sena”, el mismo con el que los parisinos se desayunaron una mañana de finales de la década de 1880. Según cuentan las crónicas, los empleados públicos recuperaron del río Sena, en el Quai du Louvre, el cadáver de una desconocida que apareció flotando sin signo alguno de violencia, lo que hizo pensar en un principio que se trataba del cuerpo de una suicida; una joven suicida ya que por la firmeza de su piel no superaba los 16 años, una niña casi. Siguiendo la costumbre de la época, sus restos fueron expuestos en la morgue por si alguien la reconocía, pero el tiempo pasó y nadie reclamó su cuerpo, de modo que ni la ciencia en su momento pudo saber nada más de ella.
Un cuerpo sin identificar que, sin embargo, a pesar de su anonimato, ha pasado a la inmortalidad, y buena parte de culpa en esa inmortalidad la tienen tanto su belleza como su enigmática sonrisa que hicieron que, ya desde los primeros días, se formaran largas colas para admirarla. Tal notoriedad adquirió, que un empleado de la funeraria, fascinado por la perfección de sus rasgos y misteriosa sonrisa, hizo un molde de su cara, una máscara mortuoria que hizo furor como objeto de decoración pues a partir del molde se fabricaron numerosas copias, que muy pronto se pusieron de moda en el París bohemio. Y durante las primeras décadas del siglo XX, buena parte de los hogares franceses y alemanes la tenían colgada en sus paredes, es lo que tiene la moda, que se deja influir por la novedad. Pero su popularidad no quedó ahí, también llegó a los medios artísticos sobre todo a la literatura y al cine. (Continuará)
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FUENTE: Enroque de ciencia
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