Balsa Cirrito
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EL MERCADO: DINERO PARA EL ESPÍRITU
Honradamente, no sé por qué tildan de materialistas a las personas obsesionadas con el dinero; yo las llamaría espirituales. Después de todo, el dinero no es materia. No señor. Y no lo digo yo, lo dicen Lavoisier y Einstein. “La materia no crea ni se destruye, sólo se transforma”, afirmaba el famoso químico francés. Si tenemos en cuenta que hasta hace cuatro años derrochábamos montones de pasta y que ahora no se ve un euro ni en los kioskos, hay motivos para pensar que todo ese dinero ha sido destruido. Engullido por el monstruo de los euros. Tragado por un agujero negro. Depositado en el Banco del Triángulo de las Bermudas. Por tanto, no es materia.
¿O a lo mejor es que se ha transformado? Puede ser, porque el dinero tiene mucha guasa y es muy escurridizo: en cuanto tratas de echarle mano, se te escapa de entre los dedos. Y hay que ser listo. Seguro que han oído hablar de ese bróker británico que en las últimas semanas se ha hecho famoso en internet. El tipo ha comentado cosas como que la crisis: “es una bendición del cielo”; o que la crisis supone “una gran oportunidad para ganar dinero, aunque los países se vayan al infierno”. Palabras que nos hacen ver que se trata de un individuo muy poco materialista. Un chico muy espiritual. O sea, un apóstol de eso que llaman Mercado.
Menos estado y más Mercado, gritan las derechas neoliberales con entusiasmo de manifestantes universitarios. No es de extrañar, el Mercado (con mayúsculas) lo arregla todo. La receta que proponen para salir de la crisis es muy sencilla, porque sólo tiene un punto: bajar los impuestos. Sólo eso. La prosperidad vendrá detrás. Por supuesto (y es curioso), hay que bajarles más los impuestos a quienes más dinero tienen. Como sabemos, se trata de una decisión dirigida a enaltecer nuestro espíritu, que no tiene nada que ver con los bolsillos.
Me decía un amigo mío que había pasado unas semanas en Japón, que los mendigos de allí no eran seres inadaptados o individuos antisociales como los nuestros, que esas cosas en Japón no se estilan. Los mendigos allí, en su mayoría, eran antiguos directivos de grandes empresas que en algún momento se habían quedado sin trabajo.
Y es que el Mercado viene a ser como el monstruo del Pac Man. Lo devora todo. Y como es tan espiritual, termina resultando muy generoso: protege siempre al más fuerte. Por ello, digo yo, toda esa gente que apoya al dios Mercado debe tener mucho músculo y estar muy cachas. O mucho dinero.
O sea, muy espiritual.












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